Esta historia realizada con los personajes de los primeros capítulos de la Biblia, me fue inspirada por Dios según el siguiente procedimiento:
Meditaba el autor sobre la descendencia de Caín, cuando Dios le reveló que en aquel mundo antiguo sólo esta línea familiar había construido una ciudad, la ciudad de Enoc.
Sin embargo, a pesar de este avance respecto a los demás pobladores del planeta, aquella descendencia y la ciudad habían desaparecido para siempre sin dejar ningún rastro de su existencia.
No obstante, mientras la descendencia directa del predilecto de Dios, Abel, a través de su hermano Set, no tuvo ninguna influencia sobre el mundo antiguo, ni realizaron ningún hecho extraordinario, salvo reproducirse, la familia de Caín había superado al hombre salvaje de su época, edificando casas para vivir, inventando instrumentos de música para disfrutar de tiempo de ocio, y herramientas de materiales tan importantes como el hierro y el bronce para labrar la tierra.
Así las cosas, parecía que los papeles se hubieran invertido, y Dios, por razones desconocidas hasta hoy, hubiera bendecido con mas prosperidad a los descendientes del homicida, que a los puros de Adán y Eva.
La verdad, que me fascinaba todo este entramado, preguntándome una y otra vez por qué la coincidencia en los nombres de los descendientes de ambas familias, la construcción tan temprana de una ciudad, y la conclusión de ambas líneas familiares con dos personajes que comparten el mismo destino, solo que la línea familiar de Caín termina con un descendiente femenino, Noe-ma, y la de Set con otro masculino Noe.
Y como no podía apartar de mi cabeza el pensamiento sobre aquellas familias, Dios fue depositando datos en mi mente, y así fue como nació esta historia
Esta historia sucedió hace 5767 años, cuando el hombre comenzó a dominar el planeta Tierra, antes de la gran hecatombe que dio origen a nuestro mundo actual.
Noe, un joven que vivía del único modo conocido hasta entonces, insertado en un grupo familiar, de una tribu nómada que cuidaba ovejas como su principal medio de subsistencia, no comprendía porque motivo debía vivir en tiendas de tela que desmontaban antes de la llegada del duro invierno, para mudarse a otra zona menos castigada por el frió.
Su padre Lamec aplacaba la ira de Dios ofreciéndole el mejor cordero de su rebaño, pero aún así no obtenía el favor de Él, y la emigración resultaba una carga pesada por el pecado.
El mundo se encontraba al límite de sus posibilidades: explotaban las zonas mas fructíferas de la tierra, superpoblando las orillas de los ríos, lagos y otros lugares donde no era difícil obtener agua cavando pozos.
Las disputas por ocupar las zonas mejor regadas y la ambición por apropiarse de los recursos, originó la guerra entre aquellos pobladores que llegaron ha esclavizarse unos a otros, he imponerse abusivos tributos.
La pequeña tribu de Noe para evitar ser dominada y disfrutar de libertad, vivía alejada de las cuencas de agua, en zonas interiores y desérticas donde debían cavar pozos para obtener agua, pero al menos se apartaban de las disputas por la tierra y gozaban de una relativa paz.
A pesar de esto, partidas organizadas efectuaban frecuentemente incursiones al interior en busca de estos pobladores, obligándolos a entregarles el fruto de su trabajo, dejándolos en la indigencia, cuando no les arrebataban la vida.
Muchos de estos grupos familiares se asociaron entre ellos, formando tribus para imponerse sobre otras familias, o simplemente para defenderse de posibles agresores.
Se vieron obligados debido a esta violencia, a organizarse como tribus constituidas por trabajadores para producir el alimento y guerreros que vigilaban por la seguridad.
Ese año pasaba inadvertido como tiempo atrás, sin problemas graves, a pesar de la fragilidad de sus formulas de convivencia, ignorando que se iban a enfrentar a los mayores desafíos de su historia.
Transcurría un día mas dentro de sus actividades cotidianas, cuando sucedieron acontecimientos que pusieron en situación extrema a estos adoradores de Dios, como pobladores pacíficos.
Noe descansaba, absorto, con la mirada perdida en el horizonte marcado por los primeros rayos de sol, pensando en la enorme distancia que debía superar la bola de fuego antes de la llegada de la noche, cuando fue interrumpido por su padre:
- Noe, recoge las tiendas y carga las carretas, debemos mudarnos, Dios no ha contestado a mis suplicas.
- Pero padre, aquellas luces que se ven en la noche en el horizonte, de donde procede una suave música que confundí con las estrellas, no son estrellas.
- Noe, ¿has desobedecido a Dios, y te has acercado a aquel lugar?
- No padre, caminé buscando una oveja perdida y…
- ¿Y qué, Noe?
- Nada padre, recogeré las tiendas.
- Bien, tus hermanos y yo reuniremos el rebaño.
Sus mujeres se encontraban cerca cuando ordenó recoger el campamento a su hijo, y Adamar la madre de Noe, que conocía las fantasías de su hijo y le daba crédito, decidió crear dudas entre ellas en un intento desesperado de frustrar el pesado traslado.
- Otra vez debemos dejar nuestras comodidades para emigrar, ¿no es posible permanecer aquí de algún modo?
- Pero Adamar, no podemos invernar como los osos, contestó Mara.
- Sí, pero transportar los enseres de la casa y abandonar nuestras comodidades, es muy duro, repuso Serba.
- Y abandonar este buen pozo, sin tener seguridad de que podamos encontrar otro igual, opinó Zaya.
- Noe se acercó a las estrellas que lucen sobre el suelo en la noche, y dice que de allí proviene una música; que le pareció ver personas como nosotros, volvió a decir Adamar.
- Siempre debemos emigrar en el sentido contrario, alejándonos de esa Señal. Lamec nuestro señor, nos ha advertido que Dios se enojaría mucho con nosotros y nos mataría si llegamos a ese lugar, dijo de nuevo Mara.
- Noe vio mujeres que se pintan los ojos y los labios, resaltando los rasgos femeninos de sus caras, adornándose con vestidos de colores que les da una hermosa apariencia, y su Dios no las castiga. Dice que parecen tener la misma autoridad que los hombres, replicó Adamar.
Ellas soñaban con una vida mejor, pero ninguna se atrevió a romper con las normas que regían sus vidas. Ninguna exigió que la tribu alcanzara el nivel de los vecinos, para establecerse en un lugar seguro de la tierra.
¿Acaso era natural que compartieran un hombre al que debían obediencia? ¿Había dispuesto Dios dicha autoridad masculina?
Además, si muriera su señor antes que algunas de ellas, porque lograran sobrevivir a las duras condiciones a las que estaban sometidas, ¿serían respectadas como ancianas o abandonas a su suerte, por no poder mantener el ritmo que impone su estilo de vida?
Adamar tenía la promesa de que Noe sería el patriarca y esto, en cierto modo, le garantizaba que no sería reemplazada de su posición dentro del grupo familiar, pero, nada era seguro, todo estaba sujeto a cambios.
Hasta donde había prosperado la conversación no le pareció suficiente, así que continuó insistiendo:
- Noe vio una de aquellas mujeres jóvenes.
- Va, ¡fantasía!, ¿cómo sobrevivirán en el invierno?, dijo Mara.
Noe que no pudo callar por más tiempo, intervino en la conversación, diciendo con voz alzada:
- Madre, diles que tienen casas de piedras, y graneros, y bodegas donde almacenan alimentos para el invierno.
- Noe, ¡calla!, ¡no es posible construir casas de piedras!, hay algunas cuevas en las montañas pero se las disputan todas las fieras.
- Esta bien madre, quizás vi un espejismo, dijo Noe bajando considerablemente su voz.
Los vigilantes se percataban ya que el grupo hablaba demasiado tiempo, así que interrumpieron la conversación y se dieron prisa en terminar sus tareas.
Tras varias horas de recogidas de tiendas y enseres, cuando estaban preparados para la marcha, llegó Lamec con el resto de sus hijos que regresaban con el rebaño.
Los jóvenes, se acercaron a Noe entre juegos y bromas, y uno de ellos, Marero, tocó su espalda de una palmada, diciéndole:
- ¡Qué, Noe!, ¿se te escapó aquella gacela de melena roja?
Lamec pareció entender el dicho y pensó que la gacela sería alguna joven de otro grupo familiar cercano, tal vez de uno de sus cuñados y que Noe se interesaba por algunas de sus primas, lo que no le pareció preocupante, incluso pudiera ser efectivo para que su futuro reemplazo fuera formando su nido mas intimo.
Noe tenía en su mano derecha un pequeño cilindro, del tamaño de un cuchillo, que Orecer le arrebató en un descuido, y saltando delante de él, se lo cambiaba de una mano a otra, mientras le decía que intentara quitárselo.
- Orecer, devuélvemelo antes que alguien resulte lastimado, dijo Noe.
- Ven a cogerlo, contestó Orecer.
- ¡Eh!, ¿qué son estos signos que grabaste?, preguntó Orecer
Los bueyes comenzaron a tirar de las carretas seguidos del rebaño, movilizado por Noe y sus hermanos, mientras los guerreros se distribuyeron entre la cabecera y la cola de la caravana para evitar el ataque de posibles saqueadores.
Lamec se acomodó en la carreta donde se encontraba Mara, y ésta se arrodilló ante él ofreciéndole una hogaza de pan con carne seca y una jarra de vino, que alcanzó rápidamente, mientras ella reposaba la cara sobre su faldón. Lamec tomó un sorbo de la jarra y apartó aquel manjar para acariciar la hermosa cabellera de Mara.
- Mara, amada mía, que mi Señor Dios me concedió para alegrar mi vejez, ¿qué le preocupa a mi niña?
- Lamec, mi Señor, no quisiera que nada malo ocurriera a mi Señor.
- ¿Qué cosa mala podría ocurrirme Mara?, nuestros guerreros son hombres fuertes, instruidos para la guerra, y serían capaces de defendernos de cualquier enemigo.
- ¡Oh! mi Señor, se bien que estamos protegidos, que tienes todo previsto, pero entre tus hijos hay un soñador que ve visiones durante la noche y que hace creer a otros que existe un mejor modo de vivir. Habla sobre cambiar nuestras costumbres y tradiciones, por nuevos supuestos avances. Que existen personas que no necesitan emigrar durante el invierno a otros lugares, que viven en casas de piedras y sus mujeres son hermosas como las flores de la primavera.
- Mara, mi pequeña sierva, gracias por mostrar confianza en mí y contarme tus preocupaciones. ¿Crees que no he visto a mi hijo Noe?, él será algún día tu Señor, y es bueno que sea de mente amplia, que investigue todos los caminos por donde nos permite caminar nuestro Dios.
Mientras estaban alrededor del fuego hablando acerca del largo camino recorrido y como debían continuar hasta llegar a su destino, Lamec tomó la palabra y todos callaron para escuchar atentos lo que el patriarca les iba a transmitir:
- Saben que el Todopoderoso ha estado con nosotros todos estos años, que abrió la matriz de nuestras mujeres y nos hemos multiplicado. No nos ha faltado alimento y nuestras sandalias no se gastaron de nuestros pies. Él nos prohibió establecernos en un solo lugar y ordenó a nuestros padres que nos extendiéramos por la tierra, habitándola hasta sus confines. Agradecemos a Él su gran bondad cumpliendo sus disposiciones reglamentarias, que dejó ordenada desde la fundación del mundo.
- Nuestro antepasado Adán, el padre de mis abuelos fue creado directamente por sus manos y le concedió el dominio sobre todos los animales.
- El Señor Nuestro Dios es único. El creó los cielos y la Tierra y prescribió el sábado como descanso hasta tiempos indefinidos. El definió nuestro estilo de vida, vistió a nuestros padres para que salieran de las tierras cultivables y los facultó para que dieran a luz hijos. Les enseñó a labrar la tierra y sacar el producto de ella, y envió la lluvia para que germinaran las semillas, protegiéndonos con un cerco protector de las fieras salvajes y de nuestros enemigos.
- Tú eres el Dios fuerte, el Dios Poderoso, Dios de señores, no existe a parte de ti ningún otro Dios.
Noe, apenas cedía la noche, y los rayos de la aurora asomaban por el horizonte, se presentó en la tienda de su padre que se encontraba esperándolo, y sin dilatar el tiempo, tomaron el cordero y emprendiendo la marcha camino del monte más cercano acompañados por dos guerreros.
El anciano caminaba callado delante de los guerreros, junto a Noe que portaba el ato de leña para quemar la ofrenda; y en cuanto hubieron abandonado el campamento, comenzó a decirle a su hijo:
- Eres mi primogénito y algún día dirigirás esta tribu.
- Si padre, será lo que tu dispongas, pero Dios te concederá muchos años de vida.
- ¿Quién conoce los designios del Señor? Sus pensamientos son más altos que nuestros pensamientos, ha dicho lo que espera de nosotros y ha señalado como debemos poblar la tierra y extendernos por ella.
Tu, hijo mío, sabes que soy un hombre cargado de años y que mis días se acaban. Después de mí, tú deberás administrar justicia y aplicar la ley a este pueblo. - Si padre, pero los tiempos cambian y algunas normas deben adaptarse a las nuevas circunstancias. ¿Cómo saber lo que es mejor para esta gran familia?
- Dios es el mismo, de tiempo indefinido a tiempos indefinido, no cambia. Sólo tienes que continuar con nuestras costumbres y respetar las tradiciones.
- Pero, en verdad, desde el principio, la tierra está llena de violencia, nuestro campamento es muy vulnerable y este año hemos sufrido diez ataques de grupos de bandidos. Debemos equiparnos para la guerra.
- Pero El siempre nos ha concedido la victoria y los ha entregado en nuestras manos. No hemos necesitado un adiestramiento especial para la defensa.
- La última vez murieron cinco de los nuestros. Tu esclavo Forcaz, su esposa e hijos.
- Sí, fue doloroso y le dimos sepultura conforme a nuestro ritual, aunque no sabemos si fue un castigo de Dios por no obedecer sus normas para el residente forastero. Comía el animal cazado sin desangrar y nosotros no le advertimos, por eso Dios nos lo ha quitado, pero, no perdimos ni un solo hombre fiel a nuestras tradiciones, ni tan siquiera un solo guerrero.
Sabes que nosotros descendemos de nuestros padres Adán y Eva, que fueron creados directamente por Dios para que formáramos un pueblo santo en medio de la tierra y que de nuestra prosperidad se beneficiaran nuestros vecinos, pero no debemos imitar su modo de vivir. - Si padre, pero nuestro antiguo tío Caín que fue el primer expulsado del paraíso se unió a los noditas y les edificó una ciudad y la han fortalecido y viven en seguridad.
- Ese fue un asesino.
- Sí, pero Dios no le condenó a muerte, porque consideró un atenuante su preferencia por Abel.
- Noe, Dios sabe porque se agradó de Abel y no de Caín.
- Sí, pero ahora hay noditas por los que corren nuestra sangre y nuestra sabiduría. Caín les enseñó la ciencia y la utilizan para dominar la tierra, y nosotros continuamos igual que cuando nuestro padre fueron expulsados del paraíso, ¿cómo defenderemos a este pueblo cuando los cainitas nos ataquen?
- Dios no tiene las manos cortadas Noe. El rayo es su espada, el viento su aliento y puede hacer temblar el suelo debajo de los pies de nuestros enemigos y tragárselos la tierra.
- Poder, puede todo, pero sabes que no interviene. Solo cuando nuestro tío Enoc estuvo en peligro de muerte lo arrancó de las manos de sus enemigos y se los llevó a donde nunca mas se le pudo ver, como si hubiera muerto. Además las tribus vecinas como los setienses, esnoditas, quenanitas, mahalalitas, jareditas hesnocitas y matusalenitas, que también son descendientes de Adán, han tomado por esposas mujeres cainitas y noditas puras y tienen hijos hermosos y fuertes.
- Es un gran pecado, hijo mío, que los hijos de Dios se hayan mezclado con las hijas de los hombres porque estas sean de mejor apariencia que nuestras mujeres, y Dios está muy enojado con nuestro mundo. Solo Él sabe como terminará todo esto; nosotros debemos permanecer santos para nuestro Dios y no conceder nuestras hijas a ellos ni aceptar sus mujeres en alianzas matrimoniales.
- ¿Por qué molesta tanto a Dios las uniones con mujeres cainitas?, son parientes antiguos.
- Él quiere un pueblo especialmente dedicado. Además, sabe que si tomamos mujeres cainitas y noditas, no serán sus adoradoras sino que seguirán sirviendo a sus dioses y muchos de nosotros, sus siervos, seríamos seducidos a servir a esos dioses. Nuestra raza perdería su pureza, terminarían por mezclarse los hombres de esas razas con nuestras mujeres y desapareceríamos como pueblo.
- Es verdad que existe sabiduría en esa norma, ¿pero se podría hacer alguna excepción?
- Noe, ¿has conocido a alguna mujer cainita?
- Bueno, conocido no, he hablado con una joven, pero ella es sensata y buena como nuestras mujeres y sirve a nuestro mismo Dios.
- ¿Cómo es posible que sirva a nuestro Dios si su antepasado Caín fue expulsado del paraíso y de la presencia del Señor?
- Pero Él permitió que tuviera hijos y, sabemos que nuestro Señor no computa los pecados de los padres sobre los hijos, si fuera el caso que el padre es impío y el hijo no.
- Si Caín hubiera sido ejecutado por Dios no habría tenido hijos y consecuentemente no hubieran nacido, así que al menos vivieron por un tiempo.
- Pero Padre, eso no parece justo, ¿por el solo hecho del nacimiento merece un hombre la muerte eterna o la vida eterna? Me gustaría que conocieras a Noema, ella es una mujer maravillosa.
- ¿Quién es Noema, Noe?
- Es curioso, pero su padre se llama igual que vos. Es hija de un hombre famoso entre su pueblo llamado Lamec, un adorador de Dios.
- ¡Ah! Noe, ese Lamec es famoso por sanguinario. Ya en su juventud mató a un hombre, igual que su antepasado Caín, y además fue un desafiador de Dios, un presuntuoso que dijo que si Caín fue vengado siete veces, Lamec lo sería setenta veces.
- Padre, parece que fue en defensa propia como mató al hombre y es apropiado defenderse, nosotros también nos defendemos.
- Es posible que así fuera, pero no era necesario la altanería. No te engañes Noe, solo nosotros somos el pueblo escogido de Dios.
- Claro, que si no existe una ley que regule asuntos tan graves como los homicidios, ni siquiera Dios puede condenar a muerte nadie, y sabemos por nuestra propia razón que quien mata merece la muerte.
- Sí, es cierto Noe, pero Él la proveerá cuando lo considere necesario, ahora debemos obedecer los mandatos que nos dio a través de nuestros padres y practicar el bien.
Llegaban a la cumbre de la montaña y la conversación se encontraba en un punto que convenía posponer para otra ocasión, después de meditar sobre aquellos asuntos mencionados.
- Ya llegamos padre, ¿cómo sabremos que Dios acepta la ofrenda quemada?
- Dejaremos que Dios alargue su brazo de fuego y consuma el animal.
Lamec, de rodillas, con su cabeza inclinada alzó su voz en oración a Dios diciendo:
Dios Todopoderoso, Señor del cielo y de la tierra, acepta el producto de nuestro trabajo, como muestra de gratitud por las bendiciones recibidas. El temor a ti se extienda por toda la tierra y se imponga tu voluntad.
Si tus siervos merecen tu aprobación, acepta por favor esta ofrenda.
Mientras Lamec decía estas palabras, un fuego bajo del cielo y consumió la oveja y la madera, dejando quemada la superficie de la piedra que sirvió de altar.
Quedaron impresionados y temblorosos, incapaces de pronunciar palabras, con el rostro iluminado por el reflejo de los rayos de Dios y casi cegados por su resplandor.
Durante el camino de regreso, Lamec se preguntaba, si después de todo Noe sería la persona idónea para sustituirlo en el patriarcado. Había puesto en duda puntos fundamentales de sus convicciones, planteado preguntas inquietantes sobre normas que estaban firmemente establecidas entre ellos y realizado un nuevo análisis de estas cuestiones.
Cuando Lamec era joven nunca cuestionó sus fundamentos ni sus tradiciones, y el mundo no había cambiado nada. Los seres humanos continuaban siendo igual de violentos y algunos de los hijos de Dios se habían unido a las mujeres noditas y cainitas sin que esto les afectara. Le parecía que no había nada nuevo bajo el sol y por tanto su sustituto debería ser un continuador. No necesitaban ningún reformador con nuevas ideas, ni progresar a otras formas de vida, abandonando sus tiendas por firmes casas de piedras que les obligara a centralizarse en un solo lugar.
Después de haber transcurrido cientos de años y tras muchas generaciones, aún pensaban, que podían vivir del mismo modo que sus primeros padres tras la expulsión del paraíso: aprovechando algunos cultivos y animales domésticos con el único propósito de subsistir.
Ciertamente, el avance del conocimiento de sus primeros padres, había sido un paso de gigante respecto al modo como otros seres humanos vivían entonces en la tierra, pero en la actualidad, la ventaja no solo estaba neutralizada, sino que otra cultura les había superado en todo.
Enoc fue la primera ciudad construida según el modelo ideado por su más prestigioso antepasado, Caín. Sus habitantes guardaban el recuerdo del fundador con el honor que corresponde al portador del conocimiento procedente de Dios, el enviado que los ayudó a progresar y los convirtió en sus adoradores.
La historia de su pasado hace referencia a como vivió en un paraíso donde intentó aportar sus ideas de progreso, rompiendo con el mundo antiguo y la vida salvaje, construyendo viviendas sólidas para establecerse permanentemente, pero su padre Adán no era partidario de romper con la tradición y rechazaba cualquier opción de cambio.
Tuvo que emigrar a la región de Nod donde habitaban otras tribus nómadas adoradores de dioses falsos, después que su hermano Abel sufriera un accidente fatal mientras realizaba un sacrificio a Dios, y el fuego lo devorara junto con el lechón.
La ciudad construida en la ladera de una montaña inaccesible desde su parte posterior, se encontraba amurallada para protegerse de los enemigos. Sus casas bien ordenadas formando calles anchas que permitían la circulación de las carretas portadoras de los productos del campo y otras mercancías a sus almacenes. Disponían de cuadras y corrales para los caballos y los rebaños, que les abastecían de carnes y pieles para combatir el frió invierno.
Al fondo, donde confluían todas sus calles se encontraba el impresionante templo de Dios. Sesenta escalones lo elevaba sobre el suelo, y doce enormes columnas, con los símbolos astrales, sostenían el habitáculo interior. Tres grandes puertas eran las únicas entradas conocidas, continuadas por tres anchos pasillos que conducían a las gradas superiores y a la sala central donde los sacerdotes oficiaban las ceremonias. Figuras humanas en relieve decoraban el frente del altar, ilustrando una descendencia genealógica desde los primeros padres de la humanidad, con los árboles del jardín de Edén y los querubines vigilando el árbol de la vida.
Noema, cuando visitaba el templo, se quedaba mirando con mucho interés los relieves. Pasaba el tiempo anonadada con las figuras que resplandecían sobre el fondo de piedra, mientras el sol penetraba por las lumbreras, resaltando una columna tras otras conforme avanzaba sobre el cielo, como si extendiera una de sus manos conforme crecía el día. De niña, le contaron que el conocimiento del universo para dividir los días con sus horas, las estaciones y los años, los trajo su antepasado procedente de Dios; que el hombre y la mujer del jardín fueron sus primeros padres creados directamente por Dios, quienes antes de comer del árbol de la vida prefirieron tomar del fruto del conocimiento de los bueno y lo malo, y que Dios se enojó con ellos por querer avanzar en la ciencia por su propia cuenta sin esperar a que Él les revelara el saber, conforme fuera oportuno. Pero la mujer no pudo resistir la muerte de su segundo hijo, y comenzó a pensar que aquel modo de vivir no era el mejor, que necesitaba más sabiduría, decidiendo que podía manejar los asuntos personalmente, que quizás de haberlo hecho antes no hubiera perdido a sus dos primeros hijos.
Un pensamiento retorcido como una serpiente circulaba por su mente contra lo establecido por su señor Adán: “¿Es realmente el caso que Dios dijo que no podía comer de todos los árboles del jardín?” Quizás Adán interpretó mal el mandamiento de Dios retrasando el progreso.
Poco después la castigó Dios aumentando considerablemente los dolores del parto y los expulsó del jardín para que prosperaran por si mismos en zonas inhóspitas de la tierra.
Cuando Adán y Eva envejecieron, Caín supo que sus padres habían sido expulsados del paraíso, y mandó recogerlos para que vivieran con él a la ciudad, hasta que hartos de días expiraron.
Ahora, Lamec su padre, era el rey de aquella nación y la ciudad de Enoc su capital, la única ciudad construida del mundo.
Noema sentía lastima de Abel, porque había muerto joven y sin descendencia. No le convencía la explicación oficial de su muerte, le parecía inaudita, pero un joven habiru que encontró en la selva, le contó que fue asesinado por su hermano mayor:
- Que siendo Abel el preferido de Dios había sido criado con mimos y no se le instruyó en el arte de la defensa personal, en la falsa creencia de que todos los hombres son hijos de Dios y por tanto hermanos en los que poder confiar.
- Que su antepasado Caín, no pudo soportar que su madre prefiriera a su hermano como heredero de la promesa que le pertenecía a él como primogénito.
Hacía solo un año que como tributo por vencer en la guerra contra los nefilím, se habían ofrecido en sacrificio tres jóvenes de las más bellas de la ciudad. Para ella habría sido un honor ser una de aquellas jóvenes, que se consideraban dignas de ser tomada por Dios. Pero Sela, su madre, que había sido prostituta del Templo, rescatada por Lamec para su servicio por cincuenta ciclos de plata, el precio de la dote que debía pagarse por una virgen; evitó que se ofreciera voluntaria con el argumento de que era la hija de un gran rey, de quien el Dios Supremo levantaría un descendiente que beneficiaría a todos los pueblos, un Mesías que los pastorearía con amor y que les daría la victoria sobre sus peligrosos y fuertes enemigos.
Los habitantes de la ciudad sostenían el criterio de ser los únicos seres humanos que adoraban al Dios Supremo y que nadie mas tenía conocimiento del creador, pero el habiru sabía de Dios, es mas, creía también servir al único Dios verdadero.
Luchando con esos pensamientos se encontraba, cuando Sela que tenía un sentido especial para notar si alguien se sentía inquieto o agarrado por alguna preocupación, notó enseguida que a su hija, a quien conocía mejor que a su propia alma, le rondaba algo por su cabeza, de modo que aquella mañana inquirió de ella:
- Noema, has crecido mucho y te has convertido en una hermosa mujer. Los hombres importantes comienzan a mirarte con interés, no como la hija pequeña de Lamec.
- Si madre, pero aún no estoy preparada y no quiero que nadie me separe de ti.
- Es ley de vida hija. Tu padre tiene elegido para ti a Altor, un guerrero invencible que puede llegar a ser su hombre de confianza, el virrey del reino.
- Si, pero mi hermano Tubalcaín, tu primogénito es un gran estratega, inventor de la espada y la lanza, armas fundamentales en las victorias sobre los nefilím, y seguro que cuenta con el beneplácito de mi Señor para ocupar el puesto de rey, que le corresponde por derecho propio antes que a mi.
- Si, dijo Sela, es verdad que desde los días del fundador de esta ciudad, no ha existido ningún hombre tan determinante para el sostenimiento de nuestro pueblo, y tendrá un lugar privilegiado, pero nuestro Dios me reveló en sueños que será a través de una hija que vendría la salvación.
Él te ha salvado del fuego del sacrificio y eso tiene que ser por algo importante que te tiene reservado, porque como tú sabes, las hijas primogénitas le pertenecen, y hasta ahora no se han hecho excepciones al presentarlas en el altar. - Madre, ya estaría en el cielo, ¿verdad?, dijo Noema, arrepintiéndose enseguida de haber concluido la frase creando una incertidumbre inocentemente.
- Noema, yo servir en el Templo, prestando mi cuerpo a los hombres valientes que se iban a enfrentar a la muerte por nuestra patria y nuestras tradiciones, y he visto a Dios a través de esos ojos inocentes de los soldados, su determinación por vencer el mal que nos amenaza, ¿cómo voy a dudar de nuestro destino?, ninguno de aquellos hombres dudaron un segundo ni pestañearon para cumplir su voluntad.
- Nunca me contaste como murió Abel, el hermano del fundador de esta ciudad.
- No lo recuerdas, quizás porque fue un accidente sin ninguna repercusión para nosotros.
- ¿Por qué permitió Dios que muriera sin descendencia?
- Noema, hace mucho tiempo, antes de que tu nacieras, unos noditas cuestionaron a Caín y lo tacharon de homicida por matar a su hermano Abel, pero se demostró que esa historia es falsa, aunque desde entonces la hayan utilizado nuestros enemigos para manchar la reputación de Dios y su pueblo.
Hay hombres salvajes que viven en el campo como los animales, que copiaron nuestras creencias alterando parte de ellas, para decir que son ellos los que proceden de Dios, ¿has hablado con alguno de ellos? - Madre, encontré un joven cuando fui a la montaña sagrada que está a mucha distancia de la ciudad, antes de atravesar el gran rió, pero no era un salvaje, conocía el lenguaje de signos y me mostró un cilindro donde se hallaba escrita la historia que se encuentra en las paredes del Templo.
- Noema, hija mía, no debes aceptar la lectura de ningún texto que no haya sido escrito por nuestros monjes; pues ellos son los únicos autorizados por nuestro Dios.
- Pero madre, cuenta la misma historia, y el joven era educado como nosotros, con buenos modales, me trató como una mujer, como nadie lo había hecho hasta ahora. A través de él me pareció que estaban mas cerca las estrellas.
- Noema, debes olvidar a ese joven, solo nos traerá problemas.
- ¿Por qué madre?
- Se ha criado como un salvaje y no será aceptado en nuestro mundo, sino considerado un enemigo. Debes apartarlo de tu mente.
- No lo olvidaré nunca madre, pero no creo que vuelva a tener la suerte de encontrarlo.
- No contaré esta historia a tu padre, pero prométeme que tú tampoco hablarás a nadie del joven extranjero.
Mañana se celebra la victoria de tu abuelo Mejujael, así que prepárate; asistiremos juntas al templo para agradecer a Dios nuestro pasado glorioso, quizás Altor se fije en ti, él puede hacerte olvidar al joven extranjero y que te ilusiones por un verdadero hombre.
Noema se retiró pensando que no le gustaría pertenecer a un guerrero. Ella soñaba con un hombre instruido en las escrituras, alguien que se interesara por las cosas de Dios.
Al día siguiente, el domingo o día del sol, celebraban el descanso del Señor que creó el mundo en seis días y el séptimo descansó.
Noema y su madre ocuparon un lugar preferente en los reclinatorios de las autoridades, enfrente del altar donde oficiaban los sacerdotes y las sacerdotisas. El coro de músicos con los instrumentos ideados por Jubal, hijo de Lamec, y los cantores, estaban preparados para comenzar la grandiosa ceremonia, que tendría lugar en cuanto el Sumo Sacerdote levantara la cabeza al cielo en oración a Dios.
El silencio en señal de respeto era impresionante, alterarlo deliberadamente sería como interrumpir la conexión con Dios. Al levantar el Sumo Sacerdote sus manos, comenzó a sonar una tenue melodía, que resonando en el interior de la cúpula del templo, regresaba como si procediera del cielo.
Los ciudadanos acomodado en las gradas, levantaron sus cabezas como si demandaran una respuesta de Dios, pero sus ojos chocaron contra el techo del templo, donde se observaban pinturas de ángeles con cuerpos humanos sirviendo alrededor del Hacedor, que sentado sobre su trono, con los cabellos blancos como la nieve, y el cetro sobre la mano derecha, dirigía el juicio sobre la humanidad abajo congregada. Ante tan solemne visión el pueblo cayó de rodillas bajando sus cabezas como señal de absoluta sumisión.
Doce sacerdotes penetraron en la sala rodeando el altar, mientras ascendía el Sumo Sacerdote para oficiar la ceremonia.
Se despojó de la mitra y con su mano derecha hizo una señal que sirvió de introducción para que los cantores entonaran la canción inicial:
Temamos a Dios, Fuerte y Poderoso, que generó nuestro mundo por medio de su palabra, y prescribió el domingo para descansar como conmemoración hasta tiempos indefinidos.
Temamos a Dios, el Gran Señor, que nos enseñó a edificar casas de piedra y ha amurallarlas para proteger nuestra ciudad.
Los habitantes de la tierra quedan avergonzados cuando ven las obras de tus manos.
Enseñaste a nuestro fundador a construir el templo y colocaste el fundamento de piedra, como prueba de que morarías en esta casa para siempre. Esta casa es tu casa, y está llena de tu gloria, tu solo eres nuestro Dios y tu solo eres nuestro Señor.
Las sacerdotisas danzaron simulando al viento, como ángeles poderosos del Creador, mientras el Sumo Sacerdote hizo salir un haz de luz, similar a un rayo, en símbolo de la espada en manos de Dios, el Dios Guerrero Todopoderoso, y los tambores sonaron como si la tierra temblara debajo de los pies.
El Sumo Sacerdote alzó su voz y dijo:
- Escoge Señor de entre tus siervos, en este día tan especial que celebramos la fiesta de Mejujael, como muestra de nuestro agradecimiento eterno.
Otros dos sacerdotes penetraron inmediatamente con el animal seleccionado, un becerro de tres años que lo sujetaron sobre el altar y lo sacrificaron.
Un grupo de jóvenes varones pasaban por debajo del altar y sobre sus cabezas rociaron la sangre que emanaba del toro que lentamente se desangraba. Tras ellos, las nuevas doncellas, vestidas de túnicas blancas, pasaron también bajo el altar y fueron rociadas igualmente con la sangre, hasta que la vida huyó del animal.
Quitaron las grasas y la quemaron en honor del Señor.
Abrieron un tonel de vino para todos, mientras el sacerdote citaba la formula sagrada:
- Sangre de tu sangre es el vino que tomamos, porque el que no beba de tu sangre no tiene vida en si mismo, porque tu eres verdadera bebida como tus palabras fuentes de sabiduría para nosotros.
El sacerdote continuó dicieno:
- Dios de dioses y Señor de señores, tus soldados postrados ante ti, reconocen que tu eres la potencia que sostiene el mundo. Ahora Señor te vamos a presentar los nuevos guerreros iniciados a tu servicio.
- La sangre roja como fuego vigorice los corazones de tus siervos y siervas que en el día de hoy te presentamos. Señor dales tu bendición.
- Amen.
- Comemos Señor esta carne en símbolo de tu poder, porque el que no come de tu carne ni bebe de tu sangre no tiene vida y no estará contigo cuando llegue la última hora, sino que será consumido por el fuego igual que las grasas que te hemos ofrecido.
- Gracias Señor, por librarnos de las garras del dios del mal, al que adoran todos los otros pueblos. Sabemos que tú eres el Todopoderoso y que no existe enemigo que pueda contra ti.
- Protege a tu pueblo Señor de sus enemigos y, danos fuerzas para combatir el mal.
La música del principio volvió a sonar y los cantores entonaron: “El Señor siempre será nuestro Dios, mientras el mundo sea”. Y de ese modo terminaron la ceremonia.
Noema que se encontraba entre emocionada y confusa, se había dejado llevar por la emoción de la música y del ritual, pero algo le condenaba en su corazón.
Sela, sabía que aquel impresionante ritual podía alterar de nuevo las emociones de Noema. Temía que le molestara el énfasis dado al temor de Dios, un temor que no estaba claro que fuera un desagrado personal por no cumplir con su voluntad, sino un furor, un miedo a caer en las manos de tan poderoso Personaje, que podía de forma despiadada terminar con la vida de ahora y las posibilidades futuras de la persona.
Así que Sela, se dispuso a conocer los pensamientos de su hija:
- ¿Qué te ha parecido la ceremonia; Noema?
- ¡Ha sido grandiosa!, se ve como el pueblo obedece a Dios, incluso si en ello le fuera la vida.
- ¿No has visto el amor de Dios a nosotros?
- Solo vi la representación de su poder, en las danzas, los efectos de la luz y el sonido de la música, que me arrastraron con la multitud.
- ¿Te refieres al sacrificio que comimos y bebimos? Si piensas en esos emblemas, puedes entender que comimos el animal y bebimos su sangre como si tomáramos la sabiduría y el poder de Dios.
- Ya, eso lo pude oír de labios del sacerdote.
- Cierto, pero es mas profundo, nos comimos el toro como si tomáramos parte del poder de Dios, por eso escogemos un animal muy fuerte. Es como si Dios entrara dentro de nosotros para fortalecernos.
- Es verdad madre, eso nos hace pensar porque es tan fuerte nuestro pueblo.
- Pero, todavía es más importante si los piensas bien: puedes entender que en efecto Dios estaría dispuesto a sacrificarse por nosotros. ¿Existe algo mas sublime? ¡Dios mismo dispuesto a morir por nosotros para que tomemos su sabiduría y poder!
Si esto es así, ¿debemos nosotros a su vez, estar dispuestos a morir también por Dios cuando su pueblo lo necesite? - Desde luego que Dios lo merece madre, dijo sin mucha convicción.
- Por eso, Noema, debes siempre pensar en la persona especial que eres y para el destino que Dios te tiene preparada. Recuerda que en un sueño me fue revelado, que serías alguien muy especial para salvar a tu pueblo, y debes caminar en la senda del bien apartándote de los enemigos.
Para el sostenimiento de su mundo era necesario que los soldados murieran para poder salvar la ciudad. Y ellos estaban dispuestos a morir en las batallas por Dios y su Pueblo. Resultaba comprensible que se produjeran muertes en las guerras para defenderse de los enemigos, lo que no lo era tanto es que se enfocaran como un sacrificio a Dios.
Pero todos los que creían en Dios practicaban algún tipo de sacrificio. El joven habiru también hacía ofrendas a Dios, por lo tanto este pensamiento de Noema no era comprendido dentro de su cultura, ni de ninguna otra conocida, pero no contó a su madre estas inquietudes por temor a ser descalificada.
Por otra parte, durante la ceremonia religiosa, Altor no había mostrado ningún interés aparente por ella, así que las pretensiones de su madre sobre su futuro tampoco parecían muy fundamentadas.
Sin embargo, cuando menos lo esperaba, Altor hizo un giro en la formación de soldados que conducía y se acercó a Noema inclinándose levemente en señal de respeto y cortesía, emplazándola a que pudiera acompañarla a la sala de baile que se celebraría durante la noche.
- La gracia del Señor ha favorecido a mi señora haciéndola brillar más que las estrellas. Me pregunto si soy digno de acercarme a vos.
- Vos sois un gran guerrero al que mi señor Lamec ha concedido el favor que merecen solo los héroes protectores, y siendo de su agrado, lo consideraré un honor.
- Noema, se que te consideras muy joven, que no has conocido varón y que juegas aún como una niña, pero también se que tienes conversaciones propias de mujer y aunque eres de la familia mas importante del reino, la mía es una de las casas mas importantes, por eso, nuestros padres estarían encantados si nos conociéramos.
- Ya lo se Altor, mi madre me habló de ti como de los mejores soldados y cuenta con el favor de mi padre, así que estaré encantada de concederte un baile durante mi fiesta.
Noema se quedó pensativa. Había esperado durante mucho tiempo este momento, pero llegaba tarde. Después de conocer al joven habiru se abrieron puertas en su corazón que le hacía soñar con otras formas de vida. Pensaba en un mundo de personas humildes que no se agrupaban en un solo lugar de la tierra sino que se extendían por ella. Pensaba por qué debían ellos centralizarse en un solo lugar cuando disponían de todo el planeta.
La centralización sometía a la ciudad a un continuo aumento creciendo hasta superar las murallas de protección. ¿Debían abandonar aquellas defensas y construir otras, o permitir la salida de un grupo organizado para construir su propia ciudad en algún lugar lejano?
La situación interna se radicalizaba volviéndose crítica. Los soldados no se conformaban con los favores de las prostitutas del templo y ambicionaban la estabilidad de sus señores, poseyendo esposas e hijos propios. Los esclavos querían acceder a la libertad alcanzando las mismas prerrogativas que los soldados u hombres libres, y los poderosos temían que su equilibrio pudiera romperse por las amenazas internas y externas a las que estaba sometida la ciudad.
Los sacerdotes necesitaban cada vez de más credibilidad para conformar a todos con su estatus social, impidiendo el crecimiento de una ambición desmedida. Percibían que necesitaban nuevos argumentos que complementaran la filosofía que les había llevado hasta aquellas cotas de progreso, para dignificar las distintas clases sociales y lograr la cooperación de todos.
Los cuatro hombres regresaban en silencio al campamento, impresionados por el sacrificio elevado a Dios.
Habían visto rociar las maderas con el líquido inflamable porque solo con el calor del sol no era posible que ardiera, pero fuego descendió del cielo, desde el Dios de sus señores, el más poderoso de cuantos dioses adoraban sobre la tierra ninguna otra tribu.
Lamec una vez mas, no esperó que Dios tomara el alimento por si mismo, porque Éste se demoraba y el sol abandonaba la cúspide del cielo, su gran templo, de modo que multiplicó las fuerzas de sus rayos con el brillante escudo y la madera ardió como la tea, consumiendo toda la pieza.
Noe no pensaba en el sacrificio sino en la conversación que había mantenido con su padre. Percibió que esta vez lo había perturbado más de lo debido, poniendo en peligro su herencia, pero no era posible callar por más tiempo, cada día resultaba más peligroso su modo de vivir.
Cuando llegaron al campamento se encontraron con el desorden: algunos guerreros yacían muertos sobre la tierra, las mujeres atendían a los heridos y faltaban sus hermanas.
Lamec gritó con desesperación mirando al cielo:
- Dios, ¿qué ha pasado?, ¿por qué has permitido que tu siervo sufra esta gran pérdida?
A la vez que rasgaba sus vestiduras y echaba arena sobre su cabeza embriagado por el dolor.
Si querían alcanzar a los atracadores y recuperar a sus hermanas y la mercancía, deberían marchar solo los hombres dejando abandonadas a las mujeres y los niños a su suerte con un pequeño reten de guerreros, corriendo el riesgo de sufrir el ataque de otro grupo de noditas.
Pensó en la ventaja de contar con caballos para la guerra, tanto para desplazarse con más rapidez como para el propio combate, pero su padre no aprobaba tal cosa, él sabía que Lamec dejaría la victoria en manos de Dios. Debería pues afrontar las pérdidas y dejar el asunto para una ocasión mas propicia, que les facilitara el Dios Todopoderoso al que servían.
Noe sabía que en la ciudad existían soldados a caballos, pero, ¿cómo referir a su padre tal conocimiento sin que fuera evidente que había transgredido una de las reglas?
Durante la mañana, vio soldados que subían a la montaña opuesta a la que fueron ellos ha ofrecer el sacrificio, y pensó que quizás acompañaran a Noema al lugar sagrado que ella solía visitar.
Aprovechando la confusión del campamento se marchó corriendo a la montaña, pensando que aún podría alcanzarla antes de su regreso a la ciudad, para pedirle ayuda; al fin y al cabo, él le salvó la vida cuando la sacó de arenas cenagosas en las que calló con su caballo.
No subió por el camino construido para los caballos, porque si fuese visto por los soldados le matarían sin piedad, así que lo hizo por la parte opuesta de la montaña penetrando en el laberinto de cuevas por un acceso desconocido para aquellos cainitas.
Noema estaba arrodillada ante las piedras que parecían desprenderse de las rocas en dirección al cielo, con su vista elevada sobre la bóveda de donde nacían similares picos mirando al suelo, como si ambos grupos de piedras simbolizaran la boca por donde las oraciones suben a Dios y su respuesta que baja sobre la tierra a sus siervos.
Sin hacer ruido, se aproximó a un extremo desde donde solo podía ser visto por Noema.
Ésta realizó una reverencia y se trasladó dentro de la sala como si se mudara de lugar para continuar orando. Al soldado que la miraba sin perderle ojo, le hizo una señal de su intención y se dirigió al otro extremo, lentamente, sin alterar la conexión espiritual con Dios, como si alternara su adoración en determinados lugares especiales de la impresionante cueva, que constituía un gran templo para el Creador.
Cuando estuvo cerca de Noe se arrodilló y como si estuviera orando comenzó a preguntarle: -
- ¿Qué ha pasado Noe, porque te arriesgas acercándote a los dientes de Dios?
- Unos atracadores han causado bajas en mi tribu llevándose a mis dos hermanas y las provisiones con las que pensábamos pasar el invierno.
- ¿Y que puede hacer yo, Noe?
- Tú tienes caballos domados.
- Sabes que nadie ha domado el caballo aparte de mi pueblo, pero no nos está permitido entregarlos a nuestros enemigos, pues podrían usarlos contra nosotros.
- Se han llevado a mi hermana Loina y Palacra, y si no los alcanzamos pronto, las violaran y tendrán hijos impuros. Si tan solo dispusiéramos de cuatro caballos, mis hermanos y yo alcanzaríamos pronto al grupo.
- Correrás mucho peligro, esos atracadores suelen ser hombres aguerridos difíciles de vencer. Aguarda debajo de la montaña, veré si consigo la ayuda que me pides.
Al salir se acercó a Altor y le dijo:
- Altor, tengo que confesarte un secreto.
- Hace algunas lunas vine a este lugar sola, para adorar a Dios.
- Corriste un riesgo innecesario, cuando siempre tienes soldados a tu servicio.
- Deseaba venir sola, y conseguí burlar la guardia, pero no controlé bien al caballo y caí en una poza de tierras movedizas.
- Cuando parecía que iba a morir ahogada, Dios me envió a un salvador, un habiru que arriesgando su vida se acercó con una liana y consiguió sacarme.
- El caso es Altor, que a la tribu del habiru que me ayudó, le han atacado unos noditas y se han llevado cautivas a dos de sus hermanas.
- ¿Qué podemos hacer nosotros? Ya sabes que a tu padre Lamec y a tu hermano no les parece bien que intervengamos en guerras ajenas a nuestro pueblo, y podrían considerarlo una deslealtad.
- Tú tienes hombres incondicionales que te servirían sin pestañear hasta la muerte si fuera preciso.
- Tendríamos que eliminar a todos los noditas que intervinieron para que ninguno pudiera reclamar a sus vecinos y provocar un incidente peligroso.
- Cuando lleguemos al pie de la montaña debo informar al habiru de tus planes.
- Deja que sea yo quien hable con él. Trataré de ofrecerle la mejor ayuda posible, dijo Altor.
- De acuerdo, lo hallarás escondido detrás de la roca pelada, pero ve con cuidado, no le gusta tratar con personas ajenas a su pueblo.
- Noe, se que estás escondido, ¡sal!
- No avances mas, contestó Noe.
- Mi Señora me envía a buscarte, dignate hablar con este soldado, por favor.
- ¿Qué ha dispuesto tu Señora?
- Mis soldados y yo os ayudaremos.
- No necesitamos soldados, solo caballos para alcanzar a los atracadores antes que se unan a su tribu. Mi Señor no aprobará la ayuda de soldados extranjeros.
- ¿Cómo sabes que tu Señor no aceptará la ayuda?
- Porque he actuado por iniciativa propia. Ahora estarán preparándose para marchar y alcanzarlos, pero al no poder dejar abandonadas a las mujeres y los niños, iremos demasiado lentos, y debemos alcanzarlos antes que se unan al resto de su tribu porque somos insuficientes para prevalecer sobre ellos.
- ¿En que dirección se marcharon?
- Hacia el gran rió. Si tuviéramos caballos los alcanzaríamos antes de que lograran cruzarlo.
- Nosotros podemos alcanzarlos y destruirlos, solo necesitamos saber la forma de identificar a las dos mujeres que debemos conservar vivas.
- Solo van dos mujeres cautivas, porque son una partida de guerreros noditas, pero será suficiente con que les impidáis avanzar, nosotros los alcanzaremos y Dios los entregará en nuestras manos.
- Esta bien, pero emprended cuanto antes la marcha, los retendremos antes de que alcancen las montañas, le dijo Altor, indicándoles con la mano el final del valle donde se encontraban.
Pronto alcanzaron a los atracadores dejándose ver por ellos. Los noditas cuando vieron los temibles hombres a caballo, miraron con desesperación la distancia que quedaba por recorrer para llegar a las montañas, donde los caballos no serían útiles, pero como era evidente que no podrían lograrlo, decidieron hacerse fuertes entre los árboles, y dispusieron a algunos guerreros escondidos sobre las ramas, para caer sobre los jinetes mientras otros a pie esperaban la llegada de los soldados.
Altor vio como se adentraban en la zona de bosque y dejando apostados a dos soldados, pasó de largo, como si no tuviera ningún interés por los extranjeros, para hacerles pensar que otro propósito les hacía discurrir por ese camino.
Los noditas que vieron pasar al grupo sin que se aproximaran a ellos, respiraron con tranquilidad y decidieron esperar hasta que se alejaran los jinetes.
Por la dama que les acompañaba, pensaron que era un grupo que escoltaba a una reina y que obviamente se alejarían de cualquier peligro que significara un riesgo para su misión, cualquiera que fuera.
Sin embargo, Altor y sus hombres simularon que necesitaban efectuar una parada al finalizar la arboleda, como a un tiro de piedra del enemigo. Noema hizo relinchar al caballo, como si éste se negara a seguir avanzando, cayendo al suelo, mientras que el grupo de soldados detuvieron su marcha para ayudarla.
Entretanto, Noe sin más demora se apresuró a regresar al campamento, pensando que se encontrarían desconcertados, buscándolos para diseñar el plan de ataque, pero Lamec tenía otro propósito, y continuaba arrodillado mirando al cielo como quien busca una respuesta de Dios a sus desgracias.
Las mujeres atendían a los heridos y los hombres reparaban los daños de las carretas que habían sido chamuscadas por el fuego.
Noe se aproximó a su padre e interrumpiéndole la oración le dijo:
- Padre debemos salir pronto si queremos alcanzar a los agresores antes que se unan a una tribu numerosa.
- No hijo, Dios dispondrá lo que debemos hacer. Hemos pecado contra Él, y esto debe ser un castigo para que corrijamos nuestros errores.
- Pero padre, hemos cumplido con sus disposiciones, ¿cual ha sido nuestro pecado?
- Algunos de nuestros siervos comieron el animal sin esperar a concluir el ayuno y lo despedazaron despiadadamente sin que hubiese muerto, sin derramar toda su sangre.
- Si padre, pero mis hermanas no pecaron y Dios no castiga a los inocentes. Deja que mis hermanos y yo vayamos a salvarlas, seguro que cuentan con el favor de Dios.
- No podré soportar que maten a alguno de mis hijos, dejaremos el asunto para negociarlo, tal vez por un precio nos las devuelvan, o podemos comprarlas en mercados de esclavos.
- Déjame unos hombres y me acercaré a negociar el cambio.
- Está bien hijo, toma dos de tus hermanos y tres guerreros y cuando os acerquéis haced señales de que queréis negociar, no peleéis, para no morir.
- Ten cuidado hijo mío, si os ocurriera algo darías con las canas de tu padre al Seol y mi alma moriría dentro de mi.
- Madre, es necesario, le dijo Noe besándola tiernamente, secándole las lagrimas que rodaban por sus mejillas.
Noe sin embargo, sabía que Altor no respetaría lo pactado y mermaría a los noditas. Era evidente que un grupo tan especializado en las artes de la guerra prevalecería con mucha facilidad contra aquellos criminales, pero debía llegar a tiempo para evitar que utilizaran a sus hermanas como escudos o moneda de cambio por sus vidas.
Entretanto, Altor dispuso a los arqueros formando media luna y distanciado unos de otros como diez pasos, mientras los agresores continuaban en sus puestos esperando que el grupo de militares continuara su marcha, o en caso contrario, los guerreros situados sobre los árboles atacarían a los soldados sorprendiéndolos por la espalda.
Para sorpresa de ellos, el grupo militar trotaba lentamente, peinando el bosque en sentido contrario a la dirección que llevaban los noditas.
Éstos ignoraban el motivo de la maniobra y pensaron que si se ocultaban entre los árboles y se mantenían en silencio, fuere cual fuere la causa de la marcha, pasarían sin que les molestaran, pero cuando estaban como a treinta metros, los arqueros blandieron sus arcos y las flechas volaron silbando entre los árboles como proyectiles, alcanzando a cuatro de los noditas que se desplomaron contra el suelo.
El resto del grupo de noditas corrían despavoridos retrocediendo el camino que llevaban en su huida, pensando escapar de tan sorprendente pesadilla.
Noe ya bajaba con su grupo cuando los dos soldados apostados le hicieron señales con sus brillantes cascos para que se detuvieran.
El grupo de Noe interrumpió la carrera para recuperar fuerzas y se apostaron esperando la llegada de los bandidos.
El jefe de la expedición agresora pensó en escapar llevando a una de las mujeres por un atajo sin que fuera visto, pero Altor notó la ausencia del desaprensivo y lanzó su caballo contra el nodita que emprendió la huida, disponiendo que sus hombres mantuvieran la persecución del resto del grupo.
Los asesinos terminaron por salir a campo descubierto donde esperaba Noe, y tan pronto como estuvieron a tiro, los soldados que se quedaron apostados, tumbaron con su flechas a dos de ellos, mientras Noe y sus hermanos aprovechando la confusión, se lanzaron con sus espadas a un cuerpo a cuerpo.
Los noditas dudaron entre regresar o enfrentarse, cuando las flechas a sus espaldas alcanzaron a otros dos.
Todavía no habían decidido por donde huir, cuando Noe cargaba con toda sus fuerzas, abatiendo al resto del grupo, excepto a uno de los noditas que sostenía a su hermana Loina con un cuchillo al cuello, en afán amenazante si no se detenía el ataque y le dejaban marchar, sin duda percibió que los soldados ayudaban a la tribu que ellos habían atacado en la madrugada.
La situación era muy tensa, Noe y sus hermanos se quedaron quietos, mientras que el nodita se retiraba con la joven a un extremo seguro, donde no diera la espalda a los soldados.
Noema no había participado en la batalla hasta ese momento, pero desde donde ella estaba situada era la única posibilidad de abatir al nodita antes de que se hiciera fuerte. Bajó del caballo y arrastrándose como una serpiente entre la maleza, con el cuchillo mordido con sus dientes, se abalanzó contra el nodita, mientras éste continuaba atento al grupo de Noe y los soldados, asestándole una puñalada en el hombro. El hombre mal herido se desprendió de Loina y se fue contra la reina para matarla.
Noema sintió que iba a morir a manos del salvaje, cuando Noe saltó como un tigre y con el cilindro lanzó una cerbatana que le asestó en el cuello. Tras el impacto, corrió el veneno por sus venas desplomándose casi instantáneamente.
Noe no hubiera utilizado ese arma de no haber sido totalmente necesario, sobre todo para que no fuera conocida y no la pudieran copiar sus enemigos.
Cerca de allí, Altor localizó al nodita que corría junto a Palacra, buscando un refugio donde no ser visto hasta que hubiera pasado el peligro, de modo que espoleó al caballo para aumentar la velocidad alcanzándolo con rapidez y, en tanto que el criminal se revolvió para repeler el ataque ya había instalado en su cabeza el hacha que portaba.
La mujer temblorosa pensaba en un enemigo mayor que le arrebataría la vida, y quedó inmóvil por el miedo. Altor se detuvo y bajándose del caballo se acercó lentamente a la joven, que caía de rodillas al suelo.
Cuando estuvo junto a ella, se arrodilló acercando su mano a la barbilla, levantando su cara para que alzara la mirada que tenía clavada a tierra. Sus ojos se encontraron y quedaron atónitos por unos instantes, Altor pensó que estaba delante de un ángel de Dios, mientras ella temblaba pensando en un ángel exterminador que venía a castigarlas por sus pecados. Altor reaccionó diciéndole:
- No temas, hemos venido a salvaros de vuestros captores.
- Tu hermano Noe, pidió a mi reina que os salváramos, pero ignoraba que hubieran capturado a la mujer más bella que jamás concibió la Tierra.
- ¿Dónde están mi padre y mis hermanos?
- No temas, ya deben haber reducido al resto del grupo y salvado a tu hermana. Vayamos a su encuentro.
El grupo de Noe se separó de los soldados en el camino de regreso cuando la dirección a seguir lo hizo necesario, y tan pronto como fueron vistos, estalló de júbilo el campamento, abrazándose las mujeres a su madre con lágrimas en los ojos.
Lamec abrazó a Noe, diciéndole:
- - El Señor nos ha traído consuelo y ha bendecido tu trabajo, hijo mío.
- Dios a oído tus oraciones, ángeles del cielo bajaron a luchar con nosotros y así fue como dieron en nuestras manos a tus enemigos, padre.
- Celebremos esta gran victoria dando gracias a Dios que luchó con mis hijos a favor nuestro y regocijemos nuestros corazones.
Lamec dudó un momento pareciéndole una impostura, pero Noe hizo sonar su cilindro en forma de silbato y se dejó llevar por la emoción disfrutando del momento.
Las mujeres gritaron:
- Lamec nos ha salvado mil veces y su hijo Noe nos salvará miles de veces de nuestros enemigos.
Se habían disipado sus dudas, sobretodo al comprobar que Noe sería aceptado con naturalidad sin que hubiera disputas por el puesto.
Noema durante el camino notó que Altor estaba impresionado, inmerso en sus propios pensamientos, sin conversar como de costumbre, así que rompió el silencio diciéndole:
- Altor, has tenido una victoria y no se han producido bajas, considera lo ocurrido como un incidente sin consecuencias. Ninguno de los hombres que te son leales revelará el asunto. Además, estoy yo para avalarte en un supuesto caso.
- No pensaba en esa posibilidad, Señora.
- ¿Qué te ha parecido Noe y su familia?
- El habiru parece un hombre excepcional, nada inferior a nosotros, como los salvajes.
- Nuestros mundos nos separan, dijo Noema para disipar la inquietud que pudiera tener Altor sobre sus sentimientos hacia el habiru.
- Es precisamente lo que pensaba, esas personas están desprotegidas y puede tragárselas la tierra violenta.
- ¿Qué te parecieron las hermanas de Noe?
- No sé, solo pude hablar con Palacra, la joven que tuve oportunidad de liberar.
- Parecía muy hermosa, ¿no?
- Hay algo en ella que no sabría describir. Palacra me pareció una diosa, una de las vírgenes que dedicamos en sacrificio a Dios.
El grupo cruzó las puertas de la ciudad en silencio, sin despertar sospechas sobre sus actividades como si no hubiera sucedido nada relevante.
La ciudad dormía, la oscuridad terminó por dominar las luces que invadían sus dominios, imponiendo el silencio sobre los últimos focos de música, que se resistían a romper el día con el descanso obligatorio que impone la noche.
Las puertas del templo estaban cerradas, pero dentro, en una sala privada, seis sacerdotes alrededor de una mesa redonda hablaban tranquilamente, sin prisas. El asunto necesitaba un análisis profundo y a esas horas estaba garantizado el secreto de la reunión, porque nadie requeriría nada especial de esos hombres, que deseaban pasar desapercibidos.
El sacerdote principal Shemihaza planteó la cuestión a debatir:
- Los que estamos aquí reunidos somos conscientes de la situación a la que hemos llegado. La ciudad no puede crecer indefinidamente sin abandonar las defensas naturales y las zonas amuralladas.
- Nuestro sistema de clases está llegando al límite, los soldados quieren esposas en propiedad para vivir de modo parecido a los hombres libres; piensan que ellos son los que sostienen en seguridad nuestro mundo y merecen disfrutar de él. Los esclavos se niegan a labrar la tierra y edificar casas para que otros las ocupen. Las mujeres quieren puestos de responsabilidad y hombres en propiedad para su libre disposición, y los nobles, miopes, no ven el peligro, solo piensan que son como dioses que merecen la adulación que los demás les dispensan.
El sacerdote principal retomó la palabra diciendo que en general se había debilitado la fe en una vida futura, que nadie creía como ciencia cierta las historias que ellos contaban sobre los inicios de su civilización. El poder de Dios para castigar a los malos y premiar a los buenos después de la muerte, era puesto con frecuencia en tela de juicio en conversaciones privadas, y este pensamiento debía considerarse altamente peligroso, porque desembocaba en un deseo desenfrenado de disfrutar de la vida actual a toda costa, como la única posibilidad de aprovechar la existencia. Y terminó planteando la pregunta de cómo se podría solucionar estas cuestiones tan delicadas
- Azael respondió: Tendremos que modificar muchas cosas, incluso la historia de nuestros orígenes.
- Podemos relegar a las mujeres a un segundo plano, responsabilizándolas del fracaso de nuestros primeros padres en el paraíso, e introducir un elemento de esperanza para el futuro, una simiente que liberará a la humanidad del mal.
- Pero los hombres instruidos y los sacerdotes que conocen bien las escrituras, pueden descubrir el asunto y presentarlo como un fraude.
- Haremos que se descubran manuscritos antiguos que contienen leves modificaciones respecto a los actualmente conocidos.
- ¿Quién escribirá esos manuscrito, y quién lo distribuirá?, dijo Harmoni
- Deberá de escribirlo uno de nosotros, pero no lo distribuiremos, dejaremos que sean descubiertos por personas humildes de diferentes clases sociales. Nosotros nos opondremos al rumor que se extenderá sobre dichos documentos diciendo que no son ciertos, que no hay ninguna antigua revelación de Dios que no conociéramos y que de existir, esos supuestos manuscritos serán idénticos a los que utilizamos en nuestros oficios religiosos. Aunque deben notar cierto nerviosismo, para que sospechen que algo nos preocupa, porque de ese modo crecerá el interés por la historia.
- ¿Cómo conseguiremos que un grupo se marche de la ciudad a otro lugar?, manifestó Artacof.
- A la muerte del Mesías, sus seguidores huirán para no correr la misma suerte llevándose los conocimientos necesarios para comenzar en otra parte del planeta. Soldados, masones y monjes, ambiciosos e inconformes con el estatus actual liderarán ese grupo y nosotros convenceremos a los hombres y mujeres fieles a nuestra causa, que aún no era el tiempo para que apareciera el Mesías prometido, que un futuro descendiente de la familia de Lamec será el que traiga la solución a nuestros problemas.
Los papiros guardados daban la apariencia de ser muy antiguos, lo que los hacía mas apropiados para el fin perseguido.
Entró en su cuarto mas interior corriendo el cerrojo tras la puerta para no ser sorprendido mientras escribía. Pensó en producir cuatro manuscritos ligeramente alterados unos de otros. Estiró los rollos sobre la mesa y escribió la historia de modos diferentes:
El primer relato pensó ilustrarlo en forma de alegoría, y la serpiente que sedujo a la mujer pasó a ser un nodita, otro habitante de la tierra, que con la astucia propia de este animal se acerca a Eva para enrollarse en un abrazo con ella, cometiendo adulterio. Dios comunica al hombre Serpiente que su castigo sería una descendencia perversa que dominaría la tierra, pero que la descendencia de la mujer con su esposo Adán, produciría hombres buenos que al final prevalecerían. Además, le dijo a la mujer que esta descendencia buena, sería difícil de obtener, y que los daría a luz con fuertes dolores de partos.
En el segundo de ellos, un pensamiento retorcido como una serpiente le hace dudar a la mujer de su Creador, llegando a pensar que la vida puede desarrollarse mejor siguiendo sus propios planes. Dios le advierte que su parte mala daría descendientes malos, y su parte buena hombres dignos, pero que al final de los tiempos se impondría el bien sobre el mal, solo que por su error este fin se conseguiría tras muchos sufrimientos.
En el tercer manuscrito, un dios denominado Serpiente, que formaba parte del grupo de Señores del Paraíso, que explotaban al hombre primitivo como animal de mano de obra, muestra un interés desmedido por la mujer, copula con ella y le revela que su naturaleza no es diferente a la de ellos, que pueden adquirir el conocimiento comiendo del fruto prohibido y vivir. Posteriormente es expulsado, degradado y obligado a vivir como los hombres primitivos y los animales, impidiéndose que la pareja humana acceda al Árbol de la Vida, y condenándose a ambas descendencias, a una rivalidad infinita, hasta que prevaleciera un hijo de la mujer, un Mesías, un líder que llevaría a su pueblo a la victoria final contra sus enemigos, instaurando la paz eterna.
Y en el cuarto manuscrito, alteró el orden cronológico del relato influyendo en la interpretación del lector. Ahora daba la impresión de que la mujer y el hombre, se adhirieron a la causa de un ángel rebelde contra Dios, antes de tener hijos y que fueron expulsados del paraíso. Sus descendientes serían impuros y condenados a muerte hasta la llegada de un descendiente de la familia de la mujer, un Mesías que vencería a las fuerzas del mal, seres espirituales inicuos que usan a los gobernantes para producir el caos en la tierra.
A partir de entonces, estás historias se esparcirían como la mala hierva que crece en los sembrados, logrando alterar el orden social y provocando que los inconformes decidan formar un grupo numeroso, que terminen expulsados de la ciudad, emigrando a otros lugares de la tierra, exportando nuestro sistema de vida.
El plan trazado consistía en que cada uno de estos rollos llegara a personas inconformes de cada colectivo como si se tratara de un secreto guardado por el Sumo Sacerdote.
Al día siguiente, Azael realizó una visita a los soldados en sus cuarteles. Como de costumbre les dirigió unas palabras elogiando su labor y ofreciéndose para recibir a todos lo que quisieran exponerle algún problema, o bien, desearan conversar para recibir estimulo
Cuando regresó al templo, era tarde, porque fueron muchos los soldados que vinieron a comentarle sus inquietudes, dejándose olvidado en la capilla el manuscrito que hacía alusión a un descendiente especial indeterminado.
El soldado que vigilaba el lugar lo comunicó al oficial, que se lo quedó para entregárselo personalmente. Éste, comenzó por leer el texto. No entendía bien el simbolismo, pero aquella noche tenía que pernoctar con una importante prostituta del templo, a quien preguntaría sobre el particular.
Cuando estuvo con la prostituta, le contó que Azael había olvidado un rollo en sus dependencias del cuartel y que deseaba leerlo con ella para que se lo interpretara. La sacerdotisa en principio tuvo miedo, le contestó que si llegaba a conocerse podía costarles la vida, porque ese sacerdote tan poderos no permitiría que los legos leyeran documentos sagrados ni cuestionaran las doctrinas fundamentales, pero el capitán no cesó en su empeño y le propuso leerlo antes de devolvérselo.
La prostituta terminó aceptando la propuesta y leyó el rollo: En él se describía a un descendiente especial de la mujer, sin precisar con exactitud la familia de donde procedería ni su sexo. Al comprobar que difería de la historia oficial, se preguntaba si Azael llevó por error este rollo al cuartel, o si su olvido había sido premeditado. Su miedo creció al descubrir que se estaba fraguando una rebelión que fraccionaría en dos grupos irreconciliables a los ciudadanos.
- ¿Has comentado con alguien este hallazgo?, le dijo la prostituta.
- Bueno, lo sabe el soldado que lo encontró, pero él no pudo leerlo.
- ¿Y otros oficiales?
- Supongo que no, que solo nosotros dos y el soldado.
- ¿Has advertido al soldado que guarde silencio?
- Si, pero ni siquiera es necesario. Es un hombre muy confiable que suele limitarse a realizar limpiamente su trabajo.
El oficial salió a su encuentro en cuanto se enteró de su llegada y lo invitó a su despacho. Estaba preocupado porque esperaba que este monje no regresara por el documento, lo que le daría la oportunidad de valorar si devolvérselo o darle otro uso mas provechoso.
Después de su charla con la sacerdotisa, sospechaba que en breve la población sería dividida en posibles lealtades y todavía él no había tenido tiempo de valorar que bando resultaría vencedor, a decir verdad, ni siquiera imaginaba como se conformarían los diferentes círculos de poder.
- ¿A que se debe el honor de su visita, Reverendo?, le dijo el capitán.
- He olvidado un documento en la capilla.
- Está en mi poder. Se lo iba a entregar personalmente.
- Gracias capitán, me será muy útil para continuar mi investigación. Es un documento apócrifo que arrebatamos hace muchos años a una tribu enemiga y servirá para contrarrestar las mentiras de los enemigos de nuestro mundo, fortaleciendo la fe en nuestras tradiciones. Pero, quizás sea positivo que usted lo lea para incluir sus opiniones al respecto.
- Mi Reverendo es muy benévolo, pero sabe que ese trabajo no es negocio para un militar. Me tendrá a su servicio para cualquier empresa que requiera el arte de las armas.
El siguiente paso era introducir otro de los manuscritos en un cofre y esconderlo debajo del obelisco en honor del maestro masón que construyó el templo, muchos años antes de aquella generación, cuando aún vivía Mejujael.
Los sacerdotes, hacía tiempo que cuestionaban la ocupación de suelo sagrado por un monumento en homenaje al constructor, que su mérito era meramente profesional, que no estaba investido de santidad, así que con la excusa de colocar en su lugar un altar auxiliar para pequeñas ceremonias, le pidieron a los masones que retiraran el obelisco.
Al Gran Maestre masón no le gustó el encargo que alteraba la distribución del espacio interior, y menos aún, por cuanto consideraba su labor tan sagrada como la de aquellos monjes y guardaba un grato recuerdo de su Gran Maestre, que construyó el templo. Sin duda, un hombre con excepcionales cualidades espirituales, cuyo trabajo no desmerecían en modo alguno, cualquier otra actividad de los hombres importantes de la ciudad. Murió accidentalmente mientras caminaba por la ciudad, atropellado por un carruaje de caballos desbocados por una pelea de perros, habiendo dejado grandes obras realizadas y muchos proyectos pendientes. A pesar de los años que habían transcurrido, aún su fama permanecía entre los masones como un ejemplo a seguir, como un símbolo de dedicación al trabajo a favor del Todopoderoso, el Altísimo sobre toda la tierra.
Circulaba por la ciudad diversas historias sobre este Gran Maestre. Aseguraban que había heredado el secreto de labrar la piedra y construir, de Cáin, el primer Gran Maestre de la Orden, quien a su vez, había sido enseñado directamente por Dios. Y ahora, aquellos monjes ingratos estaban dispuesto a desplazarlo como una persona que dedicara su vida a una actividad lúdica cualquiera, sin tener en cuenta que defendió los valores que impulsaron la sociedad.
Sus recomendaciones para mantener unidos al cuerpo de masones, se interpretó por alguno de ellos como una profecía que se cumpliría durante su generación, previendo la ruptura de su mundo en pedazos, dispersándose por toda la tierra, y que serían necesarios muchos maestros masones para edificar templos en otras ciudades como lugares de adoración a Dios. Sin embargo, por parte de los monjes, se daba otra interpretación a sus palabras, señalando que el texto aplicaba exclusivamente a masones, que por ambición y envidia provocarían al final de los tiempos una división entre sus propios hermanos, tratando de involucrar en esta guerra a toda la sociedad, pero que no sucedería mientras el vigilante principal, el sumo sacerdote, tuviera la aprobación de Dios, hubiera sido nombrado por Él, y no fuera un impostor, un apostata el que ocupara su lugar. Y lógicamente esos acontecimientos no habían sucedido ni parecía que pudiera suceder durante aquella generación. Quizás dentro de algunas generaciones podría resultar veraz tal predicción, pero no en los días que estaban viviendo.
Artacof y Matrael se encargaron de esconder uno de los manuscritos de Azael en un cofre, dentro del obelisco, junto con un rollo de instrucciones de aquel Gran Maestre, dejando la superficie en el mismo estado que se encontraba, de modo que no pareciera que hacía poco se había levantado la piedra.
De todos modos, para desmontar el obelisco y llevarlo al taller no era necesario el trabajo de un maestro, sería suficiente que lo hicieran los aprendices, y Matrael, distrajo al maestro, hablándole, mientras dos jovencitos abrían la piedra y desmontaban el pequeño monumento.
- Solo necesitamos un pequeño altar del tamaño imprescindible para los vasos sagrados que empleamos en las ceremonias diarias, y habíamos pensado que confeccionaran un diseño a escala.
- Si Reverendo, nuestro Gran Maestre me encargó que tomará las medidas de la zona que piensan utilizar para que el altar guarde la debida proporción.
- Pues veremos. Podrían ser doce lozas de ancho por doce de largo el lugar que ocuparíamos los monjes, que nos dividiríamos por turnos, para que mientras oficiamos, nuestros hermanos realicen otras labores necesarias.
- Bien, no es necesario que me explique tantos detalles, mediré las distancias y se las entregaré al Gran Maestre para que prepare el proyecto.
Éste titubeo, en realidad no sabía si presentarlo al Gran Maestre, o comentarlo con el monje, pero decidió llevarlo a los talleres y después decidirían su destino.
Los jóvenes pensaron que contenía joyas u otros objetos de valor, que su maestro podía apropiárselo.
El maestro despejó aquellas dudas en cuanto llegaron al taller. Lo primero que hizo fue dirigirse al despacho del Gran Maestre y comentárselo. Salieron de inmediato ambos, abrieron el cofre y comprobaron su contenido delante de los jóvenes, ordenándoles que llevaran el cofre a la mesa del escriba para que se hiciera cargo de los documentos que había en su interior, y colocaran el obelisco en un lugar seguro.
Así lo hicieron, y se marcharon a sus casas intrigados por lo que en realidad decían los rollos, aunque se les antojaba de lectura muy complicada, de caracteres muy antiguos para que ellos lo pudieran entender.
En sus mentes circulaba la pregunta inevitable de si sabían realmente los monjes el contenido de aquel cofre, y si así fuera, por qué darían tan poca importancia a aquellos rollos, como para abandonarlos en manos laicas.
El Gran Maestre examinó los documentos percibiendo la diferencia con la historia oficial, y si bien, en círculos de maestros de alto grado era frecuente dudar del relato histórico e interpretar en otros parámetros de pensamientos los datos oficiales, especulando con interpretaciones escondidas entre los textos, este documento, aunque no le pareciera que su relato fuera del todo cierto, confirmaba la sospecha de lo impreciso de sus relatos.
El sector mas complicado de implicar en la confusión era el clero. Los mojes y monjas conocían bien las historias de sus orígenes y para conseguir la división entre ellos, no era necesario alterarles los textos, bastaría con elevar a puestos de segundo orden de importancia a reconocidos críticos de la estructura jerárquica, con mucho poder de influencias. Estos hombres al principio serían colaboradores, pero con el tiempo volvería la ambición y se encargarían de conferir a los textos sus propias interpretaciones, cambiando el sentido e incluso si fuera necesario alterando los registros históricos.
A los esclavos les gustaba la idea de que para Dios todos los hombres son iguales, como algunos de entre ellos les explicaban. Este pensamiento los consolaba, al menos ante Dios todas sus criaturas tenían la misma dignidad mereciendo ser libres y vivir del producto de su propio trabajo.
Con esta idea preconcebida, no resultaba complicado convencerles de que en realidad son una propiedad especial de Dios, y que Éste algún día enviaría un libertador que los condujera a una tierra que mana leche y miel, haciendo de ellos una nación fuerte que dominara en medio de sus enemigos.
Un monje de alto rango disconforme con su suerte en el reparto de poderes y sensibilizado con la causa de los esclavos, podría ser útil para preparar un plan perfectamente tramado. Se necesitaba hacerle pensar que los esclavos merecían un libertador, para pasar a concluir, que si Dios es justo, debía disponer de algún plan para liberarlos. Quizás terminara pensando que, Dios le había elegido para realizar esa monumental obra.
De Ulmen rumoreaban que procedía de los esclavos, que una princesa lo recogió siendo un bebé, cuando estaba a punto de morir abandonado por sus progenitores. No conoció a sus padres y aunque siempre le dijeron que la princesa era su madre, sabía que sus rasgos raciales marcaban una diferencia que le hacía más parecido con los esclavos que con la raza noble.
Este monje visitaba con mucha frecuencia a los esclavos para animarlos, oír sus quejas y compartir sus penas. Creía haber localizado a los que debían ser sus familiares y les miraba con cariño, como a los hermanos que nunca había tenido, y a su anciana madre, la que parecía estar impresionada cada vez que le veía.
En algunas ocasiones amonestó a los jefes de esclavos si se excedían en sus funciones y requerían un rendimiento superior al estipulado, y otras veces, hasta llevó a algunos al consejo de ancianos para que fueran castigados.
Hubiera sido un buen guerrero y seguro que habría escalado a puestos muy altos, pero la princesa le suplicó que no eligiera esa carrera, que sus aspiraciones se podrían cumplir siguiendo el camino de los hombres piadosos. Le aseguró que dentro de la curia llegaría a se un jefe importante, y a decir verdad, ya era uno de los más importantes que se encontraban en segunda línea, a la espera de que falleciera alguno de los Santos Padres y le nombraran para alguna de aquellas dignidades.
En ocasiones, había dicho a los esclavos que en el planeta existían otras ciudades donde sus habitantes no servían al único Dios, vivían vidas depravadas, y su conductas desaprobada, estaba llegando a un punto culminante en el que Dios los expulsaría, dejándoles sus tierras.
Sin embargo, este pensamiento repudiado por la ortodoxia, planteaba el interrogante de si en otros lugares de la tierra, los seres que la habitaban creían verdaderamente en la existencia de Dios. De lo contrario, la idea de que procedían de Él, habría sido inventada por la industria de algunos monjes, hace ya miles de años, con la intención de controlar a la población. Éste sostenía por el contrario, que aquellos seres humanos no servían a ningún Dios, porque aunque conocían su existencia, se negaban a servirle, pero Dios les permitió tiempo para que comprobaran que vivían en el error, que su mundo, dirigido por ellos de modo independiente llegaría al caos y desaparecería.
Estando un día en el templo, se quedó solo, absorto en sus pensamientos, arrodillado ante el altar de Dios, cuando una voz procedente del infinito le dijo:
- Ulmen, Ulmen, mi siervo escogido
- No tengas miedo Ulmen, solo a ti me he manifestado
- ¿Qué deseas de tu siervo, Señor?
- Se que amas a mi pueblo, y sabes que debes hacer.
- ¿Qué puede hacer un simple hombre como yo, Señor?
- Ulmen, la ciudad tiene los días contados. No pasará esta generación sin que sea devorada por el fuego y sus piedras sean derretidas. Tú debes sacar antes de esa destrucción a mi pueblo.
- ¿Cómo un simple humano como yo, podrá convencerles para que me sigan, y después vencer la resistencia de los poderosos?
- Comprobarán que no existe nadie más poderoso que yo.
Lamec solía estar ebrio porque bebía vino todo el día desde el amanecer, y en ese estado de embriaguez sus pensamientos resultaban clarividentes como el de cualquier persona sobria, con la excepción de que sospechaba que algunos de los que estaban a su alrededor intentaban engañarle y hacerle pensar que todo iba bien.
No podía confiar sus sospechas a ningún miembro de su gobierno, porque no estaba descartado que la traición procediera de alguno de entre ellos, pero tenía un siervo de toda confianza que estaba exclusivamente a su servicio, un hombre muy inteligente que se ocupaba de su casa; un mayordomo que nunca ocupó puestos importantes en la administración de la ciudad, pero que todos lo respetaban y temían por su proximidad al monarca.
Los que residían en la casa real y los visitantes se mostraban muy prudentes y no intimaban con él debido a sus influencias con el rey, pero tampoco se atrevían a ocultarle información que requiriera sobre cualquier asunto relacionado con la seguridad de su Señor.
Su Señor le estaba muy agradecido, porque en su juventud lo apoyó cuando fue juzgado por matar a un hombre en una reyerta. Él testificó que Lamec se defendía de una agresión y el tribunal lo declaró inocente basado en que Caín alegó inocencia por falta de pruebas, por lo cual, Lamec debía ser protegido con más fuerza porque tenía testigos de su inocencia.
Y pudo decir: “Sí siete veces ha de ser vengado Caín, entonces Lamec, setenta veces”.
Porte, pensó que tendría muy poco éxito que se infiltrará entre la gente de la ciudad para recabar información, así que reunió a tres soldados que estaban a su cargo en el servicio, y les ordenó que en su tiempo libre, intentarán enterarse de los asuntos que se rumoreaban por la ciudad, bien en los mercados, o lugares de placeres nocturnos donde se disfrutaba de la música. Él por su parte, pasaría por los centros de trabajo, con alguna excusa, efectuando ciertas preguntas a personas de entre los trabajadores, soldados y esclavos.
Con un poco de suerte encontraría aún abierto el taller de los masones que acostumbraban a prolongar los trabajos hasta muy tarde, y hablar con alguno de los maestros antes de que cerraran.
Por el camino, a pesar de la hora, pasaron por su lado los aprendices que retiraron el obelisco del templo, lo que por supuesto no consideró normal, porque nunca permitían trabajar hasta tan tarde a los aprendices, pero se hizo el desentendido y les devolvió el saludo con toda naturalidad
Al llegar al taller, el maestro de aquellos aprendices aún estaba dentro, terminando de poner en orden las citas de trabajo para el día siguiente, y Porte conforme llegó, se apresuró a saludarlo:
- ¡Buenas tardes Jonatán! ¿Mucho trabajo este día?
- Ya sabes lo que cuesta hacer entender a los jóvenes el arte de la construcción. Tú has enseñado a algunos soldados a servir al rey, y te harás cargo.
- ¡Sí, ya veo!, encontré a tus dos aprendices por el camino, y parecían muy agotados, como si hubieran realizado un trabajo muy duro.
- Sí, han sido clases prácticas y debieron grabar algunas piedras para un nuevo altar del templo.
- ¿Cómo es eso, pues? ¿No existen suficientes altares?
- Eso tendrás que preguntarlo a los monjes, nosotros recibimos el encargo.
- ¿En que lugar del templo pondréis ese altar?
- Los monjes quieren una pequeña capilla en el lugar donde se encontraba el obelisco del constructor.
- Bien, no te interrumpo mas Jonatán, que tengas un buen descanso.
- Gracias Porte, lo mismo te deseo.
En la sala de música, los hombres se juntaban en grupos que solían beber en exceso y estar muy entonados, siendo muy posible lograr que alguien revelara asuntos de su vida privada.
Los soldados de la casa del Rey se incorporaron a estos grupitos, manteniéndose en expectativa de algún comentario fuera de lugar. Lo cierto es, que en presencia de ellos se imponía la prudencia y no salían datos interesantes, ni tan siquiera entre quienes abusaron del vino, hasta que por fin, uno de los servidores de Porte decidió sondear el terreno:
- ¿Sigues colado por la monja?, ¡eh! Jeto
- ¿Qué te parece?, dijo Jeto con cierto enojo porque no le gustó la ironía de Retín.
- Creo que dentro de algún tiempo permitirán esposas propias a los soldados de segundo rango, dijo Retín en tono conciliador.
- Tonterías, tú sabes que un soldado no puede servir atado por esposas e hijos.
- Pero no es justo que vivan solteros de forma indefinida. Cuando alguien ha prestado muchos años de servicio, deben permitirle construir su propio hogar, pues en ese sentido, hasta los esclavos viven mejor que los soldados.
- Pues …
- Pues ¿qué Jeto?
- Bueno, no es seguro lo que te voy a decir, pero creo que anda por ahí una noticia que se pasan de esclavo a esclavo, relativo a un posible cambio.
- ¿Cómo es posible?, han pasado generaciones enteras y todo sigue igual.
- No lo se, y no he podido obtener información exacta porque solo les he pillado palabras sueltas, pero esta vez creo que están mas ilusionado que en otras ocasiones.
- Bueno, puede ser una impresión tuya sin mas fundamento, dijo Retin, aunque en realidad pensaba que ya tenía algo con fundamento, que contarle a su señor.
Los otros dos servidores de la casa del Rey, consiguieron saber por uno de los soldados, que aquella semana recibieron dos visitas del monje Azael y que estaban muy contentos con la atención que les prestaba.
Aunque estas cosas no parecían trascendentes por si mismas, Porte, una vez las tenías todas recopiladas decidió presentarlas a su Señor, y exponer su parecer al respecto.
Porte sabía que el rey dormía muy poco, así que antes del amanecer para no interrumpir otras visitas, ni inferir en el desarrollo de las tareas de su señor, se presentó en los aposentos de Lamec, tocó con el nudillo de la mano derecha muy levemente la puerta, cuando desde el interior una voz con autoridad le dijo:
- ¿Mi Señor, ha descansado bien?
- Si Porte. Deja el protocolo y siéntate. Dime que has averiguado.
- Aparentemente todo sigue su curso normal, pero existen indicios que dejan entrever planes ajenos a la autoridad establecida.
- ¿Indicios?, ¿argumentos rebuscados?, ¡Porte!
- Sí mi Señor, eso es lo que tengo: Soldados ilusionados por un anunciado cambio y esclavos que perciben una próxima liberación.
- Siempre lo han deseado. No has encontrado nada nuevo, Porte.
- No, pero los monjes están provocando a los masones y ordenan construir un altar en el lugar donde se conserva el monumento a su constructor, y las ilusiones de los soldados y esclavos parecen tener más fundamento que en otras ocasiones.
- De esos monjes no me fío, ¿qué se propondrán?, dijo Lamec.
- Según dicen, un simple altar para reunirse en grupos mas pequeños.
- Conspiran Porte. Mantente vigilante. Esta mañana puedes encargarte personalmente de acompañar a mi esposa Sela al templo. Indaga lo que puedas allí.
Cuando Porte se retiró, Lamec se quedó pensando, que en los últimos sacrificios en el templo, el haz de luz pasó muy próximo a su cabeza, como si el astuto Sumo Sacerdote quisiera hacer pensar, que Dios tenía interés en sacrificar al propio Rey.
Sospechaba que lo dirigía según su voluntad, pero no podía poner en tela de juicio, que es Dios, quien elige a sus victimas.
Había intentado envenenar en varias ocasiones al viejo monje, y tenía en mente el sucesor, pero nunca fue posible hacerle beber ni comer cosa alguna que no preparara su sirvienta preferida, una especie de monja que en privado ocupaba el lugar de una esposa.
Los monjes no eran incondicionales, ni vivían de las ofrendas voluntarias del pueblo, sino que se tuvo que establecer la recaudación de un diezmo obligatorio para su sostenimiento. Incluso la propia casa del Rey destinaba diez mil ciclos de plata anuales para el clero, lo que significaba comprar a un alto precio la lealtad de la clase sacerdotal, pero aun así, los monjes creían que el mérito de sostener el mundo se debía a ellos y lo consideraban un insuficiente pago por su valioso servicio.
Aunque Lamec entendía bien estas cosas, no encontraba la forma de aislarlos en el servicio del templo sin ingerencias en la política y actividades propias de su gobierno. Sabía que Shemihaza, u otro sacerdote, podrían considerarse dignos de su corona y que en el fondo ambicionaban su poder.
Sela salió apenas los primero rayos de sol asomaron a través de las montañas, y Porte, atento, se dispuso a salir también. Hacía tiempo que este servidor no la acompañaba personalmente, así que le produjo un poco de extrañeza que trató de disimular, pero Porte parecía haberse dado cuenta y así se lo hizo saber inmediatamente:
- He recibido órdenes de acompañarla en su visita al templo. Espero sea de su agrado.
Se arrodilló en el altar y oraba moviendo sus labios, mientras el sacerdote principal Shemihaza la contemplaba desde su habitación, por un mirador secreto. La mujer se veía angustiada; inclinaba su cabeza hacia el suelo, y luego alzaba sus ojos al cielo, a los grabados que en la cúpula representaba a Dios. Parecía reclamar una respuesta a sus suplicas.
¿Qué preocuparía a tan elevada dama?, se preguntaba el monje que decidió aparecer por sorpresa, como si fuera un ángel de Dios que portaba la respuesta demandada.
- Hermana Sela ¡Qué grato es verle en la casa del Señor, como cuando servías en el templo! El Señor es amoroso y nos premia con tus visitas.
- Padre, siempre sigo considerando mi casa, la casa de mi Dios.
- Es verdad hija. Dios te ama y desea tu felicidad. ¿Qué aflige tu alma?
Sela pensó como podía el monje intuir que ella tenía alguna preocupación, si nunca le había contado nada de su vida.
- Dios me ha colmado de felicidad, me ha concedido todo, pero tengo miedo de despertar de un sueño.
- Serás feliz el resto de tus días y tu hija seguirá tu camino después de ti.
- El caso es Padre, que Noema no tiene intención de servir en el templo. Yo le impedí que se ofreciera en sacrificio y le hice pensar que Dios podía usarla para levantarle una descendencia que dirigirá al pueblo.
- Quien sabe hija, tal vez Dios habló a través de tus labios y sus planes de perpetuar el reino, sea a través de tu hija. Es ya una atractiva mujer, adoradora de Dios, que le gusta visitar el santuario que se encuentra fuera de la ciudad.
- Sí, pero conoció accidentalmente a un habiru y éste le habló de una descendencia de su mundo similar a la nuestra, y es un hombre de mucha influencia en su tribu, hijo de un principal, dijo dando un dato muy comprometido debido a la preocupación que la embargaba, confiando en el secreto obligatorio al que estaban sujeto los monjes.
- No debes extrañarte hija, su mundo y el nuestro tienen la misma raíz; ellos también proceden de Dios, pero tú debes ser inteligente y dominar la situación. La cuestión es si el habiru acepta nuestro mundo, nuestras costumbres.
Porte tampoco confiaba en los monjes, y aunque se relacionaba bien con algunos de ellos, no se consideraba estimado sino respetado por su proximidad al rey. Se mantuvo a cierta distancia de Sela hasta que ésta terminó su conversación con Shemihaza, y se quedó orando a solas en el templo.
Aprovechó para husmear por los alrededores por si encontraba alguna de las sacerdotisas de su confianza, o mejor alguna prostituta con la que mantuvo en el pasado una amistad.
La suerte quiso que se encontrara con Estil, que ahora ya mayor, se encargaba de otras labores necesarias en la casa de Dios; que en el pasado estuvo unida a él por un fuerte vínculo amoroso, y a decir verdad, continuaba queriéndolo, aunque el hombre nunca optara por rescatarla del servicio.
Se cruzaron la mirada entre ambos, brevemente. La monja, que apartó la suya en señal de respeto, dirigiendo sus ojos al suelo, continuaba la marcha, sin esperar recibir ninguna atención, pero Porte decidió abordarla:
- Estil, ¿cómo estás?
- Mi alma sigue sirviendo al Señor
Reaccionó como si su saludo hubiera sido natural y continuó hablando.
- Hace tanto tiempo que no nos vemos.
- Sabes que me retiraron del servicio, pues soy mayor y mi fuente se ha secado.
- Pero sigues siendo una hermosa mujer y con experiencia para hacer feliz a un hombre.
- ¿Qué quieres Porte? Tú eres un buen servidor que no deja a tu amo ni por un momento, y menos por mujeres que no te faltarán en aquella casa.
- Pero ninguna como tú. Nunca te olvidé.
- Sabes que sigues contando conmigo para lo que puedas necesitar.
- Por cierto, se está reemplazando por un altar el monumento al maestro constructor, ¿verdad?
- Porte, ¿qué puedo saber yo al respecto?, sabes que no se nos dan datos de esas decisiones.
- ¿Han retirado el obelisco?
- Si, eso es evidente, pero nadie ha explicado nada del asunto.
- Tienes un sobrino al que puedo reclamar para el servicio de la casa del Rey, le dijo, aunque sabía que se trataba de un hijo que le había criado una de sus hermanas.
- Porte. Si haces eso te lo agradeceré toda la vida.
- Solo sé que hubo una reunión extraordinaria de los Padres, cuando la ciudad dormía.
- Ha sido un placer hablar contigo, Estil.
De nuevo le pareció que Sela se disponía a salir, así que interrumpió su investigación, aunque en verdad le hubiera gustado buscar un sacerdote para entablar una conversación.
Sin embargo, cuando pensaba que iban a salir, Sela se acercó y le dijo que deseaba saludar a sus antiguas compañeras, así que se dirigió a un lateral del templo, en dirección a las estancias de trabajo de las mujeres. Quiso continuar con ella, pero Sela le dijo que esperase afuera, que no tardaría demasiado en conversar con una de las sacerdotisas.
Cuando desapareció de su vista se acercó a Argos, que se encontraba en el confesionario. Se arrodilló ante el sacerdote e inició la conversación con el saludo rutinario:
- Bendito sea el Señor nuestro Dios.
- Sea por siempre bendito y alabado.
- ¿Necesitas limpiar tu alma de algún pecado?, hijo.
- Siempre necesito el perdón del Señor porque tengo malos pensamientos.
- Pero si lo rechazas con prontitud no es pecado, sino una tentación. Además, siempre tienes prostitutas en el templo a las que puedes solicitar sus servicios y evadirte de los problemas.
- No padre, mis malos pensamientos no son sobre mujeres, ese asunto lo tengo superado.
- Entonces, ¿qué malos pensamientos puede tener hijo?
- Pensamientos malos de verdad, Padre. Aveces veo monjes con espadas, e imagino que intentar quitarnos nuestras mujeres y nuestros hijos, se apoderan de nuestras casas obligándonos a huir a las montañas. Y quiero borrar de la mente el pensamiento, pero cuando me quedo solo, vuelve a invadirme la misma visión.
- Por tu visión pareces temer a un enemigo religioso que ataca a nuestro pueblo, pero no está justificado tu temor, tenemos un ejército bien preparado. No debes hacer caso a esas visiones, hijo. Los monjes velan por vuestras almas e interceden con Dios para que perdone nuestros pecados.
- Gracias Padre por su interpretación, ahora estoy más tranquilo, pero, ¿y si muriera el Rey, mi Señor, que esta muy avanzado en años?
- Todos somos mortales, y aunque pedimos a Dios larga vida para el Rey, la muerte le llegará algún día. Pero nuestro pueblo lo tiene todo controlado y Dios ha dado herederos al Rey, ¿no es verdad, hijo?
Argos se perturbó con aquella visión y, en algún momento le pareció la sospecha de la casa real contra el clero, más que un verdadero sueño perturbador. De todos modos él no conocía ningún proyecto encaminado a alterar el orden.
Al terminar el horario de confesión, se dirigió a la Biblioteca para descansar y consultar algunos escritos de videntes, para compararlos con la visión de Porte.
Al llegar se encontraba allí Artacof, al que realizó una reverencia y continuó su marcha en dirección a los estantes, cuando el monje superior, le indicó amablemente que se detuviera:
- Argos, ¿cómo te ha ido la jornada en el revisionario?
- Ha sido un día normal, excepto por una de las visiones presentadas por un ciudadano cuya conciencia estaba perturbada por algo que no quería contar con detalles.
- Un ciudadano presentó una visión en la que unos monjes extraños, tras esparcir la palabra blandieron espadas haciéndose con el poder absoluto, desposeyendo a los ciudadanos de sus pertenencias y expulsándolos de su tierra, más allá de las montañas.
- A veces sucede que alguna persona no nos parece sincera, pero debemos mostrarnos humildes y atender a toda cuestión que se nos plantea con humildad, para acercarlos a Dios. Él es quien juzga, nosotros hacemos nuestro trabajo con imparcialidad.
- Ese es el consejo que seguí, hermano Artacof.
- Bien hijo, sigue así y el Señor premiará tu labor. Algunas personas piensan que no estamos a favor del gobierno y creen que lo ambicionamos para nosotros, pero debemos seguir el camino de los piadosos para despejar esas dudas.
- ¿Existe en los rollos algún sueño similar, hermano Artacof?
- Quizás hijo, busca entre los escritos y seguro que Dios te mostrará algún ejemplo parecido, que ofrezca una solución.
Sela, salió preocupada de su visita a la hermana Diamela, por sus comentarios sobre el nuevo rollo en circulación. Era la segunda vez en el mismo día, que la idea de un descendiente se le refería, y en ambas ocasiones no favorecían al que oficialmente debía sustituir a Lamec, su hijo Tubalcaín.
No quería pensar, que de algún modo intentaran enfrentaran a sus hijos en una disputa por la corona, y la tranquilizaba saber que los lazos de amor entre ambos superaban toda ambición. Le tocaba no obstante, advertir a Lamec de la posibilidad de que se estuviera desarrollando una conspiración.
Al regresar a palacio de su visita al Templo, Porte y Sela se dirigieron cada uno a sus lugares de labor, sin detenerse a comprobar si la situación había cambiado.
El ambiente era tenso y el aspecto de los soldados que custodiaban la entrada, de mucha seriedad.
Porte lo percibió perfectamente decidiendo informar a Lamec mas tarde, cuando la actividad diplomática hubiera concluido, y su Señor dispusiera de tiempo. Pero al llegar a sus dependencias de trabajo, uno de los servidores a su cargo le indicó que Lamec había ordenado que se personara inmediatamente en su despacho.
Anunciaron a Lamec su llegada y éste prescindiendo del protocolo ordinario despidió a Tubalcain y a Altor, haciéndolo pasar inmediatamente.
- Dime Porte, ¿qué has podido investigar en la visita?
- No he encontrado ninguna prueba tangible de que se esté fraguando una traición a mi señor, pero he descubierto que se ha realizado una reunión secreta de los Padres, de madrugada.
- ¿Y dices que no has encontrado pruebas? ¿Te parece de poca importancia ese acontecimiento?
- Corresponde a mi señor determinar lo apropiado de la reunión. No obstante, la primera consecuencia de dicha reunión ha sido retirar el monumento al constructor del templo y la construcción de una pequeña capilla en su lugar.
- ¡Cómo!, contestó Lamec. Eso incomodará sobremanera al cuerpo de constructores. Quizás esos monjes no quieran liderar una revuelta, pero buscan desequilibrar el orden para que otros les hagan el trabajo. ¿Viste algún monje importante durante la visita?
- La información la obtuve de Estil, la mujer con la que hace años mantuve una relación; pero si, Shemihaza se acercó a Sela mientras ella oraba y estuvieron unos minutos hablando.
- Ya, dijo Lamec. Ese viejo zorro trataría de ver la reacción de Sela, por si ella supiera de esta investigación, pero aún no le he hablado de este asunto. No la quiero preocupar hasta que tengamos datos concluyentes que impliquen a las personas que han trazado el plan.
Mientras planificaba las actuaciones que llevaría acabo, pensó en llamar aquella noche a Sela para que durmiera con él.
Para Sela sería una sorpresa porque hacía más de un año que su señor no requería de ella el deber conyugal.
Durante la cena, Lamec pasó por el lado de sus mujeres dejando en manos de Sela la llave de su habitación, y ésta sorprendida la recibió con lentitud, como quien acaricia la virilidad del propietario. Sus ojos llenos de felicidad se enturbiaron con unas lágrimas de gratitud.
Aquel había sido un día hermoso, y pudiera concluir aún mejor. Se adornó con su mejor traje de noche tras la cena, y se dirigió a la habitación de su señor. Al entrar se arrodilló ante Lamec, pero éste la tomó levantándola y abrazándola contra él fuertemente, mientras ella se estremeció y se entregó a sus caricias.
La tomó en sus brazos y la introdujo en la cama; pero cuando parecía que su señor se disponía inmediatamente a penetrarla, la miró fijamente diciéndole:
- ¿Cómo fue tu visita al templo?
- Como de costumbre.
- Con la excepción de que hoy Shemihaza me estuvo hablando. Al principio me encomió por mis frecuentes visitas al templo y después me preguntó sobre mis preocupaciones respecto de Noema, tu hija.
- Noema, esa hermosa gacela. ¿Qué te preocupa?
- No lo sé, la veo inquieta.
- Es normal a su edad, pronto la casaremos con Altor y formaran una de las casas nobles más importantes del reino, después de su hermano Tubalcain, mi heredero.
Cuando despertó, Sela se había marchado y se quedó pensando que interés podría tener Shemihaza en Noema. Pronto habría sacrificios en el templo y no quería pensar, que se le ocurriera al viejo zorro apuntar con el haz de luz a Noema, o quizás a Tubalcain.
Aquella noche, Hacán, el gran maestro masón decidió ir a visitar a Shemihaza. Oficialmente debía protestar sobre la retirada del monumento en memoria del constructor del templo y la construcción de un altar en su lugar, aunque en realidad conocía la verdadera razón.
El éxodo fue una idea original de los masones que veían como se agotaban sus posibilidades de expansión en la ciudad, porque el gobierno de Lamec paralizaba todo proyecto de crecimiento dirigido en este sentido, pensando que las nuevas poblaciones no se mantendrían leales al reino.
Cuando entró en las dependencias del Santo Padre, le refirió las buenas comunicaciones con la sala principal del templo, secreto que ambos conocían y que permitía a Shemihaza oír y ver la zona principal sin que nadie lo pudiera percibir.
Shemihaza contestó que le daba alguna ventaja a la hora de tratar ciertos asuntos, y pasaron a tratar el tema que apremiaba actualmente:
- ¿Conseguiste que los monjes secundaran el plan?, preguntó Hacán.
- Sí, contestó Shemihaza. En realidad no fue muy difícil, pero parece que en palacio comienzan a sospechar.
- Bien, ¿y que piensas?
- Que se debe acelerar el asunto.
- No podemos precipitarnos, debemos mantener la calma y seguir aparentando que son ideas ajenas a nuestras voluntades.
Hacán, propuso que se trasmitiera a los soldados la promesa de llegar a ser ciudadanos libres antes de los veinticinco años de servicio; que ese galardón pudiera alcanzarse a partir de los cinco años.
Cuando iban por este punto en la conversación, llegó a la cita Jabel, el hijo de Lamec nacido de su esposa Adá, que era el segundo comandante de las tropas, y que contaba con el apoyo incondicional de su hermano Jubal.
Jabel no estaba de acuerdo en que fuera Tubalcaín el heredero de Lamec porque se violaban sus derechos de primogenitura.
Shemihaza le contó por donde marchaban en la conversación respecto del plan trazado, y le indicó la intención de dejar correr la promesa de alcanzar la ciudadanía a los soldados en un plazo de cinco años de servicio. A los que Jabel contestó enseguida:
- Pero eso solo podremos usarlo como una estrategia para ganar la colaboración de los soldados. En verdad, cuando se produzca la expansión no se podrá cumplir la promesa.
- ¿Cómo hacemos llegar esa promesa a los soldados?, dijo Jabel, tratando de arreglar el desliz anterior.
- Hay un texto que cayó en sus manos y debe de estar ya en circulación la idea, contestó Shemihaza.
- ¿Por qué no se nada aún?, replicó Jabel.
- El capitán que vio el texto lo consideró con su prostituta, pero supongo que por prudencia espera que alguien le hable para decidir en que bando debe militar.
- Lo llamaré mañana a mi despacho y hablaré con él. Veré hasta que grado esta dispuesto a colaborar. En caso contrario deben morir él y la mujer.
- No será necesario, porque Azael estudió bien al capitán receptor del rollo que dejó olvidado premeditadamente.
Su esposa murió y él encontró consuelo y amor en la madre de este joven que muchos consideraban hijo suyo, procedente de una relación oculta.
Joma llegó a pedir que se le incluyera entre los esclavos, pero también le fue denegado. No obstante, de forma ilegal vivían en familia e incluso le enseñaba al joven el oficio.
Hacán contaba con su lealtad porque lo protegía permitiendo su estilo de vida, y lo libraba de cualquier problema que surgía entre los masones por este motivo. Había considerado con él el rollo que contenían el obelisco, y junto con Jonatan esparcía la noticia al resto de los masones.
El Gran Maestre, declaró con acierto, que en la actualidad se habían debilitado las lealtades al régimen, y esa deslealtad era el abono perfecto para comenzar a ilusionar al pueblo con el florecimiento de un Nuevo Orden.
Después de las conversaciones secretas mantenidas por los monjes y mandatarios, se empezó a crear un ambiente de descontento entre las clases sociales, con comentarios que les hacía pensar que sobre ellos descansaba la estabilidad del sistema, y por tanto, se consideraran merecedores de mayores beneficios por el progreso obtenido.
Jabel, encargó a algunos de sus capitanes que socavaran la voluntad de los soldados para que hicieran dejación de sus deberes, abriendo el camino para crear el descontrol en la ciudad, cediendo sobre todo con el sector de los esclavos, para que estos, vieran la posibilidad de sublevarse.
En el interior del templo, aunque los monjes no habían cambiado nada de su rutina de trabajo, también comenzaba a notarse el ambiente de rebeldía debido a la influencia de los laicos que planteaban inquietudes extrañas. Una de estas confesiones mantenía ocupado a Argos, que siguiendo las indicaciones del monje superior, rebuscó entre los rollos de la biblioteca hasta que uno de ellos le pareció algo novedoso.
Se trataba de uno de los rollos de Azael, que se encontraba allí con los demás afines a las enseñanzas tradicionales.
Avanzó en su lectura notando que existían diferencias sustanciales, pero se abstuvo de hacer ningún comentario a los presentes, ni gesticular nada al respecto que pudiera llamar la atención.
Se retiró con el rollo a su habitación pensando comentar el contenido con su amigo de la infancia, Ulmen, en cuanto tuviera una oportunidad.
Para su sorpresa éste le visitó aquella tarde para contarle el oráculo del Señor que había recibido, y tras los saludos habituales le comentó el asunto.
- Ulmen, que sorpresa, estaba pensando en verte para comentar contigo este rollo que saqué de la biblioteca.
- ¿Por qué? ¿Tiene algo de especial?
- Bueno, si se lee con detenimiento se pueden percibir cambios significativos respecto de las enseñanzas tradicionales: “El Viento de Dios recorre la oscuridad de la Tierra y la fecunda: Aparecen la luz, los continentes, las plantas y los animales,” dijo Argos parafraseando el texto.
- Parece una herejía explicar de ese modo la creación, pero solo es una alegoría de la versión oficial. En el fondo, aunque personifican al Cielo y la Tierra como dos personas que copulan y generan nuestro mundo, es la misma historia.
- Pero el Génesis actual está modificado, refinado, corregido y actualizado de acuerdo a nuestros conocimientos, y su lectura es comprensible, no parece una fantasía sino un proceso científico.
- Quieren cuestionar nuestros orígenes, Argos, utilizarlo para causar división.
- ¡Mira, Ulmen!, Ahora, Dios consulta con otros personajes la creación del hombre a imagen y semejanza de ellos, y le ordena extenderse por la tierra.
- Esa idea de dispersarse por la tierra se esta extendiendo entre los ciudadanos, dijo Ulmen, es lo contrario de lo que hacemos nosotros, que estamos concentrados en una ciudad.
Las historias de los rollos se esparcían de boca en boca creando nuevas expectativas entre los esclavos, que empezaban a soñar con alcanzar la libertad.
- A propósito de este asunto, continuó diciendo Ulmen: quería decirte que he recibido un oráculo del Señor en el templo, para que libere al pueblo de la esclavitud, lo que unido al nuevo rollo encontrado por ti, resultan dos acontecimientos extraordinarios.
- ¿Cómo es posible?, desde hace cientos de años, Dios no se ha dirigido directamente a persona alguna. Sabemos sus pensamientos por lo expresado en los textos sagrados.
- Puedo asegurarte que yo tampoco lo creía, pero la voz sabía mis deseos y me ordenó que sacara a su pueblo. Quizás no sea solo casualidad que también tu hayas encontrado este texto.
- O quizás intentan manipularnos para que sigamos un camino que ayude a descongestionar la ciudad.
- Bueno, tanto este texto como el oráculo, nos revelan que la voluntad de Dios para nuestro pueblo, es que busquemos nuevos horizontes.
- Continuemos analizando el rollo, dijo Argos, no demasiado convencido de la experiencia de su amigo.
- Observamos que después de forma especial se centra en un hombre y una mujer que fueron nuestros antepasados.
- Tal vez, ¿pero entonces, de donde proceden el resto de los seres humanos?
- De la creación general que hizo al principio cuando creó a los animales que pueblan el planeta, dijo Ulmen.
- Eso no es posible Ulmen, Dios sólo creó una pareja de la que procedemos todos los seres humanos.
- Eso nos enseñaron desde la niñez, pero…
- Estos versículos indican que este hombre fue creado antes que los vegetales, pero eso no es posible; ¿de que se alimentaría para subsistir?, repuso Argos
- Es confuso, dijo Ulmen, pero se ve claro que, para que la tierra sea fértil y crezca la hierba, Dios requiere, que primero el hombre la cultive y después que llueva. Otra invitación a tomar una tierra y cultivarla, convirtiéndola en un paraíso.
- En verdad, convencerías al más incrédulo, Ulmen, pero tu lectura es lineal, vas detrás de una sola idea: “huir a otra tierra mejor”.
La idea que éstos tenían de su procedencia directa de Dios y la esperanza en un Mesías durante su generación, daban alas a sus imaginaciones, aunque no comprendieran como se produciría ese liderazgo. Habían pasado miles de años y ahora no era posible determinar el origen familiar de cada uno, ni tan siquiera la línea principal disponía de un árbol genealógico cierto, que acreditara al heredero con derecho al trono.
Las discusiones se sucedían desembocando muchas veces en disputas por favorecer a quienes consideraba el candidato más idóneo para liderar al grupo. Terminaron por exponerle el asunto, y los calmó diciéndoles, que en principio, la clase sacerdotal podía ejercer esas funciones, hasta que adentrados en un largo período de libertad, se consiguiera determinar el elegido por Dios para conducir los destinos del pueblo.
Sin embargo, muchos de entre ellos le increparon diciéndole: “Si no tomamos la iniciativa, ¿cómo nos ayudará Dios?” Otros le decían: “Tenemos hijos, no podremos luchar contra los soldados, nos estas vendiendo humo”
La familia de Ulmen sufría y trataba de ayudarle, pero él permanecía callado, dejando que menguaran las protestas, hasta que consideró oportuno decirles:
- Dios ha revelado a través de su palabra escrita que somos sus elegidos. Nosotros y nuestros hijos deberíamos ser los que recibiéramos los beneficios de vivir en la ciudad. Nuestros antepasados la construyeron pensando que conseguirían la igualdad.
“Ahora bien, había un río que procedía de Edén para regar el jardín, y de allí empezaba a dividirse y llegaba a ser, por decirlo así, cuatro cabeceras. El nombre del primer río es Pisón; es el que rodea toda la tierra de Havilá, donde hay oro. Y el oro de aquella tierra es bueno. Allí hay también el bedelio y la piedra de ónice. Y el nombre del segundo río es Guihón; es el que rodea toda la tierra de Cus. Y el nombre del tercer río es Hidequel; es el que va al este de Asiria. Y el cuarto río es el Éufrates”. Gen. 2:10-14
- Ulmen, Este texto indica la situación geográfica del jardín, y la posible explotación minera del terreno, ¿conoces donde están esos ríos?
- Si Argos, allí quiere Dios que llevemos al pueblo. Debemos aprovechar que hay personas que quieren que nos marchemos a otro lugar de la Tierra, y por eso han puesto este texto en circulación, así que otra vez es acertada tu lectura.
- Sí, parece que quieren dejarnos a nosotros esa tarea, que debemos aprovechar la oportunidad que nos brinda la ayuda interna, que se intuye, recibiremos.
- ¿Qué opinas de lo que dice a continuación, Argos?: “Tomó Dios al hombre y lo puso en el jardín para que lo cultivase y lo guardase, y le dio este mandato: “Del árbol de conocimiento de lo bueno y lo malo no comas, porque el día que de él comiere, ciertamente morirás” Parece que le prohíbe adquirir conocimiento bueno o malo por medios propios, y le encomienda la tarea de cultivar y cuidar el jardín.
- ¿Cuál era, entonces el plan de Dios?
- No lo se Argos, Los monjes superiores quieren que el pueblo aprenda de las enseñanzas que ellos imparten, pero no quieren que el saber lo consigan de otras fuentes humanas, por eso les prohíbe comer del árbol del conocimiento. También que aceptemos como natural que trabajemos para ellos y les sirvamos.
- Cuando los soldados vengan contra nosotros, nos barrerán con sus caballos y sus armas, dijeron algunos.
- No es necesario que empleemos la violencia, simplemente neguémonos a trabajar y pongamos condiciones. Veremos como reaccionan cuando Dios hable por nosotros, respondieron otros.
- Nos pasarán a cuchillo, o nos expulsarán de la ciudad. No permitirán que adoptemos esa postura.
- Hijos míos, yo he vívido muchos años sirviendo a este pueblo, y nunca he tenido nada: ni casa, ni campo, ¿merece la pena vivir así? Pero ahora, tenemos una oportunidad. Si nos expulsan, Dios nos proveerá una tierra nueva, dijo un anciano que escuchaba atentamente toda la disputa.
- Dios ha hablado por tu boca, le respondió. Una tierra nueva se describe en las instrucciones que dio a nuestros antepasados.
- No permitirán que nos marchemos porque nos necesitan, nos obligaran a permanecer dentro de los muros de la ciudad, replicaron los inseguros.
Sobre que el jardín debía guardarse no habían comentado nada, pero Argos no dejó pasar por alto este importante dato:
- ¿De qué peligro debe guardar el jardín? Ulmen.
- De posibles invasores, se supone.
- Hace pensar con toda claridad que existían otros pobladores humanos en el planeta.
A continuación, le explicó el contenido del nuevo rollo que había encontrado y le comentó parte de las interpretaciones que ellos dieron al texto hasta ese momento, tras lo cual continuaron con la lectura:
“Esto por fin es hueso de mis huesos; y carne de mi carne. Esta será llamada Mujer; porque del hombre fue tomada ésta”. Gen 2:21-23
- Ursa dijo. Ahora queda aún mas claro: La expresión “esto es por fin hueso de mis huesos”, hace pensar que Adán había pasado ya por la situación de tener otra acompañante, y que aquella experiencia fue negativa. Sin embargo, en esta ocasión piensa que la nueva compañera es la adecuada para él, como hueso y carne propia, de su rama familiar.
- Se establece que el hombre abandona su grupo familiar y se acopla al grupo de la esposa como lo natural para aquella sociedad. Es similar al comportamiento de algunos animales que, cuando llega el momento; son expulsados del seno familiar y deben marchar para formar otras familias.
- Muy apropiado si hay que extenderse por todo un territorio, pero nuestro mundo se encuentra aglomerado entre los muros de una ciudad, dijo Ursa.
- El relato continua explicando que una serpiente seduce a la mujer y le convence de que es posible comer del árbol del conocimiento del bien y del mal sin morir, sino por el contrario llegar a ser como Dios. ¿Quién es la serpiente y qué han querido transmitir aquí?, preguntó Argos
- Muy bien ilustrado, dijo Ursa. La mujer desnuda por el jardín atrae el interés de otro hombre que desea abrazarse a ella como una serpiente que se enrosca de una presa.
- Es verdad, la serpiente puede ser uno de los dueños del jardín que la sedujo. Evidentemente era de la misma naturaleza humana, que le gusta la mujer y decide copular con ella, revelándole que la diferencia entre ellos, consistía únicamente en la ropa que cubría su cuerpo. Se trata sin duda de un hombre más avanzado, de una cultura superior, dijo Argos.
- Otra invitación a conseguir la libertad, para lo cual debe desafiarse las normas establecidas por aquellos hombres que explotaban el jardín, dejando de ser inocentes servidores, que descubrirán gracias a la ayuda de uno de ellos, que pueden valerse por si mismos.
Tan pronto como se hizo evidente la aptitud adoptada por estos trabajadores, le hicieron saber a Jabel la situación para que restableciera el control, regresando a la normalidad.
Siguiendo el plan trazado, los soldados se presentaron sin mucho interés en la zona de la ciudad donde residían los esclavos, pero se limitaron a controlar el orden sin forzar para nada a los esclavos, que viendo la pasividad se iban crecieron, pensando que existía miedo al enfrentamiento.
Ulmen continuaba comparando las dos situaciones: El comportamiento de uno de los dueños del jardín propició la salida de Adán y Eva, y ahora, de nuevo eran los hombres serpientes quienes propiciaban la rebelión.
Seguía el texto de este rollo, alterando el orden tradicional, de modo que se relata la concepción de hijos, antes de que fuera expulsada del Paraíso la pareja humana: “Ahora bien, Adán tuvo coito con Eva su esposa, y ella quedó encinta. Con el tiempo ella dio a luz a Caín y dijo: ‘He producido un hombre con la ayuda del Dios’. Más tarde volvió a dar a luz, a su hermano Abel”. Gen 4:1 y 2
- Esta declaración de la ayuda de Dios por concebir y dar a luz al primero de estos dos hijos, muestra claramente que se produce cuando aún mantienen una buena relación con su creador y por lo tanto todavía no habían contravenido sus órdenes y viven dentro del jardín de Edén. De otro modo, ¿por qué dar el mérito a un Dios que les había condenado a morir y desaparecer para siempre?
- Puede ser, respondió Ursa, pero los hombres siempre tan iluso, seguro que no habéis reparado en el detalle principal.
- No parece que del texto se pueda deducir mas cosas, dijo Ulmen
- Observad que solo hay un coito para dos hijos.
- Pues es verdad, ¿quiere decir que estos hermanos son mellizos?
- O que uno de los hijos no es de Adán, dijo Argos. Además al que Dios ayuda a nacer es precisamente al primogénito, el que actualmente se considera creador de este mundo que agoniza.
- Bueno, ayuda al mestizo, porque no es posible distinguir cual de los dos es el descendiente de la serpiente, dijo Ursa.
El hombre “dios serpiente”, es degradado; expulsado de su comunidad para que viva como los animales del campo, y su descendencia con la mujer sería proscrita. Dios mismo promete crear la enemistad entre los dos grupos nacionales que estaban a punto de salir del vientre de Eva.
La descendencia de la mujer con el hombre creado por Dios, prevalecería sobre los descendientes del traidor.
A partir de este momento, la historia dio un vuelco sorprendente, el segundo descendiente rompe con la tradición familiar de cultivar el suelo, ha conseguido domesticar algunos animales, y obtiene de ellos carnes para alimentarse y pieles para cubrir su cuerpo: “Y Abel llegó a ser pastor de ovejas, pero Caín se hizo cultivador del suelo. Y al cabo de algún tiempo aconteció que Caín procedió a traer algunos frutos del suelo como ofrenda a Dios. Pero en cuanto a Abel, él también trajo algunos primogénitos de su rebaño, aun sus trozos grasos. Ahora bien, aunque Dios miraba con favor a Abel y su ofrenda, no miraba con ningún favor a Caín ni su ofrenda”.
- A Adán le gustaba mas comer la carne que le proveía su hijo Abel que el grano de su hijo Caín. Los pobladores del paraíso aprecian como de más valor, las ventajas que ofrece la ganadería sobre la agricultura, aunque ambas son imprescindibles para la vida y por eso éste se sintió desplazado, dijo la sacerdotisa.
- Dios cumple su promesa de crear la enemistad entre los descendientes, dijo Ulmen. Caín se siente defraudado, porque siendo el primogénito y continuador de la tradición de agricultor, tenía derecho a la herencia; y sin embargo, Adán valoró el trabajo de Abel como mas importante, o al menos los alimentos que le presentaba.
- En cualquier caso, la salida de Caín vino como consecuencia de no ganarse el favor de Dios. Se siente desplazado en su entorno familiar y por los dueños del paraíso, y provoca un duro enfrentamiento en el que resulta muerto su hermano. Este retraso del aprovechamiento de la ganadería, fue el motivo principal por el que nuestro pueblo perdió el ritmo del progreso, a favor de los habitantes de la ciudad.
- Después de todo, por lo que vemos, el pueblo elegido de Dios no son los continuadores de la cultura de Caín, que al principio fue inferior. Luego somos nosotros, los de origen semita, que procedemos de tribus habirus, dijo Ulmen.
Los esclavos que protegían las entradas a las calles principales, en una lucha a muerte, consiguieron desarmar a los soldados agresores arrebatándoles la vida.
Los capitanes conminaron a sus hombres para que retrocedieran, y el júbilo se apoderó de los esclavos. Habían visto la ayuda de Dios, habían visto como Dios había cegado a los soldados que incapaces de defenderse fueron abatidos.
La situación que se había creado era insostenible: La idea de la ayuda sobrenatural, hizo crecer la moral de los esclavos, que con la posesión de algunas armas y enseres de trabajo, pensaban que podían dar la vuelta a la tortilla, apoderándose del control, o al menos, salir en libertad hacía otro lugar de la tierra, mientras que los gobernantes de la ciudad no deseaban emplearse con toda contundencia, por lo incierto del resultado en cuanto a números de bajas entre los esclavos, lo cual no era nada deseable porque los necesitaban para el sostenimiento de la ciudad.
Así las cosas, Lamec ordenó a Tubalcaín que se reuniera con los generales y vieran el modo de solucionarlo lo antes posible. Debían de atender a una comisión de esclavos y comprar su lealtad al precio que fuera, o por el contrario obligarlos por la fuerza. En definitiva todo el grupo debían llegar a comprender que Dios seguía apoyando a su Hijo sobre la tierra, y que sus vidas estaban supeditadas a la obediencia de sus normas.
Una comisión en representación de los demás fue recibida en el palacio de Tubalcaín.
- Servidores del reino, hemos tenido la deferencia de recibirlos para escuchar sus reivindicaciones, por no emplearnos con toda contundencia eliminando la resistencia, pero no estamos dispuesto a conceder nada a cambio de la impostura.
- Ustedes necesitan de nuestro trabajo pero no comparten los beneficios, respondieron tímidamente.
- Reciben el alimento, la ropa y una casa donde guarecerse ¿Y dicen que no disfrutan de la prosperidad del pueblo? ¿No será que son unos ingratos?
- Servidores, ya he oído las fantasías de vuestra gente, ¿de verdad piensan que prevalecerán contra soldados instruidos para la guerra y equipados con armamento?
- Ya hemos prevalecido una vez.
Eso se debe a una negligencia del cumplimiento del deber, pero no volverá a repetirse. - Nuestra petición es justa. Dios quiere que regresemos a nuestra tierra y ha desenterrado el rollo que contiene la promesa, respondió el mismo alzando la voz.
- Lo han interpretado mal, por favor señores, no sean ciegos, muchos van a morir. Si quieren puedo conseguir del rey mejores condiciones de trabajo, mas tiempo libre y mayor ración de comida, pero de ningún modo consentiremos que abandonen la ciudad.
Esto preocupó sobre manera a Ulmen, que deseaba acudir a la escena, aunque continuó analizando el texto un poco más, para no dar la impresión de impaciencia.
- ¿Y qué sucedió en el paraíso cuando Caín se marchó, Ulmen?, preguntó Argos
- La mujer, debido a la guerra familiar, ha perdido a sus dos hijos: uno en la muerte y el otro en el destierro. Y a partir de ese momento, empieza a cuestionar su mundo, comienza a cuestionar a Dios,
- El hombre ahora es un dios comparado con los animales, pero desnudo aún, ha perdido la inocencia, tiene miedo y sabe del gran desafió que implica el derrotero que ha elegido. Ya no podía quedar confinado en un jardín y necesitaba extenderse por la tierra, dijo Ulmen.
- No sabemos hoy cual es el simbolismo del árbol de conocimiento, pero vemos que guarda relación con cubrirse de ropa por vergüenza a enseñar los órganos genitales. Por tanto lleva implícito el salto del “hombre animal” por el “hombre dios”, o dicho de otro modo: del hombre salvaje al civilizado, de esclavo a libre.
Ante aquella oferta los servidores se dividieron; algunos apreciaron el avance, pero otros veían que era el tiempo de conseguir la libertad absoluta. Al final decidieron replantear la cuestión a la asamblea para decidir que debían hacer.
Tubalcaín les dijo que no regresaran si no era para aceptar el pacto que les ofrecía, y que disponían de cuarenta y ocho horas para responderle, porque transcurrido ese plazo de tiempo, los obligaría por la fuerza, aplicando las leyes que le amparaban.
La comisión llevó la palabra de vuelta transmitiéndola en los mismos términos y se produjo otra discusión:
- O sea, que no traéis nada, dijo uno de los descontentos.
- Pero hay mejoras, respondieron los favorables al pacto.
- Nos ofrecen migajas, cuando nuestro Dios nos ha dicho que libertad, y ustedes hablan de más pan. No queremos pan, sino libertad.
- Eso es guerra y no somos hombres de guerra, moriremos todos.
- Cobarde e incrédulo es este pueblo que no cree que Dios tiene poder para librarnos.
- Señores, vayamos poco a poco, aceptemos esta mejora y mas adelante plantearemos nuevas peticiones.
Antes del tiempo convenido, una partida de esclavos se adentró en la parte noble de la ciudad, con la intención de crear el pánico y al principio abatieron a algunos soldados, lo que les hizo pensar que Dios les ayudaba a prevalecer, pero la caballería arremetió contra ellos causándoles muchas bajas, obligándolos a retirarse a su barrio a toda velocidad.
¿Qué consecuencias tendría para los esclavos procurar ganar la libertad? El levantamiento del Paraíso las tuvo graves, por lo que Ulmen estaba muy preocupado:
Los dueños del jardín no pueden impedir que lleguen a ser como dios, pero si pueden evitar que dispongan del tiempo necesario para alcanzar el objetivo completo, y se guardan el secreto de la vida indefinida, seguramente para no sentirse amenazado con otra cultura que alcanzara su nivel y fueran competidores. Por eso les impide el acceso al árbol de la Vida
“Y Dios dijo: “Mira que el hombre ha llegado a ser como uno de nosotros al conocer lo bueno y lo malo, y ahora, para que no alargue la mano y efectivamente tome fruto también del árbol de la vida y coma y viva hasta tiempo indefinido...”. Con eso Dios lo echó del jardín de Edén para que cultivara el suelo del cual había sido tomado. De modo que expulsó al hombre, y al este del jardín de Edén apostó los querubines y la hoja llameante de una espada que continuamente daba vueltas para guardar el camino al árbol de la vida. Gen 3: 22-24
Este final auguraba serias dificultades para los esclavos que, de ser similar, significaría al fin la libertad, pero independientes, lejos de la tutela de los dueños de la ciudad.
Después del ataque de los esclavos a los barrios ricos, los libres plantearon el asunto al rey exigiendo una solución inmediata. Estaban muy enojados con las muertes y pedían venganza.
El rey prometió justicia, se reunió con los generales y les ordenó que controlaran la situación inmediatamente, reduciendo a los esclavos, pero Tubalcaín pidió que se respetara el plazo que había concedido y se pospuso la acción para después de obtener la respuesta de la comisión.
Aprovechando el descontento creado entre la clase pudiente, los consejeros del rey analizaron la cuestión para ayudarle ha arbitrar una solución definitiva:
- Sabemos que este incidente lo solucionara la corona sin problemas, pero la cuestión de fondo no se ha analizado para evitar que vuelva a producirse, dijo Azael tomando la iniciativa.
- La ciudad ha crecido demasiado y es incontrolable, dijo Hacan.
- Aún podemos crecer. Solo es necesario que el crecimiento sea homogéneo, respondió pacientemente Lamec.
- Pero los esclavos se reproducen como conejos, y nuestras mujeres tienen la matriz privada de hijos, dijo con seguridad Jabel.
- Exageran, todo esta bajo control, repitió el rey, de nuevo en tono cordial.
- Majestad, creemos que debe permitir la salida de un contingente para que construyan otra ciudad, porque la gran ciudad es un monstruo incontrolable, dijo Matrael utilizando el lenguaje elocuente de los religiosos, controlando perfectamente el tono de voz, para transmitir el pensamiento sin acritud.
- Dios quiere una ciudad como su centro de adoración. Los demás humanos deben vivir en tiendas y debemos someterlos para que adopten nuestras costumbres y forma de vida. Solo que todavía no estamos preparado y debemos esperar a fortalecernos mas. Mi Padre dispondrá el momento oportuno para realizar esa empresa, dijo el rey utilizando su mejor carta: “El privilegio del Hijo de Dios que realiza su obra en la tierra”
- Pero si nos extendemos creando otras ciudades, tendremos más posibilidades, la gloria de Dios será mayor, respondió Jabel.
- Se llevaría nuestros conocimientos, terminarían siendo nuestros competidores y Dios nos castigará permitiendo que seamos derrotados.
- ¿Se derramara sangre que se ha podido evitar? preguntó Azael a modo de quién acepta la decisión del rey, pero puntualiza como útil sus observaciones.
- Considérenlo un pequeño sacrificio para el sostén de nuestra ciudad. Debemos fortalecernos y evitar que los enemigos consigan nuestro avance. Si Dios quiere, pronto estaremos en condiciones de conquistar el Mundo, y la gloria de Dios llenará la tierra.
El hombre para disfrutar de la vida, debe vencer obstáculos, y el retorno al camino anterior ya no era posible, no le serviría para ser feliz. Había descubierto el valor de las cosas obtenidas por el propio esfuerzo y no podía acomodarse a la tutela anterior, debía abandonar el jardín de Edén. Debía crear nuevos paraísos si quería disfrutar de la vida.
A partir de esta parte del texto, el nuevo rollo ayudaba a comprender como se llegó a la actual forma de vida, y continúa con los descendientes de ambas ramas familiares, la de Adán con un tercer descendiente, Set, y la de Caín mezclado con los habitantes de la región de Nod.
Ulmen, Argos y Ursa, no sabían bien a que árbol genealógico pertenecían, pero convenía incluirse entre los que abandonarían aquella ciudad y liderarían una nueva vida en otro lugar del planeta.
Antes de que expirara el plazo concedido por Tubalcaín, los esclavos volvieron a reunirse para decidir que debían responder a la propuesta. Volvieron a producirse los enfrentamientos entre ellos, las acusaciones de traición, de infidelidad a Dios e incluso los insultos.
Los moderados, que calculaban el costo tan alto que se iba a pagar sin resultado positivo, terminaron diciendo que no es el momento de dejarse llevar por las emociones, que debían ser sensatos, que sus verdaderas posibilidades son nulas contra un ejército perfectamente organizado, que morirían mujeres y niños y tardarían en olvidar esta arriesgada aventura.
Sin embargo, los exaltados consiguieron que el entusiasmo se contagiara hasta límites insospechados, llegando a la conclusión de que tenían que sorprender para ganar la iniciativa, y así lo hicieron:
Salieron a toda velocidad por las calles dispuestos a derrotar a los soldados y ganar el control. En un primer momento consiguieron hacer retroceder a los soldados, que en verdad no ofrecían resistencia alguna. Incluso se pasaban al bando de los esclavos y continuaban avanzando.
Tubalcaín ordenó a sus capitanes que se emplearan con toda contundencia contra los amotinados, y sacó a sus soldados a la calle con sus caballos y sus carros de guerra. Y fueron derribando a los esclavos y soldados amotinados y obligándolos a retirarse.
Cuando habían controlado las calles, penetraron en el barrio de los esclavos y fueron deteniendo y poniendo grilletes a los hombres. Continuaron haciendo esto durante todo el día, matando a los que se resistían, hasta que todos los varones adultos fueron apresados.
Lamec ordenó que los soldados amotinados fueran ejecutados y junto con ellos quienes participaron activamente en la revuelta. Muchos esclavos que no pudieron ser identificados como revolucionarios, salvaron sus vidas, junto con los que claramente, no habían apoyado la revuelta.
A pesar que pudo acreditarse que el monje Ulmen no había participado, se consideraba una agravante las promesas de libertad de sus discursos, interpretándose que las esperanza de futuro en la otra vida, se había extrapolado a la actual por la mala interpretación de los amotinados.
De todos modos, quedó exculpado por sus antecedentes familiares, por no manchar la memoria de la hermana del rey, muy querida por éste, pero Lamec que tenía a este monje reservado para el Sumo Sacerdocio, mudó de pensamiento.
Después de controlarse la rebelión de los esclavos, la vida en la ciudad volvió a la rutina, y solo quedaba esperar que pasara tiempo para que llegara el momento oportuno que propiciara nuevos levantamientos.
No pasaron muchos días, cuando se produjo un acontecimiento inesperado:
Se acercaba a la ciudad una pequeña tribu habiru, a quienes Altor ocupado de la seguridad, sabía perfectamente que debería expulsar sin contemplaciones, incluso abatiéndolos; sin embargo, demoraba la salida de sus soldados a caballos para atacarlos y mandó a uno de sus ayudantes que avisara a la princesa Noema.
La tribu que se acercaba, era el pequeño grupo de Noe, que tras las pérdidas sufridas por el ataque de los noditas buscaban desesperadamente una oportunidad para sobrevivir al duro invierno que se aproximaba.
Aunque no parecía necesario, el ejército siguió el protocolo trazado contra los invasores extranjeros. Los soldados levantaron el puente cerrando la puerta de entrada a la ciudad y los arqueros ocuparon sus puestos alrededor de las murallas para repeler a la tribu de Noe, que aparentemente venía desvalida y en busca de ayuda, más bien que con afán de conquista.
La caballería se congregó en la plazoleta delante de las puertas, a la salida de la ciudad, para una vez mermada las fuerzas enemigas, evitar que emprendieran la huida, saliendo en su persecución causándoles el mayor número de bajas posible.
Noema desde el torreón de su castillo vio aproximarse al grupo, reconociendo que eran los habirus a quienes hacía pocos días ayudó a rescatar dos de sus mujeres secuestrada por los delincuentes noditas. Conociendo la terrible acogida que el ejército efectuaba a las agresoras tribus nómadas, salió corriendo inmediatamente a la sala del rey para suplicar por la vida de este grupo, antes que llegara el oficial de turno encargado de informar al rey del peligro de asedio a la ciudad.
Quería apelar a la bondad de su padre y llegando a él se arrodilló recibiendo una caricia del rey, que esperaba la petición de su hija respecto de algún asunto cotidiano. Noema le refirió que había visto aproximarse a un grupo de personas a las que debía que conservara la vida, y solicitó clemencia para ellas.
Lamec se contrarió en gran manera y frunció el ceño en señal de disconformidad, pero Noema no se amilanó y continuó insistiendo. En realidad no era un grupo numeroso como para crear preocupación a los habitantes de la ciudad.
Lamec quiso asegurarle que Noe conservaría la vida, pero ella se mostró en desacuerdo con que pudiera morir el resto de la tribu. Lamec parecía encontrar la solución obligando a los visitantes que regresaran a su lugar de origen sin ser repelidos enérgicamente por los soldados, pero aquella alternativa supondría igualmente la muerte para ellos, porque pronto empeoraría el tiempo sin poder emigrar a una zona mas templada donde encontrar sustento
Noema continuó rogando por sus vidas, llegando a pedir que fueran admitidos como esclavos.
Lamec titubeo aceptar esta solución, pero cedió, pensando que no crearían muchos problemas entre los nobles y los hombres libres, sino que al fin y al cabo, sería mano de obra gratuita por meramente el sustento para sobrevivir.
En aquel momento llegó Altor, que se sintió aliviado al ver que el rey estaba con Noema.
Lamec hizo entrar rápidamente a Altor sin hacer salir a Noema y le ordenó, que por petición expresa de su hija, se tomaba la resolución de dejar pasar al grupo. Que ella les daría instrucciones respecto a como acomodarlos.
Altor ordenó a los soldados para que no hicieran uso de sus armas, e hizo que el trompetero tocara el son de paz, dando instrucciones de que abrieran las puertas, para salir a recibir al grupo, con una delegación de tres soldados. Los soldados de la caballería se apartaron del camino haciendo un ancho pasillo para que Altor saliera a recibir a tan desvalidos y andrajosos visitantes. No hubo ceremonia de presentación de los nuevos pobladores de la ciudad. Como si hubieran sido capturados en una guerra e introducidos durante la noche, pasaron a formar parte del grupo de esclavo de forma casi inadvertida, ocupando los puestos que quedaron vacante en la última revuelta.
Pasado los primeros días de adaptación, el trabajo se convirtió en una rutina diaria. Los hombres jóvenes fueron asignados como ayudantes en las obras que los masones llevaban a cabo, encargándolos de mover grandes piedras para las nuevas construcciones.
El resto de los hombres e incluso algunas mujeres excavaban otro estanque, y construían una nueva muralla a tres mil codos de distancia de la anterior, para permitir el crecimiento de la ciudad.
Comenzaban las faenas con la salida del sol y cuando éste alcanzaba el mediodía, paraban para efectuar una comida y repostar fuerzas.
Las mujeres ancianas y las que criaban hijos eran las encargadas de preparar la comida de los miembros de su familia y de acercárselas al tajo.
Los ancianos estaban liberados de todo tipo de trabajo y podían emplear su tiempo en dar instrucciones a los niños y vigilar sus juegos.
Lamec se adaptó perfectamente a la nueva situación, siendo respetado entre los suyos como el patriarca, si bien, no había presentado sacrificios a Dios desde que vivía en la ciudad. Sus ovejas formaban parte del rebaño del reino y no podía disponer de los animales como antes.
Miraba impresionado el gran templo, preguntándose si en aquel impresionante edificio se impartía justicia verdadera, o si por el contrario, sería un lugar peligroso y tenebroso, administrado por monjes que ofrecían sacrificios humanos al dios del mal para calmar su ira.
Pronto tendría oportunidad de conocer algunas de las facetas de aquellos hombres de túnicas negras, porque recibió una visita de cortesía de Ulmen. Este monje no debatió sobre asuntos filosóficos o doctrinales, tan solo se mostró atento y amable con el anciano, con el respeto que merecía por su estatus de patriarca de su grupo familiar. Lamec sin embargo aprovechó para hacerle una petición comprometida:
- Hay algo que necesito de los hombres de fe.
- Existen servicios religiosos en el templo a los que podéis asistir, donde serán recibido con los honores del grupo al que pertenecen.
- Pero, permítame insistir, ¿no sirven ustedes a Dios conforme a unas reglas definidas?, pues mi pueblo sigue las reglas que fueron transmitidas a nuestros padres desde el principio de la creación.
- Vuestro origen es el mismo que el nuestro y adoráis al mismo Dios, ¿qué impide que se incorporen a nuestros servicios religiosos?
Era mucho mejor dejar en ese punto la conversación, sin crearse la enemistad del monje y de ese modo, al menos, no se convirtiera en un opositor que perjudicara los intereses de su tribu.
Ese mismo día, Palacra y Loina llevaron alimentos y bebidas a sus hermanos que ayudaban en el traslado y colocación de las piedras del estanque que contendría la lengua de agua procedente del riachuelo, para impedir el acceso a la ciudad por lugares no deseado, evitando posibles invasiones, o fuga de esclavos.
Cuando se sentaron con sus hermanos, Loina les ofreció los alimentos mientras Palacra se interesó por su estado de cansancio:
- Estás agotado Noe, se nota el esfuerzo que estáis haciendo para llevar a cabo esta obra.
- Este pan que traes me fortalecerá Palacra, y me dará fuerza para terminar la jornada.
- Si continuáis mucho tiempo haciendo este trabajo, se agotarán vuestras fuerzas, envejeceréis y moriréis más jóvenes.
- Dios nos sacará de aquí antes que se agote nuestra generación, Palacra. Y tú debes mantener tus fuerzas para entonces.
En aquel lugar vivían mejor y con mas seguridad, pero no era su mundo, allí no eran importantes, solo simples esclavos que trabajaban en fines ajenos, a cambio de un techo y el sustento. ¡Qué felices eran cuando en el campo jugaban en libertad y corrían como niños sin temor a ser juzgados por nadie y sin tener que dar cuentas a nadie de sus propias vidas! Así pensaba Palacra, cuando le sorprendió la pregunta de su hermana:
- Palacra, ¿no somos felices aquí, verdad?
- No Loina, pero esto es una prueba que Dios nos ha puesto. Él nos sacará de esta ciudad cuando llegue la primavera, y volveremos a ser felices como antes.
- No sé, Palacra, ¿crees que nos dejaran marchar sin terminar los trabajos?
- Los tenían proyectados antes de que llegáramos y pensarían realizarlos por sus propios medios. Además, pueden reclutar otros esclavos ganados en sus guerras. Nosotros estamos aquí por nuestra propia voluntad, y nos dejaran marchar cuando queramos.
- Pero, ¿y si no fuera así como piensas?
- Nuestro Dios nos sacará porque somos su pueblo.
En palacio, Noema y Altor hablaban también de este problema y buscaban una alternativa de trabajo mejor para la familia de Noe, mas acorde con su rango dentro de la tribu.
Mientras las mujeres regresaban, Ulmen se dirigió al templo después de la conversación con el anciano, y pidió audiencia especial a Shemihaza, para trasladarle la petición de Lamec respecto a celebrar con los miembros de su familia una fiesta a su Dios, ofreciéndole el sacrificio de un cordero.
Era obvio que a Shemihaza no podía parecerle bien el asunto, y la exposición ante tan ilustre señor debía hacerla con mucho respeto.
Lo que no podía prever Ulmen, era que este monje pudiera autorizar el evento y su sorpresa fue manifiesta.
Ahora Ulmen podía concederle a Lamec el privilegio de ofrecer sacrificio en su propia forma de fe y entender el servicio a Dios. Tan solo puso la condición de que se realizara fuera de la ciudad, lejos de la vista del pueblo, para evitar que conocieran otras maneras de servir a Dios y posteriormente pudieran exigir cambios en la liturgia.
Ulmen condujo el grupo de Noe a las afueras de la ciudad, al atardecer del sábado, cuando comenzaba el descanso del trabajo, acompañado de un pequeño contingente de soldados, comandados por Altor.
Durante el camino, Altor se acercó a Palacra y le dirigió un gesto de saludo, que fue inmediatamente correspondido.
Altor bajó del caballo y comenzó a caminar junto a Palacra
- Llevo mucho tiempo queriendo acercarme al cielo, por eso me ofrecí voluntario para dirigir esta expedición
- Mi padre no aprobará a un extranjero para unirse a mí, dijo Palacra sin rodeos.
- Yo puedo rescatarte de la esclavitud, contestó Altor.
- Nuestras leyes prohíben que nos casemos con extranjeros o demos nuestros hijos e hijas a otros pueblos. Insistió Palacra.
- Existirá algún modo, Palacra.
- Solo será posible si aceptas llegar a ser uno de nosotros.
- Pero Palacra, eso supone dejar mi alta posición social que tantas ventajas puede darnos.
Cuando llegaron al lugar indicado por Lamec para ofrecer el sacrificio, colocaron la leña sobre la piedra y después elevaron una oración a Dios, con palabras conocidas solo por su tribu, pero falta de sentido para Altor y sus soldados, que respetuosamente permanecieron firmes y en silencio, tal como les indicara que debían proceder el sacerdote que solicitó la misión.
El sol estaba cayendo y a punto de esconderse en el horizonte lejano, dibujando un majestuoso cielo escarlata, pero sus tenues rayos proyectados sobre el multiplicador de fuerza de Lamec, parecía insuficiente para prender la leña.
Lamec rodeó parte del agua ardiente con arena mojada para que dejara salir el invisible gas por un pequeño orificio y concentrar así el máximo de fuerza posible.
Lamec se situó a la distancia adecuada y tomando un brazo débil del sol, lo hizo proyectar sobre la abertura, mientras Noe con dos varas golpeaba su filo de piedra para producir una chispa de fuego invisible al ojo humano. De pronto, milagrosamente, rompió el silencio un fuerte fogonazo prendiendo la leña, que comenzó a arder con todas sus fuerzas. Todos cayeron de rodillas con sus ojos dirigidos al suelo.
Los soldados no pudieron resistir la impresión y se dejaron llevar del entusiasmo de la congregación, postrándose de rodillas e inclinando sus cabezas.
Altor, como buen estratega, pensaba que tipo de truco empleó el viejo, tratando de adivinar lo que entendía, no como un milagro sobrenatural, sino como el aprovechamiento de alguna fuerza desconocida, permaneciendo todo ese tiempo de pie, sin perder detalle de la ceremonia.
El animal y toda la leña fue consumido por el fuego mientras el sol abandonaba la orbita de la tierra, dirigiéndose hacia otros mundos desconocidos, dejándolos en oscuridad y portando las oraciones dirigidas a Dios, para que regresara al día siguiente.
Después de tan emotiva celebración, regresaron en silencio a la ciudad con antorchas encendidas y los rostros iluminados de felicidad, con la esperanza de que Dios les devolviera la libertad, tan pronto como fuera posible la supervivencia fuera de aquella sociedad opresiva.
Altor, testigo directo de aquel acontecimiento, volvió a dirigirse a Palacra por el camino, en cuanto tuvo una oportunidad de acercarse a ella:
- Todavía queda luz en tus ojos, suficiente para caminar en la noche.
- ¿Has visto los efectos del encuentro de mi pueblo con Dios?, preguntó Palacra, que suponía impresionado a Altor por lo milagroso del sacrificio.
- No sé Palacra, creo que deberías venir un día al templo, allí verás también a Dios, y los ciudadanos regresan a sus casas tan impresionados como lo está tu pueblo. Esto me hace reflexionar y pienso que existen fuerzas naturales que solo conocen los monjes.
- En mi pueblo no existen monjes, Altor.
- ¿Y cuál es la diferencia?
- Es el patriarca, una persona normal, que hace vida de familia como cualquier otra.
- Si tu pueblo fuera tan numeroso como el mío, existirían monjes.
- Es posible, pero mi pueblo sirve al Dios vivo.
- Tu pueblo tiene una estructura primitiva, concentra el poder político y religioso en una sola persona, pero esa forma de vida se extingue, Palacra. Reinos como el nuestro, con ejércitos, se impondrán y pueblos como el tuyo serán eliminados. Debes abrir los ojos al futuro.
- Hasta que la tierra deje de producir fruto, el cielo se una con el mar, o la luna ya no sea, mi pueblo servirá a su Dios; y Él nos dará la victoria sobre nuestros enemigos.
Altor sabía que pronto la forma de organización de su pueblo sería copiada, que las tribus irían desapareciendo e integrándose en estos gobiernos para unir fuerzas y sobrevivir en aquel mundo que se iba haciendo paso a paso, cada vez mas peligroso.
Cuando llegaron a la ciudad; Altor ordenó a los soldados que custodiaban la entrada que bajaran el puente y abrieron las puertas para pasar.
El grupo caminaba contento, mientras Noe soplaba el cilindro produciendo un sonido de silbato excesivamente primitivo para aquellos soldados, que evitaban reírse de musicalidad tan primitiva por respeto a la ocasión.
Altor comprendió que le sería muy dificultoso hacer comprender a Palacra la realidad del cambio a que estaba condenado su mundo, incluso dudaba, que la tribu de Lamec regresara algún día a su antigua forma de vida.
El grupo se fue dividiendo por las calles de la ciudad conforme se dirigían a sus hogares.
A la mañana siguiente, Porte pasó temprano por la casa de Lamec antes de dirigirse al templo. Al llegar se encontró con Loina, que calentaba el horno y amasaba la harina para cocinar el pan de la semana. Ésta se quedó casi sin habla cuando la abordó Porte, y agachó su cabeza, protegiendo la masa con sus manos para que no se enfriara.
- ¿Vive aquí, Noe?, preguntó Porte.
- Le he preguntado, si vive aquí Noe.
- ¿Quién le requiere?
- He preguntado por Noe. ¿Es usted Noe?
- Yo soy, ¿qué se le ofrece?
- Mi Señor el rey quiere que se persone en palacio tan pronto como amanezca un nuevo día.
- ¿Cómo podré pasar a palacio?
- Cuando usted llegue diga que Porte le ha mandado venir, y yo le recibiré y lo presentaré al servicio.
- Hijo, es peligroso ese lugar, algunas mujeres me contaron que sus esposos entraron, y nadie supo nada más de ellos.
- Si hubieran querido hacerme algo malo hubieran venido soldados a detenerme, madre. Debe ser para encomendarme algún servicio, que el rey me mandó a llamar, quizás quiera conocer algunas peculiaridades de nuestra cultura.
- ¿En qué podemos ser útil a un rey unos pobres como nosotros?
- No se madre, quizás la princesa que nos ayudó haya solicitado algún sirviente.
- Esa joven no es habiru hijo.
- No hay cuidado madre, ellos se consideran superiores a nosotros. Dicen ser el pueble elegido y no se mezclan con otras razas.
Lamec, su padre, callaba esperando que aquella situación transitoria de su pueblo se pudiera remediar la próxima primavera, y todo aquello pasara a ser cosas olvidadas.
A la mañana siguiente Noe se dirigió al palacio seguido de sus hermanos, siendo recibido por Porte, que ya esperaba a las puertas. Los hizo pasar a una sala donde les acomodó, ofreció pan y una bebida ligeramente edulcorada con miel y vinagre, que utilizaban para reponer fuerzas durante los duros trabajos.
Pasaba el tiempo y no eran recibidos por el rey. Finalmente después de avanzar el sol hasta un tercio en el cielo, Porte volvió a entrar en la sala con unos documentos en la mano, diciendo que su Señor el rey le había dado instrucciones sobre el asunto por el que habían sido requeridos.
Designó a los hermanos de Noe como ayudantes de jefes de almacenes, donde se guardaban y distribuían alimentos, materiales de construcción y armas para la defensa de la ciudad, y Noe fue asignado ayudante del secretario del rey, encargado de escribir todos los documentos y de interpretar lo que el rey requiriera.
Noe pensó que había hombres mas capacitados que él para ese trabajo, pero Porte le aseguró que sabían que era un hombre de letras, aunque viviera en una tribu primitiva.
Que su conocimiento de los signo de otros pueblos sería muy útil al rey.
Noe, que no podía imaginar el alcance del trabajo, fue presentado al secretario para que le instruyera en la ciencia de los números y las letras del país.
En poco tiempo alcanzó un gran nivel de conocimiento. Empleaba tiempo libre para repasar los archivos de la biblioteca y bebía de aquella fuente de sabiduría, que los antepasados de Lamec dejaron por escrito en tablillas de arcilla y en rollos de papiros.
Un día, embelesado con el análisis de una de las tablillas, se le escapó el tiempo para terminar a la hora apropiada; cuando de pronto apareció por allí Noema pensando que la biblioteca se encontraba libre de trabajadores, porque deseaba consultar uno de los libros.
Sabía que habían asignado a Noe, pero no quería forzar ningún encuentro con él en palacio para no perturbarle. Al entrar Noema y verlo, quiso retroceder pero éste levantó la cabeza y la vio.
Noema con toda naturalidad se dirigió a Noe diciéndole:
- ¿Todavía trabajas Noe? ¿tan urgentes son tus trabajos?
- Discúlpeme su Alteza, no he reparado en la hora de marcharme porque estaba absorto en la lectura de estos documentos, pero lo dejo para mañana.
- Un momento Noe, no quería molestarte. Estoy muy contenta de que trabajes en palacio.
- Y yo muy agradecido a su Alteza.
- Debes dejar el tratamiento cuando hables conmigo a solas, Noe. Tú me conociste siempre como un igual, y eres un principal en tu pueblo.
- Gracias, Noema.
- Mi padre está muy contento contigo y tiene buenas referencias. Algún día querrá conocerte.
Noe dio un paso atrás algo confuso, pero Noema aprovechó para hablarle con dulzura:
- Estoy muy feliz de volver a verte.
- Yo también estoy muy feliz, pero...
- No debes sentirte inferior, Noe. Yo estoy viva gracias a ti y desde entonces mi vida te pertenece.
- Eso no debe importarte. Tú hubieras hecho lo mismo por mí.
- No es eso Noe. ¿No crees que fue Dios quien me puso en tu camino?
Resbalaba una lágrima por la cara de Noe, y Noema enternecida le dijo que haría lo posible para que su amor por él se consumara y se unieran para siempre, a lo que respondió Noe que tendría oposición de ambas familias.
Noe soltó la tablilla y agarrando a Noema por la cintura le devolvió el beso e inmediatamente salió de la biblioteca en dirección a la salida del palacio.
Noema había revalidado su interés por el hombre, y comprobó que a pesar del tiempo transcurrido sin comunicarse, sus almas seguían anhelando unirse. Quedó agradecida de que el hombre controlara sus impulso, pero demostrando que era correspondida con la misma clase de amor.
Aquella noche, Noema no podía conciliar el sueño pensando en Noe. Imaginaba la forma de sortear las dificultades para que su amor por él fructificara, sabiendo bien que su padre, no tendría en consideración la clase social de Noe en la otra sociedad, y mucho menos aceptaría la diferencia de raza.
De todos modos, quería avanzar en la relación con él, y posteriormente, según creciera el interés del uno por el otro, encontraría el modo de solucionar los problemas.
Al día siguiente visitó a Noe en la biblioteca cuando terminó la jornada, pensando en encontrarse a solas con él, como en la ocasión anterior. Y efectivamente así era, sólo que Porte la vio pasar sin que ella se apercibiera de ello.
Al llegar a la biblioteca, Noe se encontraba como de costumbre, interpretando una de las tablillas, absorto en su lectura. Noema se aproximó lentamente, y al llegar a su altura, por la espalda, acarició sus cabellos suavemente, y besó su cabeza.
Noe contento por la agradable sorpresa, sonriéndose dijo:
- ¡Hola Noema! Las caricias de Dios para un hombre cansado del duro trabajo, es una mujer hermosa. Pero al volver la vista y mirarla, quitó la sonrisa de sus labios y agregó: ¡te veo preocupada!
- Quisiera ir a la gruta de Dios.
- Bien, tienes soldados a tu servicio, le dijo él.
- Pero quisiera ir a solas contigo, replicó Noema.
- ¿Es correcto para ti servir a Dios fuera del templo?
- Solo voy a orarle. No está prohibido hablar con Dios en la intimidad. Aquel lugar me inspira, me siento como si desde allí pudiera elevarme.
- No me dejaran salir de la ciudad.
- Sígueme, le dijo a Noe.
A poca distancia de allí tenía dispuesto dos caballos, para recorrer el camino con rapidez y poder regresar a una hora apropiada. Había requerido los caballos como si el desplazamiento lo fuera a realizar en compañía de Altor.
Palacra que pensaba constantemente en la conversación con Altor, no encontraba la manera de exponer el asunto a su anciano padre. Lo veía tan abatido por el cambio experimentado, que pensaba que no era apropiado añadirle más preocupaciones.
Su tribu estaba fraccionada, esparcida entre los esclavos y estaban siendo influidos por la filosofía y enseñanzas de estos. No tenían en su poder manuscritos para demostrar la procedencia divina de su grupo y notaba como la autoridad religiosa de su padre estaba mermando, incluso después de conseguir salir con todos a un acto de adoración según sus costumbres. Por lo tanto decidió comentar el asunto con su madre.
Aquella noche Loina se había retirado a descansar, mientras ella y su madre continuaban tejiendo una túnica para cambiarla por algo de alimento que ayudara al sostenimiento de la familia. Durante el trabajo dijo a su madre:
- ¿Qué piensas de la vida en la ciudad?
- No se hija, aquí la vida es menos peligrosa: comemos, sobrevivimos y disfrutamos de protección.
- Pero no somos más que simples esclavos.
- Es verdad, pero hemos venido por nuestra propia voluntad.
- ¿Cree que nos dejarán marchar cuando decidamos hacerlo?
- El mundo fuera es demasiado peligroso para que una tribu como nosotros pueda sobrevivir. Dios ha buscado un modo de salvar a su pueblo.
- Pero entonces, ¿cuándo podremos ser un pueblo libre como antes?
- Palacra, mi querida pequeña, nuestra generación caerá toda a tierra antes que eso suceda. Tendremos que organizar nuestra vida aquí, tener hijos y hacernos muchos.
- ¿Es posible unirse a un hombre de la ciudad que no sea de nuestro pueblo?
- Se que se interesa por ti ese hombre prominente que comanda los soldados.
- Su nombre es Altor, madre, y ayudó a liberarnos de los noditas. A mi me salvó la vida.
Como Adamar callaba, Palacra preguntó directamente:
- ¿Qué piensas madre?
- Tú debes sopesarlo hija. ¿Ese hombre es bueno y puede llegar a servir a nuestro Dios?
Decidió que podía aceptar su propuesta y desde esa posición ser una ayuda para su familia. Además, amaba a ese hombre y su corazón latía con más fuerza cuando él se le acercaba, tanto que pensaba que los demás oirían sus latidos.
Noema y Noe se dirigieron a la montaña del Dios de ella sin castigar a los caballos con una veloz carrera, pero cabalgando a un buen ritmo, para no emplear tanto tiempo que hiciera inviable regresar de día.
Subieron con los caballos hasta la cueva y los aseguraron en el interior para evitar sorpresas a la salida. Era raro que los depredadores subieran a aquella zona deshabitada, pero no querían correr riesgos innecesarios.
Un poco mas en el interior, las antorchas descubrieron la majestuosidad del lugar. Una gran cámara simulaba un templo, sin pinturas en su bóveda celeste. Traspasado los dientes de Dios, las filtraciones de agua habían dibujado surcos en las paredes por las que discurrían pequeños chorros de agua en forma de fuente que terminaban formando un estanque, y a continuación una gran cortina de agua que dividía la cueva en dos partes. Se introdujeron dentro de la cortina y se acomodaron absortos por la belleza de aquel mundo subterráneo.
Noe esperaba que Noema terminara sus rezos tirado en el suelo, mirando al techo e impresionado por su altura y su belleza, dejando volar su mente por mundos imaginarios e indescriptibles para el ser humano. La postura parecía un tanto irrespetuosa para orar a Dios en un templo, pero en aquel lugar era como mirar al cielo, y se sintió invitado a comunicarse con Dios en sus pensamientos.
Noema pareció percibir el contacto con Dios y tomó la misma postura al lado de Noe, encontrándose sus manos por casualidad.
A Noe le pareció como si Dios en aquel momento le estuviera concediendo la mujer con la que debería compartir su vida. Era como si hubiera oído de sus labios decir:
- ¡He aquí tu esposa! Tómala este día y sube a través de ella al paraíso de placer que yo preparé para los hombres.
- Deja tu de decidir quien es mi escogido, insistió Dios en su interior, ¿y si yo quiero que forme parte de mi pueblo?
- Noe, si continuas haciendo mi voluntad, yo multiplicaré tu descendencia como las arenas del mar.
Noema que no pensó en llegar tan lejos, notó como una fuerza irresistible le atraía al hombre. Murmuraba con sus labios a su Dios, diciéndole que le había abandonado a sus propias fuerzas.
- Señor, ¿Tú lo deseas? Bendice este momento, decía temblorosa.
Noema cesó de resistirse al impulso y dejó que volara su fantasía. Los dos cuerpos, como si ofrecieran sus virginidades al Dios del cielo, que asistía a la unión como el juez que bendice el enlace matrimonial y como único testigo del momento, se unieron y se dejaron llevar por un placer nunca experimentado por ambos, que les transportaba al cielo, y rompiendo la piel que aprisionaba sus almas, volaron unidas y explotaron creando un universo infinito de estrellas.
Porte nunca ocultó nada a Lamec, pero algo en su interior le impedía contar la salida de Noema con Noé. Estuvo preocupado toda la tarde esperando que nadie notara la falta de Noema. Sabía que la única posibilidad de mantener oculto el asunto dependía de que regresaran sin ser descubiertos y a tiempo, para que Noé abandonara el palacio.
Aquella situación le recordaba su juventud. Él había pertenecido a la clase social inferior, pero mantuvo amores con mujeres de la nobleza, sin que aquellas relaciones llegaran a buen término, dejándole heridas en sus sentimientos que solo curó el tiempo.
El sol estaba a punto de caer y aún continuaba esperando, intentando evitar pensar en las consecuencias que podría conllevar su silencio, cuando escuchó pasar con sigilo a los jóvenes en dirección a la Biblioteca.
Cuando Noema se retiró, Porte abordó a Noé antes de que se marchara.
- ¿Se marcha usted muy tarde joven?
- Estuve distraído y el tiempo voló sin apenas notarlo
- ¡Ya!, ¡distraído!
- Joven, será mejor que no salga usted hoy de palacio, le acomodaré en una pequeña habitación en mis dependencias y mañana regresará al trabajo, pero no olvide terminar dentro del horario establecido.
Una vez en las dependencias de Porte, este le dijo:
- No debería ayudarle, pero debo proteger el honor de la princesa.
- Mi familia puede preocuparse al ver que no regreso a casa.
- Ya le dije a su hermano Orecer que quizás usted no regresaría hasta mañana.
- Le agradezco su ayuda.
- Yo he sido joven como usted, y créame, corre un gran riesgo. Además usted sufrirá cuando ella tenga que pertenecer a un hombre de la nobleza.
Noé apenas había conciliado el sueño, después de haber mantenido una larga conversación con Dios sobre todo lo acontecido desde su entrada en la ciudad, cuando notó cierto movimiento por los pasillos. Caminaban sin hacer ruidos para pasar desapercibidos, como si se tratara de una ronda de vigilancia interna,
Un par de soldados entraron de improviso en la habitación de Porte que dormía profundamente, y despertando de improviso vio como uno de los dos visitantes inoportunos, tapó su boca sujetándole, mientras el otro blandiendo una espada se disponía a atravesarle el pecho.
Noé lanzó una cerbatana que dejó fulminado al agresor y se plantó delante del segundo que hiriendo a Porte lo apartó a un lado.
Ambos lucharon, pero Noé prevaleció clavándole un pequeño puñal que portaba, sin dar tiempo a que el agresor hiciera uso de su espada.
El resto del grupo que esperaba que los primeros tuvieran éxito para continuar con su plan, cuando vieron que no salieron airosos desaparecieron.
Los soldados responsables de la guardia dieron por hecho que, unos traidores penetraron por una de las ventanas casi inaccesibles del palacio y pretendieron asesinar al sirviente, sin comprender los motivos y sin descartar que sus intenciones fueran la de asesinar al propio Rey. A tal efecto, fueron encontradas las cuerdas que emplearon para escalar las paredes. La cuestión más desconcertante, era si tuvieron ayuda desde el interior, o penetraron por sus propios medios.
Suerte que Noé abatió a los dos insurrectos, lo cual lo descartaba como el enlace interno, pero Porte si sobrevivía a las heridas, se vería en la necesidad de explicar por que motivo dormía el trabajador en sus dependencias.
Se aproximaban la fiesta grande de la fundación de la ciudad y todos los colectivos se preparaban para el gran evento. Los trabajos se paralizaban exceptos las actividades militares, que debían compatibilizarla con la responsabilidad de mantener el orden y vigilar por la seguridad.
Palacra y Loina estaban muy ilusionadas porque nunca habían visto tanta expectación; deseaban escuchar la música y bailar. Habían oído que al ritmo del sonido, los hombres y las mujeres bailaban uniendo sus cuerpos, moviéndose a compás.
No sabían si aquello era limpio y aprobado por Dios, pero tenían sus dudas. No obstante, si todo un pueblo festejaba de aquel modo esos días, no podría ser malo, porque no todo el mundo puede ser obsceno.
Palacra dejaba volar su imaginación y se veía agarrada de Altor, danzando confundida entre la multitud, mientras Loina esperaba encontrar un hombre joven que le hiciera soñar.
Se habían preparado unos trajes para la ocasión, e incluso pensaron en pintarse los labios para realzar su belleza y sensualidad como las mujeres libres.
Adamar veía a sus hijas muy ilusionadas y se mostraba contenta por ello, ¿cuánto hubiera dado por ser joven y sentir ilusiones de disfrutar de los placeres de esta vida, sin estar sujeta a preceptos que la esclavizaran?
No tenía experiencias parecidas y no sabía como ayudar a sus hijas en esta situación, pero colaboraba en confeccionar ropas y adornos para que estuvieran hermosas.
Los monjes preparaban hasta el último detalle los actos religiosos que tendrían lugar, los soldados sus diversos uniformes para el desfile, abrillantando sus armas para que relucieran y los masones aceleraban sus obras para concluirlas o asegurar los tramos en construcción.
Los hombres libres solo pensaban en algunos discursos que elevaran su prestigio sin ocuparse de nada más, en la seguridad de que ellos eran los receptores de todos los beneficios, aún sin aportar nada, por el mero hecho de ser los dueños y señores del sistema.
Al amanecer el primer día de las fiestas, todos los ciudadanos acudieron al templo y de acuerdo con sus clases sociales ocuparon los lugares donde se ubicaban habitualmente.
La ceremonia de inauguración de la fiesta no tomó mucho tiempo, apenas el de cualquier servicio religioso normal, y poco más, lo necesario para establecer las pautas a seguir el próximo domingo, último día de aquellas fiestas, cuando dedicarían sacrificios a Dios en agradecimiento por el año transcurrido y solicitarle paz y seguridad para los tiempos venideros.
Ulmen había pedido a Lamec que dejara a su tribu participar de la fiesta y que asistieran al templo aunque solo lo hicieran como meros observadores, asegurándoles que nadie les obligaría a participar de la adoración, y se situaron en la parte más alta de las gradas, detrás del resto de los esclavos.
El sacerdote principal salió de una puerta interior seguido de dos jóvenes aspirantes a monjes que le auxiliaban. Los atavíos del sacerdote eran de color morado y el de los monaguillos blancos como corresponde a la edad de la inocencia.
El sacerdote se arrodilló dirigiendo su mirada a la cúpula del templo, levantando sus manos a Dios y todo el pueblo se arrodilló igualmente, dando comienzo a una oración:
- Señor del bien y del mal, Todopoderoso, acudimos a tu presencia este día tan especial para agradecerte la vida que nos has dado y que disfrutamos en paz por tu benevolencia.
- Mil quinientos años desde la fundación del mundo y no existe otro pueblo como el tuyo, que te adora solo a ti.
- Por luz de ti, tenemos luz.
- Adoremos al Señor nuestro Dios.
- Te adoramos Señor
- Desde los días que tomaste a tu hijo Enoc, todo tu pueblo vive en paz. Nadie tan grande como él, que se sacrificó para salvar a su pueblo y con su sangre pagó el precio para que todos podamos estar ante tu presencia.
Tras la breve oración, la música comenzó a sonar y apareció una monja que al compás comenzó a balancear su cuerpo delante del altar.
Parecía representar al primer ser creado, danzando de un lado al otro, haciendo gestos que parecían preguntar a Dios por la razón de su existencia.
Al momento un monje salió también danzando, simulando ser la segunda creación de Dios.
A continuación fueron incorporándose otros monjes y monjas hasta formar un compacto grupo que representaba a todo el pueblo.
Un cantor alzó su voz:
- Desde donde nace el viento tronó la voz de Dios: las aguas se secaron y apareció el suelo seco, nacieron los árboles, las aves que pueblan los cielos, los animales de la tierra y los peces, pero no había gentes, y Tú hiciste un semejante, mujer y hombre, que poblaron el orbe.
- Tu eres la fuerza y poder, por luz de ti podemos ver.
- Queridos hijos míos, hoy es un gran día para todos nosotros; celebramos el nacimiento de un nuevo año para nuestra ciudad, y debemos disfrutar intensamente, comiendo y bebiendo en honor de nuestro Dios que nos ha permitido seguir viviendo, que ha bendecido nuestro mundo como el más prospero de todas las naciones de la tierra.
Shemihaza condujo el haz de luz para elegir de entre las jóvenes voluntarias a tres de las más hermosas, cuidándose de excluir a quienes pertenecían a familias poderosas inconformes con la decisión de sus hijas, para evitar en lo posible que se desarrollaran nuevos enemigos del sistema.
Aunque en su fuero interno sabía que seguían una tradición salvaje, que ningún dios que se preciara podría aprobar, oficiaba con solemnidad de acuerdo a la ocasión.
A las vírgenes escogidas para ser sacrificadas, se les recomendaba que aquella semana disfrutaran de todos los placeres de la vida antes de entregar su espíritu a Dios. Disponían de libertad para utilizar personas y cosas a su antojo, mostrándose privilegiados quienes prestaban sus casas y pertenencias a estos ángeles que pronto disfrutarían de la compañía de Dios.
En el interior del templo empezó el jolgorio. Los odres de vino rojo se pasaban de mano en mano, bebiendo cada cual la cantidad que era capaz de ingerir de un sorbo, antes de volver a respirar.
La música se tornó sensual y las danzas festejaban batallas ganadas gracias a las fuerzas que le confería su Dios.
Al finalizar, los monjes abrieron un pasillo entre las gentes, para que le siguieran las vírgenes separadas para el sacrificio, y pasaran por medio del pueblo hasta alcanzar la salida del templo.
Mientras caminaba por el improvisado pasillo central del templo, Dina levantó la cabeza y miró a Orecer. Sus ojos se clavaron en este esclavo, que cual presa encantada por una serpiente, bajó las gradas y siguió tras ella hasta que se perdieron por aquellas calles y lograron separarse de las gentes.
Altor sorteaba dificultades para acercarse a Palacra, que esperaba encontrarse con él. Caminaron juntos para asistir a los juegos ocupando un buen lugar en el coliseo.
A Noe, no le era posible unirse en público con Noema, pero procuraban estar cerca, a la vista el uno del otro. La princesa no dejaba de mirarlo y su madre la recriminaba porque no seguía los juegos mirando al coso, sino a la multitud congregada en las gradas.
Soltaron la primera fiera: un león que ante el gentío, enloquecido arremetió contra dos gladiadores, que se apartaron para que la fiera optara por dirigirse claramente a uno de ellos, mientras el otro con la lanza lo abatía, cayendo fulminado al suelo.
El gentío clamaba con grandes vítores las hazañas que fueron produciéndose con otros depredadores y animales salvajes. Los animales fueron cayendo uno tras otro sin causar verdaderos problemas a aquellos guerreros perfectamente preparados para esos enfrentamientos, pero la gente quería emoción, verdadero riesgo que les causara inquietud, incertidumbre por el resultado. Las luchas más interesantes se producirían entre iguales, hombre contra hombre o mujer contra mujer.
El público estaba expectante esperando estas interesantísimas luchas, pero el Maestro que dirigía el espectáculo señaló un descanso para dar tiempo de retirar las fieras abatidas.
Orecer continuó detrás de Dina sin perder el paso hasta que ésta volvió atrás y le ofreció la mano para que le acompañara. Estaba como en una nube, un sueño, sin poder articular palabras. La joven rompió el silencio para decirle que caminaban en dirección contraria al coliseo donde empezarían los juegos:
- No me importan los juegos, pero tú no los conoces y debes asistir.
- No me importa, prefiero tu compañía.
- Iremos juntos, tendremos tiempo después para conocernos y hablar todo lo que queramos.
Cuando llegaron, sobre la arena se encontraba un toro que arremetía con velocidad a uno de los gladiadores, que esperaba que llegara con celeridad para quebrarlo sin que éste pudiera corregir su trayectoria. Reiterando el engaño, quebrando hacia un lado o hacía otro, por donde mas dificultoso fuera para el animal corregir su carrera, logró cansarlo y en el momento oportuno, lanzó una liana con una piedra atada en su extremo que se enrolló en las patas traseras dando con la fiera al suelo, y disponiendo de su puñal le asestó una clavada en la parte trasera del cuello, produciéndole la muerte instantáneamente.
La gente clamaba y Orecer quedó impresionado, le sudaban las manos, pero no soltaba a la mujer.
- ¿Estás nervioso? ¿Te has impresionado?, le dijo Dina
- Es excitante este juego. Parece que el toro puede alcanzar al guerrero en cualquier momento.
- Pues espera que dentro de poco comienza las luchas entre guerreros. Eso si que es impresionante.
Orecer escuchaba con atención estos comentarios, tratando de comprender la razón que asistía a ambas fuentes de pensamiento, respecto de aquellas luchas, pero
Dina se mantenía indiferente, porque para ella se trataba del tema de conversación de los ciudadanos después de cada evento. Sabía que de todos modos, unos y otros disfrutaban del espectáculo.
En otro lugar de las gradas, Loina, con sus hermanos Nebro y Pifo, atenta a los juegos, no había reparado que detrás de ella se encontraba uno de los soldados de Altor que ayudó a su rescate.
Este soldado la miraba con interés, sin quitarle ojo, hasta que en el descanso, mientras la gente discutía, para pasar desapercibido, la tocó levemente en el hombro. Loina volvió la cara reconociéndolo inmediatamente y haciendo una reverencia con la cabeza le saludó.
El soldado comenzó a hablarle diciéndole que se alegraba de verla después de tanto tiempo. Ella se sentía cortada por sus hermanos, pero Nebro, que conocía la timidez de Loina, le hizo un gesto de aprobación para que hablara con el hombre.
- Fueron ustedes muy generosos ayudándonos.
- ¿Es la primera vez que asistes a estas fiestas, verdad?
- Si, y son muy bonitas para los que miran, pero muy peligrosas para los que participan.
- Bueno, esto es así. Lo importante es que se lo pase bien.
Loina percibió el interés del hombre por ella, pero también su inseguridad, y la costumbre de su pueblo requería que el varón tomara la iniciativa en cortejar a la mujer, y por lo tanto, el que debía proponer verse en otra ocasión. Más éste se limitó a repetir que se alegraba de haberla visto y que esperaba verla en otra ocasión, sin concretar nada al respecto.
Pronto sonó el cuerno que anunciaba la siguiente fase de los juegos, y el murmullo del coliseo cesó dando lugar al silencio de los espectadores, atentos al desenlace.
Los guerreros de dos en dos, desnudos y desprovistos de armamento alguno, debían correr desde una línea determinada hasta donde colgaban espadas y otras armas, para tomar la que mas útil le pareciera para luchar contra su oponente.
Cuando se hacía evidente quien sería el vencedor de un asalto, lo declaraban ganador sin necesidad de herir a su oponente. Sin embargo, si ambos alcanzaban las armas al mismo tiempo, se establecía la lucha, y no se descartaba que para vencer fuera necesario herir al compañero de juegos, incluso causarle la muerte.
Los gladiadores preferían arriesgar sus vidas antes que ser derrotados por la deshonra que les suponía la derrota. Repudiados por todos los que anteriormente se consideraban sus amigos, perdían los privilegios de héroes y las mujeres no solicitaban sus favores. Por ese motivo no consentía que se le declarara derrotado y aún desarmados luchaban tratando de superar esa desventaja.
El griterío era ensordecedor, lo espectadores sistemáticamente se situaban a favor o en contra de uno de los luchadores, animando a unos o insultando a otros. A veces se apasionaban tanto, que aquellas luchas se reflejaban en las gradas, produciéndose riñas entre los asistentes.
Fueron pasando parejas de gladiadores seleccionándose a los ganadores para enfrentarlos en la fase final.
Al cabo de tres horas de lucha, los juegos quedaron aplazados para la siguiente ronda que se celebraría pasada una noche de descanso reparadora de fuerzas.
La segunda parte de las fiestas horrorizó a Loina, a quien no gustaba ver a nadie pelear. De niña, se disgustaba incluso cuando entre juegos reñían sus hermanos.
Por el contrario, éstos no mostraron ningún disgusto, e incluso se interesaban mucho por las técnicas empleadas en los enfrentamientos, observando con cuidado como se desarrollaba cada lucha entre los guerreros.
Pensaban que algún día, ese pueblo sería enemigo y les convenía conocer como peleaban si querían salir airosos cuando recuperaran la libertad.
Dina no esperó a que anunciaran el final de los juegos de aquella jornada, y junto con Orecer abandonó el recinto dirigiéndose a su casa, una edificación independiente, separada de las demás viviendas por una parcela, repleta de árboles y plantas, que crecían a su antojo, como si estuvieran en estado salvaje, confiriendo al lugar una hermosa apariencia.
La edificación de piedra, sin pulir la parte exterior, presentaba huecos, relieves y aristas que servía de refugio a pequeños invertebrados que tejían sus redes, para atrapar insectos. Por ese motivo, se encontraba merodeadas por pequeñas aves que se alimentaban en aquel entorno.
Orecer algo impresionado caminó con la mujer hasta superar la entrada y penetraron en la casa, cuyo interior, de un acabado perfecto y armonioso contrastaba con el exterior. Sus habitaciones y pasillos bien distribuidos y sus muebles bien dispuestos, constituían un entorno perfecto con todos los elementos necesarios para vivir cómodamente.
Aquel hogar dejaba claro a Orecer, que Dina pertenecía a una familia pudiente de la ciudad, lo cual, lo desconcertaba aún mas si cabe. ¿Quién viviera en aquel pequeño paraíso, cómo podía estar dispuesto a morir y perderlo?
Dina penetró hasta su habitación, sin pararse para nada a mirar si también habían regresado sus padres, pero Orecer que miraba de reojo a todos lados, observó como una mujer airada por la compañía de su hija, protestaba a un hombre, que la sujetó e hizo un gesto como queriendo decirle que carecía de importancia.
La madre de Dina no aprobó, por supuesto la compañía de su hija, hubiera preferido la de un jefe militar joven, pero al fin y al cabo, se trataba de los últimos días de vida de su hija, y su esposo tenía razón.
Entraron en la habitación privada de Dina, su refugio, donde tantas veces a solas soñó con mundos desconocidos. Quizás aquellas muñecas mutiladas oyeran sus inquietudes y guardaran los secretos ocultos de la niñez, pero a Orecer aquellos juguetes parecían decirles: ¡estamos mutilados y destrozados, para que esta niña juegue con nosotros, no queremos que muera, queremos que haga realidad sus sueños!
En realidad, nadie de la familia podía aceptar la muerte de Dina, pero sufrían en silencio aquella decisión inmadura que la joven había tomado. ¿Cómo podía creer que con su muerte mejoraba a los demás?
Orecer, que pertenecía a otro mundo, donde es verdad que sacrificaban un animal, que al fin y al cabo servía para alimento de todos y lo comían en acción de gracia, no pudo callar mas tiempo y decidió lanzar algunas preguntas a Dina:
- Dina, ¿sirve a Dios para algo que una persona sacrifique su vida?, ¿le dará mas poder?, ¿vivirá más tiempo por interrumpir la vida de la persona sacrificada?
- No Orecer, el beneficio es para el pueblo. Dios en base a ese sacrificio perdona los pecados, puede tratar con un pueblo limpio y concederle paz y seguridad. Nos concede la vida, los alimentos, y merece que le devolvamos algo de lo que da a cambio.
- Que buena eres Dina, tú entregas tu vida por tu pueblo, pero reflexiona, ¿qué clase de Dios requiere muerte para redimir de pecados y salvar vidas? Yo no estoy de acuerdo ni tan siquiera con los sacrificios de animales que ofrecen en mi pueblo, ¿cuánto menos voy a estarlo con que sea una persona la que muera?
- Debemos buscar una salida a este asunto para que no mueras, Dina. Yo quiero que seas mi compañera, que vengas a formar parte de mi pueblo.
Pero aunque Dina estaba mudando de pensamiento respecto a la entrega de su vida, no podía faltar a su honor y el de su familia. Sin falta debía presentarse el séptimo día para entregar su vida a favor de los demás. Su familia sería recompensada con un lugar preferente dentro de su clase social, y ninguno de sus hermanos sería sacrificado en el futuro.
- No hablemos más de esto Orecer, aprovechemos nuestro tiempo para vivir en estos días lo que no podré darte nunca más.
Para poder seguir al cortejo procuraban aproximarse lo más posible al templo, desde donde saldrían los carruajes con las imágenes representativas.
Palacra sabía que la procesión se consideraba un acto de adoración idolátrico desaprobado por Dios, pero tenía interés en ver el arte con que la transportaban los cargadores, las canciones que ofrecían alguno de los asistentes, y los desfiles de militares y penitentes.
El espectáculo tenía colorido y aunque los monjes luchaban por quitar esta parte de la fiesta, no podían lograrlo por tratarse de una tradición aclamada con mucho ahínco por el pueblo, ansioso de adorar a su Dios de características humanas, como si fuera de carne y hueso. Pero ellos en su texto habían declarado a Dios como un espíritu, y por lo tanto nadie podía representarlo con ninguna imagen.
Palacra quedó mucho más impresionada de lo que ella podía imaginar, cuando vio fieles que presentaban en sus espaldas señales de latigazos producidos como sacrificios, portando cadenas sujetas con grilletes a los pies y con coronas de espinas clavadas en sus cabezas.
Ahora comprendía la procedencia de la barbarie de sacrificar personas. Ahora quedaba claro para ella que aquel fervor, aquellos signos externos, penitencias o castigos impuestos de forma personal, procedía de conciencias mal encausadas por la curia que con sus enseñanzas denigraban al verdadero Dios, pero obvió su inquietud religiosa y se dejó llevar por su deseo de ser mujer.
Altor se daba cuenta que la dama se ofrecía, que no rechazaba ninguna de sus caricias y terminaron por pernoctar juntos en sus dependencias del cuartel.
Estaba más que dispuesto en acelerar el compromiso y formar una familia con ella, por parecerle una mujer de cualidades excepcionales, y no dudó por un momento en llevarla a su casa.
Las fiestas se prestaba a este tipo de uniones, para que la gente se divirtieran y formaran parejas de donde nacieran nuevas familias, pero Orecer no podría lograrlo aquel año, pues solo un milagro podría salvar del fuego a Dina.
Jabel conocía un gran reino, formado por muchas tribus comandadas por gentes muy corpulentas, conocidos como nefilím, muy difíciles de repeler en la guerra, famosos desde los tiempos de Enoc, estaban considerados como los poderosos de la tierra.
Unos días antes del comienzo de las fiestas mandó llamar a su despacho al capitán que leyó el manuscrito de Azael.
Antes de llegar al despacho del general, el capitán estaba muy preocupado porque no era habitual que un militar de tan algo rango citara a un oficial directamente. Tenía pensado algunas posibilidades por las que suponía había sido citado, aunque en realidad, las descartabas todas por considerarlas cuestiones que resolvían mandos de rango inferior como de costumbre.
Algo en su interior le decía que el asunto estaría relacionado con el contenido del royo que Azael se dejó olvidado deliberadamente en el cuartel. Asunto, por tanto muy peliagudo, y aunque aún no había recabado datos sobre los diferentes grupos de poder que pudieran formarse, salvo aquel incidente en el interior de palacio de autoría desconocida, debía definirse a favor de su general.
Cuando llegó al despacho del general, éste no esperó que el capitán se presentara delante de su mesa, como sería lo normal para tratar asuntos cotidianos, sino que salió a recibirle y él mismo le invitó amablemente a pasar. Una vez se hubieron acomodado en uno de los divanes, Jabel dejó aparcado el protocolo y comenzó ha hablarle con familiaridad, como si supiera el desarrollo de toda la carrera profesional de él:
- Tengo muy buenos informes de su servicio, capitán Soldán.
- Procuramos seguir las instrucciones del mando con todo rigor.
- Pues en verdad, el alto mando está muy contento con el trabajo de su compañía, y pensamos en la posibilidad de utilizarle en una misión secreta, muy peligrosa, pero muy necesaria para nuestra estabilidad.
- Mi trabajo consiste en servir y estoy a sus órdenes mi general.
- Pero, es necesario que usted sepa algunas cosas antes de decidir aceptar el cometido, y lógicamente, debo contar con la seguridad de que guardará el secreto aún cuando no acepte la misión. Quiero que sepa, que cuenta usted con toda mi confianza, pero es necesario establecer estas condiciones.
- Por muy arriesgada que sea la misión, estaré dispuesto a realizarla.
Soldán pensaba que le sería comentada la misión en aquel momento, pero Jabel puso una prueba muy sutil para ver si se mostraría fiel en cualquier situación, de manera que le dijo:
- Debe usted presentarse mañana y le serán dadas las instrucciones que debe seguir. Su misión será en tierras enemigas, por lo que estará ausente varios días contando que todo salga bien. De modo que le sugiero que vaya a dormir con la sacerdotisa para despedirse de ella.
El capitán notó la ambigüedad de aquella orden o sugerencia; militarmente visto el asunto: yacer con una mujer limitaba las fuerzas para la guerra, y los estatutos prohibían que los soldados hicieran uso de hembras el día anterior a la batalla.
Por otro lado, su general requería lealtad, que transgrediera la norma.
Dadas las circunstancias y visto que intuía una misión ilegal y contraria a los intereses reales, no convenía aceptar sin condiciones.
En cuanto a la suerte que pudiera correr la sacerdotisa, estaba ligada a la de él inevitablemente. Así que contestó:
- Seguiré sus indicaciones y mañana estaré presente donde me indiquéis, pero si arriesgo mi vida quiero saber como seré recompensado.
- Desde este momento es usted un hombre de mi confianza, dijo alegrándose de que no discutiera su autoridad sobre las normas.
Después de la entrevista, se dirigió al cuartel para dar instrucciones a sus inmediatos y dirigir las actividades de la compañía sin levantar sospechas; permaneciendo en esas dependencias hasta después de la comida. Posteriormente, se marchó en dirección al templo, a la hora que habitualmente terminaba su jornada de trabajo ordinario.
Al llegar al templo, permaneció en uno de los reclinatorios ofreciendo oraciones desde su corazón. En realidad no estaba orando, sino analizando la situación y esperando la hora apropiada para visitar a la sacerdotisa.
Cuando se encontraron, Diamela notó que estaba inquieto, y pensó que sufría a causa de alguna incidencia importante, así que le dijo:
- Parece que has tenido un día difícil.
- No, pero necesito que nos veamos en privado.
La mujer condujo al hombre a su habitación privada y le pidió que se sentara, aprovechando esa posición para lavarle los pies y darle un masaje que le relajara.
- ¿Te sientes mejor?
- Estoy en el paraíso, le contestó
- ¿Quieres hablar de la causa de tu preocupación?
- No debes preocuparte.
- Pero Soldán, nosotros estamos unidos por un fuerte vinculo, y confiamos plenamente el uno en el otro.
- No me pidas que hable de este asunto, por favor.
- No me responda, pero está relacionado con el asunto del manuscrito que leímos juntos, ¿verdad?
- ¿Te quedarás esta noche?
- Debo hacerlo, respondió. Y te ruego que me lo permitas.
- Tú sabes que siempre ha sido para mí un placer disponer de tu compañía.
Ella, antes de despedirse del capitán, sintió la necesidad de tener la mínima información del problema, en el que estaba involucrada y le preguntó:
- Dime al menos en que bando has caído, para no errar innecesariamente.
- Jabel
La sacerdotisa dejó de hacer preguntas y lo besó deseándole éxito en la misión, pidiéndole que tuviera cuidado porque no podría resistir su pérdida.
El capitán salió con fuerzas renovadas de pasar la noche con la mujer, y con la cabeza alta se encaminó al despacho de Jabel.
Al llegar, el soldado que custodiaba la puerta de acceso le franqueó la entrada. Jabel esperó que Soldán llegara hasta su presencia y le pidió que se sentara. Extendió un mapa sobre la mesa y señaló a una región desconocida para el capitán, donde supuestamente se encontraba el reino de noditas mas importante de toda la tierra.
El capitán prestaba atención y pensaba como podría llegar hasta aquel lugar sin que antes le hubieran eliminado, pero Jabel que en este punto de la explicación esperaba la incertidumbre del subordinado, sacó un amuleto de cobre, del tamaño de un medallón, con el grabado de una serpiente enrollada sobre un tronco de árbol.
El objeto lo obtuvo durante una compaña en la que salió victorioso sobre unos noditas comandados por un príncipe, hijo del rey Behemoth y la reina Leviatán, muy temidos e inmensamente crueles con sus enemigos.
A este joven, cuando lo iba a ejecutar sus soldados, Jabel se interpuso impidiendo que lo mataran. Le curó las heridas de la batalla y después de un tiempo, lo mandó de regreso a su tierra.
Durante aquellos días hicieron amistad y el joven prometió a Jabel devolverle el favor cuando en cualquier circunstancia necesitara de él.
- Este objeto será tu salvoconducto, si alguien se aproxima debe mostrarlo y preguntar por Behemoth.
- Cuando haya pasado el gran rió, cuélgatelo del cuello. Si alguien ve esa señal, el temor se apoderará de él y no te infringirá daño alguno. Debes pedir que te acompañen a la presencia del propietario del sello. Y cuando esté en su presencia, dígale que el general Jabel te ha enviado, que queremos sellar una alianza entre su pueblo y el nuestro, y proponle un encuentro en esta montaña, dijo señalando en el mapa la montaña sagrada.
- ¿Cómo sabrá que no le estamos tendiendo una trampa?
- No lo sabrá. Simulará que confía en nosotros, pero pensarán en sacar ventaja de la situación.
- ¿Y cómo sabrá usted que tuve éxito?
- Nos lo harán saber de algún modo. Debes advertirle que nuestro rey está al margen, que está muy avanzado en años y vive en un mundo de fantasía rodeado de algunos traidores a la patria que esperan que muera pronto.
Soldán hizo el camino a caballo acompañado de dos soldados del servicio propio del general, hasta la margen del gran rió, que distaba de la ciudad una jornada completa.
Al llegar al rió, descargaron unas maderas que acoplaron perfectamente formando una pequeña barca, y aseguraron su impermeabilidad sellando las juntas con brea.
Los soldados ayudaron al capitán a zarpar y se quedaron en la orilla hasta comprobar que cruzó el rió con éxito.
Escondió la barca entre unos matorrales y emprendió el camino, atravesando una gran llanura en estado salvaje.
Cuando había caminado un par de horas, tenía la impresión de que estaba siendo observado y recordó que no se había puesto la señal de Caín que le había facilitado Jabel, e inmediatamente se colgó el amuleto del cuello.
En aquel momento tres noditas portando armas corrían ya a su encuentro. Los rayos de sol hacían resplandecer el pequeño medallón evitando que se distinguiera el icono grabado. Sin embargo, los noditas desistieron de agredirlo por el momento y lo conminaron a que se detuviera.
Soldán se detuvo sin hacer ningún movimiento que hiciera sospechar una posible defensa, por el contrario se inclinó en señal de respeto. Uno de los noditas amagó un golpe para provocar la reacción del invasor, pero éste no se perturbó, se limitó a mostrar el medallón.
En ese instante el nodita agresor reculó dos pasos y sus compañeros se quedaron quietos, petrificados.
Soldán quería hacerles entender que quería ser presentado ante Behemoth, y como vio que las palabras que pronunciaba no eran comprendidas, optó por pronunciar el nombre del legendario gobernante:
- Behemoth
Uno de los noditas comprendió el gesto y dijo a sus compañeros que el intruso estaba pidiendo que le llevaran ante Behemoth.
Los hombres decidieron llevarlo al campamento más cercano, ante un jefe que pudiera decidir su traslado, o por el contrario permitir que le dieran muerte.
Se dirigieron al campamento, y aunque Soldán no iba amarrado, tenía la sensación de que le desplazaban en calidad de prisionero.
Al llegar al campamento, observó con mucho cuidado la actividad de sus pobladores. Le llamó la atención la dura preparación para la guerra que estaban recibiendo unos jóvenes guerreros, y trató de no parecer interesado para evitar ser confundido con un espía.
Lo que mas le preocupó, fue ver un nefilím sujetando un caballo con una cuerda rodeaba al cuello, mientras un nodita lo montaban hasta que el animal cedía, permitiendo el peso del jinete.
Comprobó que el arma principal de su pueblo para vencer en la guerra, la doma del caballo, había sido imitada, por lo que si no se intervenía urgentemente, aquellos salvajes llegarían a ser tan poderosos que vencerían a sus ejércitos.
Los noditas lo acercaron hasta la tienda principal de donde salió el jefe del campamento, que en su lengua preguntó:
- ¿Por qué lo habéis traído?
Al Jefe del campamento le dio miedo desposeerlo del medallón y matar al intruso, terminando de este modo con el asunto, así que dispuso de tres hombres de los más veloces, para que se dirigieran al campamento principal donde residía el emperador.
Soldán permaneció en el campamento con libertad de movimiento, pero siempre a la vista de los tres noditas que lo capturaron, que respondían con sus propias vidas si él desaparecía.
En esas condiciones de libertad vigilada, permaneció algunos días, hasta que una gran nube de polvo y el sonido del galope de caballos que hacía temblar la tierra rompieron la calma del campamento. Con la rapidez del rayo, todos los hombres formaron con sus armas para presentar sus respetos al visitante, supuestamente, a tenor de las fuerzas que desplazaba, el propio Behemoth.
A la llegada de la multitud de los hombres a caballo, los guerreros presentaron sus armas, y sonaron cuernos y tambores en honor del gran dignatario.
Sin prestar la más mínima atención, Behemoth avanzó por el campamento mientras el jefe del mismo se presentaba ante él en señal de sumisión. Éste sin inspeccionar las tropas y sin ninguna demora preguntó:
- ¿Quién es el hombre que porta el emblema de la casa real?
Al llegar comprobó que sus rasgos raciales eran diferentes y que el hombre en cuestión debía de ser un enviado del reino más poderoso de la tierra hasta entonces.
Behemoth pidió al Jefe que le facilitara la mejor tienda para hablar con él, y le fue facilitada la que servía para residir el jefe del campamento.
Pasaron adentro, con dos guerreros conocedores de la lengua de otros pueblos, tras lo cual comenzó el interrogatorio.
Uno de los lingüistas preguntó a Soldán su procedencia, pero como éste no respondiera replanteó la pregunta con palabras de otra lengua.
Esta segunda vez, la mayoría de las palabras fueron entendidas por Soldán, que contestó que le enviaba el general y príncipe heredero del reino de Lamec.
Casi le sale una sonrisa al lingüista, porque en un principio le confundió con la pequeña tribu de Noe, que ellos tenían bien localizada y sabían que había sido mermada y controlado su desarrollo. Pero Soldán comprendió que no había sido comprendido y explicó que venía de la gran ciudad de Enoc, por orden del príncipe Jabel, a la vez que presentaba el medallón a los intérpretes.
Uno de ellos lo tomó y lo presentó a Behemoth, que lo reconoció de inmediato como su sello personal cuando era príncipe, y dijo a los intérpretes que preguntara si el general era ya rey.
Soldán contestó que aún vivía Lamec, el rey, y que existían tensiones entre los posibles herederos.
Al llegar este momento, Behemoth comprendió que su salvador quería saldar una antigua deuda que tenía olvidada, pero pensó en la gran oportunidad que se le estaba presentando para ser el único rey de toda la tierra, sometiendo a todos los pueblos y centralizando su cetro en la famosa ciudad de Enoc.
Continuó preguntando en que podía ayudar a su amigo; a lo que Soldán contestó que él no conocía los planes de Jabel, pero que solicitó una reunión en la montaña sagrada.
Reconoció el lugar como muy adentrado en las tierras de Enoc, y dijo que en su lugar enviaría servidores de toda su confianza, a quienes podría revelar sus planes.
Soldán aceptó la propuesta y se ofreció para acompañarlos hasta un lugar seguro de la montaña y regresar con su general posteriormente.
El interprete que entendía la lengua de Soldán, estaba seguro de ser uno de los enviados a la peligrosa misión y se ofreció voluntariamente para acompañar a los hombres que el gran Jefe designara.
Behemoth ordenó que se realizaran los preparativos para el viaje, con el fin de emprenderlo lo antes posible.
A Soldán le pareció que el ambicioso gobernante, no se conformaría con simplemente devolver el favor a Jabel y que sus planes incluiría la conquista de la ciudad. La situación era propicia para ello, porque existían divisiones entre los herederos, los monjes, los masones, e incluso los esclavos; y pensó, que tal vez el plan de Jabel consistía en propiciar la amenaza de aquellos salvajes, con el fin de lograr la unidad nacional venciendo al enemigo y consiguiendo la corona por sus servicios.
Pero en los años transcurridos desde que Behemoth accedió al trono, sus tribus se habían fortalecidos desmesuradamente con la incorporación del caballo y otros instrumentos de guerra, y soñaba con superar los muros de la ciudad para conquistarla.
La fiesta continuaba sin interrupción, sin que fuera perceptible la división de los días, porque a todas horas circulaban personas por la ciudad, envueltas en jolgorios indecentes, impropios de fiestas religiosas.
Se demoraba el natural descanso que impone la naturaleza hasta el punto que muchos caían rendidos por las calles, mientras otros se retiraban por un poco a sus hogares para reponer fuerzas, incorporándose a la hora que cada cual creyera conveniente, si bien, todos acudían a los servicios religiosos como si fuera obligatoria la asistencia.
Noema caminaba en dirección al templo para asistir a la bendición, retardando la macha para conseguir separarse de su madre, que cedió como si se tratara de un despiste, permitiéndole que se alejara, a cierta distancia.
Noe aprovechó para acercarse y comentarle si podrían pasar algún tiempo juntos, o si estaría sometida a una severa vigilancia durante las fiestas.
Ella le dijo que, posiblemente encontraría la forma de estar algún tiempo con él durante el día, si bien, no era conveniente estar juntos en público, amenos que parecieran encuentros ocasionales. Así que convinieron en verse a la salida de los juegos y entonces planificarían como pasar el resto del día.
La ceremonia religiosa del segundo día fue un simple paseo alrededor de los altares y pequeñas capillas dedicadas a diferentes santos, que conservaban reliquias de hombres y mujeres sobresalientes, requeridos en las oraciones del pueblo, para solicitarle curaciones milagrosas y otros favores.
Tras la ceremonia, los juegos cobraban una especial emoción, sobre todo porque entraban en acción las luchadoras.
En el pasado, las cainitas se mostraron más veloces y ganaron vez tras vez todas las carreras. Parecía como si las razas inferiores tuvieran prohibido alcanzar la victoria en alguna de las pruebas.
Las guerreras hicieron su presentación desfilando alrededor del coliseo. Las distintas razas se identificaban facilmente por sus rasgos distintivos de color de la piel, los cabellos, ojos, e incluso por la figura de sus cuerpos y su modo de andar.
El público principal intentaba disimular la emoción que le producía las noditas, sus brillantes cuerpos negros, corpulencia, el tamaño de sus senos y sus labios, les atraía despertando sus instintos animales. Oficialmente querían que las mujeres de su raza que participaban fueran las vencedoras, y debían serlo porque a ninguna esclava se le ocurría vencer contra ellas, pero en su fuero interno querían a las “hijas de los hombres” porque eran bien parecidas.
Los “hijos de Dios” deseaban concursar en la subasta de luchadoras que se celebraba después del concurso. Con suerte se podrían llevar a su servidumbre una de estas mujeres y disfrutar de ellas en la intimidad, cuando no pudieran ser vistos.
Después del desfile, comenzaron las carreras con diversos obstáculos que los participantes debían superar. Las noditas competían entre sí para sacar las mas veloces de su grupo y poderse enfrentar en las siguientes pruebas.
El griterío del público era ensordecedor, jaleaban a sus preferidas para que aceleraran, pues tenían formuladas sus apuestas y querían ganar, porque el trofeo merecía la pena.
Aunque Noe no tenía ojos nada mas que para Noema, no se le pasó por alto aquella situación, incluso, pudo apreciar la belleza de las mujeres y desearlas.
Noema comprobó la emoción de Noe sin sorprenderse, como si fuera natural que los hombres se sintieran atraídos por tan sobresalientes mujeres.
Conforme alcanzaban la meta, tomaban sus arcos y lanzaban flechas contra un blanco. Una tras otra superaban aquellos obstáculos y terminaban la lucha con el cuerpo a cuerpo. Sin armas ni reglas, valía todo: golpes, mordiscos, llaves, hasta noquear al contrincante.
Monjes y gobernantes en sus palcos disimulaban la emoción y miraban con indiferencia los juegos, como si su presencia se debiera al respeto al pueblo y no por el interés de aquel circo.
El rey ocupaba la presidencia, dispuesto a conceder las peticiones de sus ciudadanos.
Una de las luchadoras noditas sujetaba por el cuello a su contrincante con todas las posibilidades de vencerla rompiéndoselo y causándole la muerte, pero ésta no se rendía.
El público miraba para Lamec que debía de dar por finalizado el combate o permitir que la luchadora concluyera, aniquilando a su compañera.
Cuando parecía evidente que iba ha permitirlo, dio por terminada la lucha deteniendo el combate. Las luchadoras se abrazaron alegres por el feliz desenlace.
El público aplaudía al rey por la decisión, que parecía en definitiva contentar a la mayoría, si bien, siempre existía quienes querían sangre y disfrutaban con la muerte, pero callaban por temor a mostrar sentimiento tan siniestro, evitando enemistarse con quienes respiraban deseos sensuales por aquellas extraordinarias mujeres.
Al concluir la sección de la mañana, Noe y Noema decidieron abandonar el coliseo y perderse por las calles en dirección a palacio. Mientras caminaban, Noema comentaba la maravillosa fiesta de su ciudad, sin contrastarlo con lo aburrido que debería ser vivir en una tribu que habitaba en zonas salvajes de la tierra, y aprovechó para interrogarle respecto a las noditas:
- ¿Qué te han parecido las mujeres de color?
- Son muy hermosas de apariencia.
- ¿Te gustaron más que las mujeres de tu raza?
- Su aspecto físico si, dijo, añadiendo: también me gustas tú, más que las mujeres de mi raza.
- Pero nuestras razas tienen características similares, porque tenemos un antepasado común en los dos grupos familiares.
- Cuando estemos casados podrás tener a tu servicio mujeres, como es tradición en nuestros pueblos.
- Nadie compartirá mi lecho excepto tu.
- Un solo hombre existirá en mi vida. Aunque la muerte te alcance antes que a mi, esperaré mi turno sin romper el vínculo que nos une.
Decidieron escapar por unas horas a la montaña sagrada y tomando los caballos, se dirigieron al lugar, confiados y seguros de no ser descubiertos, porque todos estaban pendientes de las fiestas. Cuando se acercaban a la montaña, Noe se fijo por casualidad en algunas huellas de caballos que les pareció reciente, y bajó del suyo. Noema percibió también el peligro e hizo lo mismo, apartándose ambos del camino y avanzando entre la maleza.
Pronto oyeron el ruido de un grupo que se acercaba y tumbaron los caballos echándose al suelo.
Noe reconoció a la inconfundible gente de Behemoth, una poderosísima tribu que debían eludir y no enfrentarse nunca a ella, porque eran tan sanguinarios que mataban a todos los que ofrecían resistencia.
Noema percibió el temor de Noe pero no compartía su opinión, porque consideraba a su pueblo invencible. Su Dios no permitiría que fueran derrotados.
Sin embargo, ¿por qué se dirigía el grupo al santuario? Esta pregunta necesitaba respuesta, para saber el peligro al que su mundo estaba a punto de enfrentarse.
Noe decidió ascender por el lado opuesto de la montaña y aseguró los caballos pidiendo a Noema que se quedara esperando hasta que él volviera, pero ésta insistió en acompañarlo. Los numerosos árboles facilitaban la subida e impedía una caída al vacío paliando el peligroso ascenso.
Continuaban apartando ramas y ascendiendo, cuando casi sin darse cuenta Noema, se encontraba en el interior de la cueva. Caminaban con cuidado de no producir ruido, dirigiéndose a un lugar desde donde se divisaba la entrada principal. Desde allí pudieron ver a unos hombres protegiendo la entrada y cuidando de un grupo de caballos. Los hombres pertenecían a dos razas diferentes, enemigos entre sí, y se notaba cierta tensión entre ellos, aunque estaba claro que no se produciría ningún enfrentamiento.
Retrocedieron, buscando un lugar que le ofreciera otra perspectiva de la cueva, donde sin duda deberían estar los jefes de aquellos dos grupos, y efectivamente, cerca del altar principal había seis hombres hablando y mostrando planos, que no podían ver desde su distancia. Noe intentó buscar un lugar mejor, desde donde pudieran ver, pero Noema, le hizo un gesto de que no lo hiciera porque había reconocido a dos jefes del ejército de Jabel y al desaparecido Soldán.
Estaba claro que tramaban una traición a la ciudad, y las fiestas podía ser el momento ideal para la invasión, máxime, si para ello, contaba con ayuda interna.
Descendieron con el mismo cuidado y regresaron a la ciudad sin demora, pero cuando estuvieron lejos de la escena pensaron que debían revelar la visión, aunque eso suponía dejar al descubierto su secreta escapada.
Debían elegir a alguien que no estuviera implicado en la trama y pensaron en Altor, que trataría el asunto con prudencia y rapidez.
Hubo suerte, se encontraba de servicio y fue fácil localizarlo. Noema solicitó verlo y él, salió a recibir a la princesa y la hizo pasar.
Tan pronto como estuvieron solo, Altor les preguntó a que se debía la inesperada visita.
- Hoy hemos estado en la montaña sagrada, dijo Noema.
- ¿Y habéis sufrido algún contratiempo?
- Bueno, hemos descubierto una reunión entre soldados del general Jabel y guerreros de Behemoth, dijo Noe.
- Es un asunto muy grave, dijo Altor. Si no nos andamos con cuidado, semejante acusación podría costarnos la vida.
- Los guerreros de Behemoth llegaron a caballo, dijo Noe, y si cruzan el gran Rio pisotearan la ciudad y moriremos todos.
- Nuestra ciudad tiene defensas que nunca pudieron superar, repuso Altor.
- Si, pero los soldados de Jabel le mostraron planos. Seguro que le han facilitado algún acceso, insistió Noe.
- El peligro es real, dijo Noema y debemos hacer algo para evitarlo.
- ¿A quién exponer el asunto?, dijo Altor para hacer pensar a Noema.
- No se, dijo ella, tu conoces el ejercito por dentro. También podemos contarlo a alguno de los monjes cercanos, quizás a Shemihaza.
- No, esa gente nunca se sabe a lo que juegan, dejarlo en mis manos; yo lo haré saber a tu hermano Tubalcain.
Cuando lo expuso ante el general, éste no se sorprendió porque sabía que se fraguaba una traición, pero implicar a Behemoth le preocupó sobremanera y maldecía a quienes fueran tan ilusos, como para confiar en semejante criminal.
- Inútiles, ¡Confiar en Behemoth!, dijo Tubalcain.
- Eso parece, dijo Altor.
- Si atacan durante estas fiestas y nos sorprenden nos mataran a todos.
- ¿Cómo lo evitaremos?
- Hay que asesinar a Jabel y detener a sus capitanes para conocer los detalles del ataque que planificaron.
- Pero, ¿quién matará a Jabel? Nunca sale por las calles sin protección y su residencia está altamente vigilada.
Tubalcaín continuaba pensativo como si planificara una estrategia, cuando en realidad esperaba que Altor le ofreciera una solución.
- Tus amigos habirus podrían ayudar, le dijo.
- Pero si Noe utiliza su arma se sabrá y se juega la vida.
- En este asunto nos la estamos jugando todos. ¡Creedme!
- Tiene también un sistema por el que produce una deflagración que creo puede controlar desde una mayor distancia.
- Si, esa arma la conocen nuestros monjes, pero es muy poco segura. Lo mejor es un escogido que sin temor a morir se lance contra él y tras causarle la muerte se inmole como un sacrificio a Dios.
Sabía que tenía soldados reclutados desde la infancia, instruidos en el arte de la lucha; sumamente diestros en cualquier enfrentamiento, capaces de abatir a cualquiera solo con sus manos. Los motivó, para que estuvieran dispuestos a cumplir una orden de asesinar, entregando sus propias vidas instruyéndolos desde la niñez en la enseñanza de que alcanzar un paraíso donde vivirían para siempre.
Después de informar a su general, Altor se retiró y dejó el asunto en sus manos, seguro de que lograría abortar la traición.
Tubalcaín pensó con razón que Jabel y Behemoth planearían el ataque para el último día de la fiesta, o poco después, cuando las gentes debilitadas y reunidas en el Templo no estuvieran en condiciones de responder al ataque.
El tercer día de fiesta, la asistencia al coliseo fue inferior, debido a que se repetían las pruebas del día anterior con niños y jóvenes que se estaban preparando para la guerra. No obstante, los generales y mandatarios oficiales asistían por respeto y apoyo a los futuros guerreros.
El rey asistía, y lógicamente estaba mal visto entre la clase alta no asistir al evento.
Después, siempre repetían todos los años, que era la sección más bonita y que los jóvenes mostraban cualidades de buenos guerreros, sin duda las promesas del futuro.
Con las gradas menos poblada era muy evidente la procedencia de una agresión, así que Tubalcaín esperaba con calma el momento mas propicio para llevar a cabo el plan de eliminación del traidor.
Sin embargo, uno de sus sicarios no debió interpretar correctamente la orden, o decidió por su cuenta, cuando de forma inesperada, desde la grada opuesta a Tubalcaín, comenzó a salvar los obstáculos hasta llegar a los guardaespaldas de Jabel. Éstos reaccionaron rápidamente contra el sicario que los eliminaba uno tras otro, con la facilidad que el viento flexiona las espigas.
Cuando parecía que nada evitaría que alcanzase su objetivo, uno de los guardaespaldas desde el suelo donde yacía casi muerto, trabó los pies del sicario desequilibrándolo levemente, recibiendo en el mismo momento una grave herida de espada en el hombro. Sin embargo, esto no frenó al sicario que con la otra mano mató de un manotazo a su oponente y siguió derecho contra su objetivo.
El coliseo estaba pendiente de esta agresión, tanto que hasta los jóvenes guerreros interrumpieron sus juegos y desde la arena miraban consternado la escena. Uno de aquellos jóvenes, arco en mano apuntaba hacia las gradas y sin pensarlo dos veces lanzó una flecha contra el superhombre alcanzándolo en el cuello, justo en el momento que llegaba contra Jabel, quien aunque intentó esquivar el golpe, recibió una grave herida en el momento que su agresor cayó fulminado al suelo.
El estadio reaccionó con una gran ovación pidiendo al rey que premiara a este joven guerrero.
- ¡Honor de gran guerrero! Gritaban.
Nadie quería pensar que se trataba de un plan premeditado, sino la acción de un loco aislado que agredió a un descendiente del rey, pero para la clase pudiente se trataba de un plan fraguado por alguna fuente de poder, que planeaba un cambio en aquella sociedad. Sin embargo, para no alarmar a la población, lo mejor era seguir el criterio de la gente sencilla y transmitir la idea de que un agresor loco había logrado dejar mal herido a Jabel, por lo que solo debían preocuparse por conseguir la recuperación del general.
Tubalcain se lamentó que no lo hubiera intentado algún otro de sus muchachos, porque sin duda, dos hubieran logrado el objetivo, pero ahora convenía mantenerse al margen y colaborar en la recuperación de su medio hermano.
Tras los incidentes visitó a Jabel que mal herido e inconsciente lo cuidaban los monjes, quienes solo permitían visitas breves a familiares directos; por eso tuvo que conformarse con verlo un instante.
Al rey lo mantenían informado del estado de su hijo, y le pidieron que esperara un poco para verlo, a fin de evitar que la emoción perjudicara a Jabel.
Sela que estaba preocupada por su antigua amiga desde la desaparición del capitán, decidió hacerle una visita para consolarla. Al entrar en el templo hizo una breve reverencia arrodillándose delante del altar sin pararse a rezar, y continuó caminando hasta las dependencias de las mujeres, pero Diamela no se encontraba allí y salió al jardín en su busca.
Efectivamente, estaba trabajando en el huerto plantando retoños de árboles, cuando la abordó. Diamela se sorprendió de la visita, hasta el punto que casi se asusta al verla, pero reaccionó de inmediato abrazándose a su amiga.
- Me tenías muy preocupada desde la desaparición del capitán, le dijo Sela.
- Me siento como si el destino me hubiera robado mi futuro.
- A veces un suceso imprevisto cambia nuestras vidas, ¿qué le habrá pasado al capitán?
- No lo se, pero tu sabes que los hombres del ejercito corren muchos riesgos, aunque nunca pensé que le sucedería nada a él.
- Es posible que saliera de la ciudad y no haya podido regresar aún.
- No se Sela, ya son muchos días los que falta.
- Si abandonó la región pueden haberlo apresado alguna de las tribus enemigas y lo tengan como rehén para algún intercambio.
- Mi corazón me dice que el hombre no volverá. Decía mientras lloraba desconsoladamente.
- Todas las mujeres sufrimos, Diamela. Tú sabes que yo dejé de ser la preferida del rey, y en verdad me dolió muchísimo, hasta el punto que pensé que moriría de pena.
- Ya lo se, amiga, ¡ojalá!, solo fuera eso lo que me pasara a mí.
- Te comprendo, es muy duro, pero al menos en alguna ocasión tengo al hombre y he aprendido a llevarme bien con sus otras mujeres, hasta el punto que a veces creo que me consideran a mí como la madre de todas.
- Tú eres muy adaptable Sela, y siempre fuiste una mujer que sabe sacar provecho de las malas experiencias. Quiera Dios que yo pueda digerir esto y salir adelante. A veces pienso que no lo podré soportar.
- Vente conmigo, pediré una dispensa a tu superiora para que te deje un tiempo, ¿qué te parece?
- Tú eres una mujer muy ocupada, Sela.
- Bueno, pero los amigos estamos para ayudarnos.
- Aquí tengo mis plantas y mis hermanas; de veras que agradezco tu ofrecimiento, pero en palacio viviría preocupada también por mi congregación. Mejor vienes mas veces para que hablemos
- Sabes que lo haré con mucho gusto. Por cierto, explícame qué haces con estos retoños.
Porte esperó pacientemente en el templo mientras regresaba la mujer, pero no se le acercó ninguno de los monjes. Parecía como si le hubieran identificado como un revelador de sueños de mal gusto contra la curia, y ninguno quería relacionarse con tan funesto personaje.
Cuando vio que su ama se tardaba, como sea que ésta le había advertido que estaría mucho tiempo con su amiga, visitó a Estil y estuvieron hablando de su juventud, cuando ambos eran jóvenes. La mujer no tenía nada nuevo que contarle y Porte tampoco quiso interrogarla, así que hablaron amistosamente, tan ilusionados, que a punto estuvieron de revivir algunas de sus experiencias, pero Porte definitivamente no era ya un hombre arriesgado, calculaba muy bien lo que debía o no debía hacer, y simplemente pasó el tiempo hasta que se despidieron.
Jubal fue al templo a visitar a Jabel que se encontraba casi inconsciente de las heridas recibidas en el coliseo, y protegido por los monjes que vigilaban su recuperación. Ellos atendían las visitas y las consolaban, con la posibilidad de que sobreviviera por la ayuda de Dios.
Shemihaza en persona se preocupaba de que recibiera el mejor tratamiento y le administraba bebidas para la infección y ungüento para las heridas. En esa labor de cura se encontraba Shemihaza cuando Jubal dirigiéndose a él, dijo:
- Es muy importante tratar de hablar con él, pues creo que ha planificado una estrategia que debemos conocer.
- Tu hermano sabe muy bien lo que hace.
- Sí, pero creo que esta vez juega con fuego. ¿Sabes que desapareció el capitán Soldan?
- No, y no conozco muy bien a ese capitán. ¿No habrá huido?
- Parece que lo ha enviado a una misión en el extranjero, y solo él sabe el motivo.
Jabel se encontraba inconsciente con respiración dificultosa. Jubal se aproximó hasta colocar su boca junto al oído izquierdo de su hermano y susurró un dicho que solían emplear de niños.
- ¡Llevo la señal de Caín, no puedo morir!
- ¡Llevo la señal de Caín, no puedo morir!
Quiso seguirle el juego y decirle que llevaba la señal de Abel y que la vida se escapaba de él, pero debía aprovechar el tiempo, y con palabra entre cortadas dijo:
- Mata a Behemoth!
- ¿Cuando debo matarlo?, dijo en voz muy baja, como para evitar dañarlo con el sonido de la voz.
A Jubal le pareció que hablaba de alguno de sus capitanes, pero no pudo oír bien lo que Jabel intentó decir, y decidió interrogar a sus capitanes tan pronto como regresara al cuartel
Jubal con lágrimas en los ojos y sin perder más tiempo, salía del templo cuando se encontró con Diamela.
A ésta se le notaba muy abatida, distraída con las plantas y con la mente pérdida en el jardín de flores, ajeno a las manos que lo cuidaba.
Al escuchar a Jubal se sobresaltó, pero supo reponerse de la impresión diciéndole:
- ¿Qué deseas de esta sierva?
- Siento mucho la desaparición de Soldán.
- Estoy desesperada, hace muchos días que no tengo noticias.
Diamela pensó por un momento si este hombre verdaderamente conocía la misión, o si después de todo, fuera tan secreta que solo Jabel conociera los pormenores. Eso incrementaba su preocupación e inquietud, incluso comenzaba a preocuparse por su propia vida, así que debía ser prudente con sus palabras.
- No me informó de la misión a la que fue enviado, agregó Diamela enternecida.
La ciudad dormida descansaba del intenso jolgorio al que se había visto sometida, como si sus casas y sus calles se escondieran en la oscuridad de las piedras, del abuso de sus pobladores.
Sin interrumpir el silencio, cien hombres a caballo salieron de sus cuarteles y se dirigieron como una suave brisa de viento a la salida. Cuando estuvieron agrupados y alejados de la ciudad, comenzaron a cabalgar por el camino que las carretas habían formado de tanto ir y venir, senda que el terreno respetaba sin cubrirla de yerbas.
Cuando terminaron esa avenida, siguieron cabalgando a través del campo, con la ayuda de la poca luz que la luna les prestaba.
Altor se proponía alcanzar una montaña desde donde se divisaba gran parte del rió y ocupar la zona por donde previsiblemente intentarían pasar los guerreros de Behemoth, por la menor profundidad de sus aguas.
Como máquina dislocada y sin orden salvaron la distancia hasta la mancha negra por donde los caballos podían mantener mejor su velocidad.
Conforme se iba disipando la oscuridad comenzaba a distinguir el dibujo que la cordillera formaba en el cielo.
Pronto subieron la montaña elegida hasta la altura que los caballos pudieron ascender sin dificultad, y se situaron en la margen del rió, desde donde la vista permitía divisar la lengua de agua, que se desplazaba por entre los grandes surcos abiertos del terreno.
El ejército de Behemoth se disponía a cruzar por tres lugares diferentes: dos zonas poco profundas y un remanso para transportar en balsas las carretas, con las maderas de la maquinaria de asalto a la ciudad.
Poco podía hacer Altor, salvo ganar tiempo. Resultaba evidente que las balsas no pasarían hasta que algunos hombres hubieran cruzado y asegurado cuerdas, evitando que fueran arrastradas y se perdiera la preciada mercancía, que Behemoth había ideado desde hacía años para ese fin.
Altor pensó que lo más útil sería evitar el paso de las carretas, pero estaban fuertemente protegidas, imposible de hecho, y Behemoth ordenaba ya a sus hombres en dos partes del río para cruzarlo.
Altor envió la mitad de sus hombres a cada una de las zonas elegida, con órdenes de abatir con sus flechas a los noditas que fuera posible, abandonando el lugar rápidamente cuando no los pudieran contener, retirándose en dirección a la ciudad.
Si la resistencia servía para advertir a Behemoth que el plan de ataque había sido descubierto y desistía de él, el objetivo estaba conseguido, pero si persistía en avanzar, cien hombres por muy bien preparados que estuvieran no lograrían detener al gran ejercito enemigo.
El primer grupo de guerreros comenzó a cruzar el río salvando los desniveles, procurando que la corriente de agua no hiciera perder el equilibrio a los caballos; sin embargo, cuando parecía que iban a superar los obstáculos y alcanzar la orilla, una lluvia de flechas barrió a los primeros hombres, mientras el resto aceleraba para terminar con rapidez, pero los arqueros de Altor, muy certeros, continuaron haciendo blanco hasta casi terminar con ese primer intento de alcanzar la orilla.
Behemoth hizo sonar el cuerno para que regresaran sus hombres, que caían inútilmente, sirviendo de alimento a los peces que acudían al reclamo de la sangre, que llenaba el río.
Por el otro paso sucedió exactamente lo mismo y tuvieron también que retirarse.
Behemoth desde su lugar encumbrado vio con sorpresa la escena y miró a Soldán diciéndole:
- ¿Es una trampa?
- Son los arqueros de Altor, deben haber descubierto los planes de Jabel.
Sabía que dominar un pueblo tan bien organizado le sería más difícil que las tribus que conquistaba anexándolas a su reino, de modo que no se trataba únicamente de utilizar la fuerza bruta, debía medir bien los avances.
Congregó a sus capitanes y hablaron al respecto; diciéndoles franca y abiertamente:
- Nuestros planes de conquista han sido descubierto, pero con tan poco tiempo el enemigo no ha podido preparar una buena defensa.
- Para ganar el paso del rió, solo es necesario conseguir que lleguen a la otra orilla algunos hombres, pues por donde intentaron pasar mis guerreros, fueron repelidos por un pequeño grupo de soldados.
- Los guerreros deben cruzar a pie, formando un escudo los que encabecen la marcha, dijo otro de los capitanes.
- Debemos aprovechar que los arqueros no dispondrán de flechas suficientes y aunque caigan algunos guerreros, conseguiremos tomar la otra la orilla, y desde allí nos lanzaremos con toda nuestras energías hasta eliminarlos, dijo un tercero.
- Al anochecer que carecerán de buena visión podemos pasar con más facilidad y menos bajas, propuso un cuarto.
- Esta avanzadilla de soldados tienes como objetivo ralentizar nuestro avance para ganar tiempo. Si demoramos la conquista de esa orilla un día, habrán conseguido su objetivo. Sin duda el ejercito esta organizando la defensa de la ciudad.
- Estamos preparado para atacar las murallas, dijo otro de los capitanes favoreciendo la idea de cruzar de noche.
A la ciudad era famosa por su gran resistencia nadie había podido conquistarla jamás, y aunque ellos disponían de maquinas, no sería fácil conseguir el objetivo.
Después de oír a sus capitanes, interpretando en parte sus opiniones, decidió trazar una estrategia definitiva:
- Formaremos un grupo de hombres con escudos, protegiendo a otro con arcos, aún otro con lanzas y espadas, para cuando alcancen la orilla, formen un muro desde donde poder disparar, y en cuanto se de una señal, porque veamos que los arqueros carecen de flechas, irán saliendo del muro hasta la protección de los árboles, desde donde atacarán con toda contundencia.
Altor desde arriba de la montaña, vio como el enemigo avanzaban y dejó que sus hombres resistieran hasta que alcanzaron la orilla, pero, cuando no era posible mantener el control de la posición, hizo sonar de nuevo el cuerno con el toque de retirada, huyendo a toda velocidad para evitar ser perseguidos de inmediato.
Behemoth después de dominar las dos orillas felicitó a sus hombres y comenzó a cruzar los tableros y troncos, preparados para montar la maquinaria de ataque y asedio.
Entretanto continuaron adelante los hombres de la vanguardia, buenos exploradores del terreno, muy acostumbrados a descubrir los peligros que por sorpresa pudieran sorprender al gran contingente de guerreros. Paraban parar analizar el terreno y asegurarse que no existía ningún peligro antes de proseguir, evitando distanciarse más de lo que fuera prudente, para no ser atacados por sorpresa.
Aunque no querían abrir una brecha más grande entre el gran ejército y ellos, no les pareció prudente quedarse en la parte baja de las montañas que debían bordear después que ellos inspeccionaran las alturas. Así que decidieron comprobar si el camino estaba despejado, o si por el contrario, las tropas enemigas habían trazado un plan de contraataque.
Altor continuó su camino de regreso y al terminar la jornada se encontró con el ejercito de Jubal, acampado y preparando una contraofensiva para repeler al invasor.
Propuso que sus hombres descansaran porque llevaban más de un día sin dormir, y pidió que le llevaran ante el general.
Al llegar ante Jubal inclinó su cabeza en señal de sumisión y le dio las novedades:
- Mi general, hemos conseguido retrasar el avance el tiempo previsto, pero el enemigo no ha desistido de sus planes y continúa avanzando.
- ¿Cuándo crees que llegarán?
- Hasta aquí tardaran mas de un día, por la maquinaria que transporta, a menos que una parte de su ejercito decida ir por delante despejando el camino, en cuyo caso, mañana por la mañana habrán cruzado las montañas.
- Bien, vaya usted a descansar y mañana tendremos preparado el recibimiento.
Altor no confiaba demasiado en Jubal, pero no le quedaba otra alternativa que seguir los planes trazados por Tubalcain.
No pensaba igual que Tubalcaín respecto a servir como freno, para ganar algo de tiempo y preparar la defensa de la ciudad, así que hizo su propia interpretación de las instrucciones recibidas. Además, sus fuerzas eran demasiado visibles durante el día desde la montaña, así que desplazó la mitad de sus hombres a otra ubicación en la cima, resguardado entre los árboles.
Si lograban salvan el primer contingente, se replegarían, o bien, si conseguían no ser vistos, sorprenderían a los invasores entre ambos grupos de soldados.
La avanzadilla de hombres que inspeccionaban el terreno para facilitar el avance de las tropas de Behemoth era en verdad muy perspicaz, apenas llegó a las cercanías donde se encontraban apostados los soldados de Jubal, se percató del momento crítico: Demasiada quietud, los animales estaban inquietos y ofrecían resistencia a seguir avanzando, y no por el esfuerzo del ascenso.
Los hombres de Jubal esperaban que el pequeño grupo enemigo entraran en el circulo dominado por ellos, donde sería un blanco fácil.
Podía palparse la tensión, Jubal esperó un tiempo razonable para ver si se decidían a seguir avanzando, pero como viera que esto no se iba a producir, decidió rodear a la avanzadilla por medio de desplazar otro grupo de hombre y sorprenderle por la espalda. Sin embargo, la vanguardia intuyó la jugada y comenzó a retroceder el camino rápidamente para unirse al gran contingente de Behemoth.
Había quedado claro que el enfrentamiento se produciría inevitablemente a la mañana siguiente. Así que ahora, lo mejor era posicionarse en una zona que le ofreciera ventaja ante el rival, y desplazó el resto de sus tropas a la parte alta de la ladera, por el lugar donde deberían ascender los guerreros invasores.
Después reunió a sus capitanes y les dio instrucciones de que hicieran esparcir historias sobre aquellos hombres malvados que pasaban a cuchillo a todos los pobladores, se comían a los niños y violaban a las mujeres hasta que morían.
Cuando despuntaba el alba, suministró a sus hombres una bebida compuesta de miel y vinagre y los arengó contra aquellos criminales que querían destruir su mundo.
- Dios está con nosotros y nos dará la victoria.
- ombres de Enoc, este día será recordado siempre y el reino os dará tratamiento de héroes y privilegios de hombres libres.
- ¡Viva Enoc!
- ¡Viva!
- Cuando se dé la señal de ataque, vuestros capitanes os dirigirán al objetivo. Nuestro Dios nos librará del enemigo.
- Dios protegerá nuestro mundo porque Él lo ha creado.
En cuanto el sol dominaba en el cielo, las tropas de Behemoth hicieron su presencia avanzando inexorablemente por su camino. Cuando llegaron al lugar donde la noche pasada retrocedió la avanzadilla, se pararon para posicionarse y los hombres a pie comenzaron a subir barriendo el suelo, precedido por una jauría de perros adiestrados en localizar a los enemigos.
Cuando notaron próxima la presencia de los soldados, ladraban con más ímpetu, pero fueron retirados para evitar que los soldados los mataran, tras lo cual, los guerreros se lanzaron con toda su energía contra los soldados.
Una segunda fila de soldados salió en defensa de sus compañeros de cabeza y una tercera y una cuarta, hasta que hicieron retroceder a los guerreros noditas.
Behemoth que observaba el ímpetu empleado en la batalla por los defensores de la ciudad de Enoc, dejaba penetrar a los soldados con la intención de que se adentraran hasta donde no les fuera posible retroceder.
A Jubal no le gustó la escasa resistencia ofrecida por guerreros tan famosos y antes de que nuevos grupos rodearan a sus soldados, tocó el cuerno de retirada. Éstos no comprendían la razón de la retirada, porque ganaban con facilidad, pero sus capitanes les obligaban a retirarse.
Behemoth viendo la astucia de Jubal, aceleró el paso de sus hombres y los lanzó en persecución de los soldados.
Jubal les conminó con el cuerno a que aceleraran la huida hasta bajar por el otro lado de la montaña.
Behemoth se apresuró a subir para ver si todavía tenía el general preparada alguna trampa y efectivamente comprobó que el grueso del ejército esperaba abajo.
Behemoth sin embargo, pensó en ganar posiciones y situarse a cierta distancia del ejército, para desde allí continuar el avance.
Cuando los guerreros bajaban imparables contra los soldados que huían despavoridos para unirse al resto de sus compañeros, los más retrasados rompieron sus odres mientras arqueros lanzaron flechas encendidas que hicieron arder la ladera de la montaña formando un muro de fuego imposible de atravesar.
Behemoth maldecía la estrategia de Jubal por el destrozo, pero no tuvo más remedio que retirarse a esperar que las llamas se consumieran, huyendo a la parte de atrás de la montaña, esperando que el fuego se detuviera donde la vegetación era menos espesa.
El viento favorecía al ejercito de Jubal, las llamas avanzaban en dirección al contingente de guerreros, y el humo los cegaba, impidiéndoles ver los movimientos de los soldados.
A Behemoth no le gustó nada encontrarse con tan poca visibilidad y apresuró a sus hombres para salir con rapidez. Una mancha negra de alquitrán que cruzaron al pasar, le inquietaba y quería evitar verse entre dos fuegos.
Efectivamente, el fuego comenzaba a sus espaldas, cuando los certeros arqueros de Altor enviaron contra la mancha flechas incendiadas.
La mayoría de los guerreros lograron salir del cerco, mientras otros quedaban aprisionados e inconscientes por la inhalación del humo.
Behemoth estaba verdaderamente enfurecido y prometía que pagarían caro tan feroz resistencia, cuando lograra salir de aquella situación. Estaba dispuesto a no perdonar la vida a ningún soldado, y ejecutar a la ciudad entera.
Aunque fuera una perla en medio de un jardín, Behemoth pensaba que si las ciudades proliferaban, llegarían a alterar el equilibrio y perjudicar el entorno natural de modo irreversible. Pensaba que se contaminarían los ríos e incluso los mares terminando con la vida del planeta. Era pues necesario imponer su estilo de vida, que las gentes vivieran en tiendas y agrupadas en pequeñas tribus que tributaran por su protección.
La victoria transitoria de Jubal únicamente había evitado el avance inmediato, logrando el tiempo que Tubalcaín necesitaba para preparar una buena defensa de la ciudad.
Behemoth se retiró hasta donde se interrumpía la vegetación por el cruce de un pequeño riachuelo y acampó esperando todo el días a que el fuego se extinguiera, porque retroceder mas y buscar otra zona de paso de aquellas montañas, significaba mucho esfuerzo y no supondría ganar tanto tiempo, como para gastar las energías de sus hombres, que debían conservarlas para la envestida final.
Una vez se encontraba en lugar seguro, Behemoth descontento con la dura batalla miró a Soldán, como inquiriendo, qué clase de colaboración era aquella:
- ¿Son los soldados de Jabel?, le dijo
- Bueno, los comanda su hermano Jubal, que es un general a su servicio.
- ¿Cómo es posible?
- Da la impresión que Jabel ha sido eliminado, quizás por eso la compañía de Altor tuvo solo la intención de advertir que conocían nuestros planes.
- Bien, tal vez tengas razón, pero quizás la colaboración venga mas tarde, dijo, pensando que de ningún modo iba a abandonar la empresa.
Debía avanzar con prudencia por la posibilidad de ser atacado lateralmente cayendo en una nueva trampa del general, que estaba mostrándose demasiado inteligente, pero pronto comprobó que efectivamente se habían retirado, interpretándolo como un nuevo intento de ganar tiempo y de persuadirle a desistir de sus propósitos.
Jubal, sin embargo, se retiró con sus hombres en dirección a la ciudad, seguro de haber conseguido el objetivo de retrasar la marcha de Behemoth, pero también de que sería necesaria la guerra para resolver la invasión.
Behemoth continuaba imparable, con las precauciones necesarias para no ser sorprendido. Sus guerreros de vanguardia se empleaban a fondo para descubrir cualquier trampa que el enemigo hubiera preparado.
Behemoth quedaba maravillado cada vez más, cuando contemplaba tan hermosos parajes, solo habitado por fauna salvaje; evidentemente, porque los ciudadanos no permitían a ninguna tribu poblar en sus cercanías, considerando todos aquellos territorios, de su propiedad.
- Hermoso el paisaje, dijo a Soldán.
- Mi país es muy hermoso, en verdad, respondió éste.
- ¿Por qué no está habitado?
- Eso quiere mi general. Hay un gran sector de la ciudad que estima que no es conveniente que continué su crecimiento y que mejor deberían emigrar y construir otra ciudad.
Behemoth pensó que estaba en lo cierto, que aquella forma de vivir hacía peligrar a su mundo. - ¿Por eso necesitan mi ayuda?
- Es Jabel el que le ha solicitado la ayuda, al parecer, necesita romper el cerco en el que estamos encerrado.
- Se verán obligados a ceder y dejar salir libre a los ciudadanos que lo deseen, respondió.
Quizás cuando la ciudad tenga que enfrentarse ante un peligro exterior, las gentes se unan para dar una respuesta común.
En el fondo de su corazón sabía que estaba obrando mal, movido por las circunstancias, pero si tuviera una oportunidad, entregaría su propia vida por salvar a sus conciudadanos.
- Gracias, contestó Soldán procurando ser agradable y que no pudiera averiguar sus sentimientos.
El emperador mandó parar a sus guerreros, y decidió acampar allí, por parecerle un lugar seguro donde reponer fuerzas, para al día siguiente atacar y si no lograban asaltar la ciudad, al menos, asediar aquella estrella de la noche.
Tubalcaín vio también al ejército de guerreros, tan numeroso, como si se tratara de una plaga de langosta que se comían los campos. Se mantuvo tranquilo sabiendo que la batalla no comenzaría antes de la mañana siguiente.
Los ciudadanos estaban nerviosos pero se controlaban sin manifestarse en contra del gobierno, confiados que lograrían vencer, aunque no comprendían porque se había permitido al enemigo llegar hasta allí.
Se respiraba intranquilidad, todos pensaban que su mundo podía hundirse y que al día siguiente podían estar muertos. Muchos acudieron al templo en busca de consuelo, para calmar a Dios por medio de sus oraciones.
Los monjes recordaban que tenían pendiente el sacrificio de tres jóvenes, pero al contrario que los desconcertados ciudadanos, pensaba ofrecerlos cuando obtuvieran la victoria, en señal de agradecimiento.
Orecer continuaba con Dina, y soñaba con la ventaja que le ofrecía esta contienda, pues muchas personas morirían y podrían huir en la confusión, como si figuraran entre los desaparecidos, de la que se preveía como la mayor confrontación de los dos principales mundos de la tierra.
Sin duda, el mal que se avecinaba le daba la oportunidad de demostrar a Dina que Dios no requiere sacrificios, y que la seguridad de su mundo, no se debía a los holocaustos que ofrecían a su falso dios para calmar su ira.
En cualquier caso, la salvación dependía de la superioridad en el campo de batalla o al ingenio de los profesionales de la guerra, al explotar las fuerzas de la naturaleza en su favor. Y había observado el arriesgado plan en el que los hombres trabajaban para preparar un sorprendente recibimiento a las fuerzas enemigas.
Tanto si se ganaba la contienda, como si penetraban en la ciudad las fuerzas enemigas, él debía marcharse de todos modos si quería conservar a Dina.
Noe que había colaborado en la obra del canal, estaba preocupado, que las aguas soportaran el muro de contención, hasta que fuera necesario, y rogaba a Dios que no comenzara las lluvias que podrían precipitar las aguas prematuramente.
A la mañana siguiente, Behemoth tenía montada las diez torres con ruedas, las escaleras que ayudarían a subir y los hombres que desde arriba de las torretas controlarían a los defensores de los muros.
Behemoth avanzaba con seguridad extrañado de que le permitieran avanzar. Sin embargo, Tubalcaín que tuvo la misma impresión, dejó de ofrecer facilidades y sacó la caballería para acometer contra el ejército de Behemoth.
Inmediatamente, los guerreros de Behemoth que formaban la caballería tomaron la delantera, y el choque fue brutal. Los expertos soldados de Tubalcaín soportaban el ímpetu del envite de los guerreros salvajes, que terminaron por imponerse haciendo retroceder a los ciudadanos, que se replegaron dentro de la ciudad.
Cuando los guerreros se aproximaron a los muros con las torretas, el suelo estaba húmedo y resbaladizo; y aunque Behemoth no podía verlo desde su posición, notó que los hombres se movían como chapoteando dentro de un pequeño charco de agua. Tocó el sonido de retirada para salir de lo que parecía una nueva trampa, pero un muro de aguas procedente de las montañas circulaba a toda velocidad en dirección al canal de las murallas.
Las torretas se precipitaron contra el suelo mientras los guerreros eran arrastrados por las aguas que mezclada con el barro enterraba sus cuerpos, causándoles la muerte casi instantáneamente.
Behemoth quedó petrificado ante tan gran desastre y se esforzaba por salvar, aunque fuera a una pequeña parte de su ejército, pero entonces apareció por la espalda Jubal con sus hombres que se lanzaron contra el resto, que horrorizados caían presa fácil de los soldados.
Behemoth con sus ayudantes viendo el desastre de la contienda, se dispuso a huir, cuando Soldán, haciendo uso de su espada, se lanzó suicidamente contra él hiriéndolo de muerte y recibiendo la envestida de uno de los ayudantes, que aunque no logró salvar a su comandante, dejó mal herido a Soldán marchándose rápidamente para evitar ser capturado.
Lamec quiso colaborar en la defensa de su pueblo en situación tan especial, y saliendo de su palacio se puso al mando del ejército.
Su hijo Tubalcaín le puso en antecedente de todas las medidas tomadas para repeler al enemigo. Sabía que su presencia serviría para infundir ánimo a los soldados, porque hacía muchos años que no intervenía en las actividades militares.
Después de pasar revista a los que estaban en sus puestos de vigilancia, se llegó al templo para ver a Jabel.
Pasó a la sala que servía provisionalmente de hospital y miró con inquietud a su hijo:
Por una lado había sufrido una agresión y podía morir como una victima defensora del reino, pero por otro lado, a la vista de lo sucedido, todo apuntaba a que había pactado con el enemigo de su mundo y si sobreviviera, le sería muy complicado salvarlo, por la gran traición cometida.
Por delito mucho menores había ejecutado hombres y no podía transmitir el pensamiento de que la justicia solo alcanza a los débiles. Según se desenvolvieran los asuntos, vería como salvar el problema.
Mientras pensaba estas cosas y miraba con pena a Jabel, Shemihaza se acercó a presentarle los honores. Lamec se encontraba de rodilla con su mano tomando la mano de su hijo, y con voz muy baja, tiernamente le decía:
- Hijo mío, ¿qué ha pasado?, lo tenías todo, vivías como en el jardín de Edén, protegido de todo mal.
Shemihaza con prudencia rompió el susurro:
- Mi Señor no debe preocuparse. Jabel se recuperará de estas heridas.
Shemihaza por su parte pensaba que el atentado contra Jabel revelaba que la conspiración había sido descubierta, y que el homicida debía ser uno de los incondicionales de Tubalcaín, pero sería muy complicado probarlo. En cualquier caso, el gladiador podría haber realizado dicha acción por iniciativa propia, en venganza por la muerte de su padre sirviendo en el ejército de Jabel, en una de sus campañas militares en el extranjero.
Estaba claro pues, que Tubalcaín disponía de una buena coartada, y además la invasión era un hecho claro, que ponía al descubierto el contacto de Jabel con Behemoth.
Un eslabón de la cadena había sido descubierto, pero no el resto de los implicados, por lo que podía estar tranquilo en tanto no fuera posible implicar a ninguna persona ajena al ejército de Jabel.
Lamec reflexionaba la razón que llevó a su hijo a pactar con Behemoth, llegando a la conclusión de que querría despejar el camino para que un grupo numeroso edificara otra ciudad cerca del río, sin tener que soportar el ataque de una gran nación antes de tener construida las defensas.
Lo consideró una intención buena, pero muy arriesgada. De todos modos, había llegado la hora de expandirse y cuando pasara todo aquellos, iba a planificar con los sabios de la ciudad, la forma de llevar a cabo dicha empresa.
- Debes hacer los preparativos para construir otra ciudad con un gran templo, dijo Lamec dando por hecho que de los monjes partió la idea de la división.
Lamec no tenía ánimo para seguir conversando, así que se despidió de Shemihaza con cortesía y se retiró.
Se sentía muy deprimido y angustiado por la situación mientras caminaba en dirección al palacio, pasando cerca de la muralla defendida por sus soldados.
Un gran griterío a favor de Tubalcaín se estaba produciendo cuando las aguas arrastraban a los guerreros de Behemoth y sus terribles máquinas. Los guardaespaldas notaron el sonido de las aguas que arrastraban piedras de las montañas, y decidieron con rapidez retirarse del lugar sacando al rey del peligro, pero ya se desplomaba parte de la muralla y las aguas penetraron alcanzando al grupo y arrastrándolo con violencia contra los edificios de la ciudad.
Tubalcáin que acompañaba a sus hombres en la gran manifestación de estimulo, comprobó con estupor como cedió parte de la muralla, y sobre todo, porque hacía poco había observado que el grupo intimo del rey se encontraba por la zona.
La victoria terminó con un sabor agridulce por la perdida del monarca, pero ahora convenía dar la impresión de alegría por el balance positivo de la guerra.
Por las montañas se encontraba Orecer, que había participado en la demolición del muro que contenía las aguas, que se precipitaron contra la ciudad. Su hermano Noe, le pidió que se uniera a los hombres que realizaban el trabajo, porque sería reconocido como una gran ayuda y esperaba, que la recompensa fuera evitar el sacrificio de Dina.
Cuando las aguas se hubieron precipitado y destruido el ejército de Behemoth, Noe abordó a Dina y le pidió que lo acompañara hasta donde esperaba Orecer.
Dina intuyó que la ayudaba para evitar su sacrificio y protestó a Noe diciendo:
- Ya has visto cómo salva nuestro Dios. Él merece nuestro sacrificio.
- Los hombres hicieron descender el agua de las montañas, con la ayuda de Dios, para defender sus vidas. Y sin embargo, tú pretendes entregarlas como si Dios exigiera un pago por el sostenimiento de tu pueblo. ¿No te parece injusto que debas morir?
- Debo morir por mi pueblo y por mi familia. Ellos hubieran entregado sus vidas por mí, dijo la joven mientras rodaba unas lagrimas por sus ojos.
- ¿Ves estos grabados?, le dijo mostrándole el dibujo que sobre la arena mojada grabó, haciendo rodar el cilindro.
- Si, son los mismos que están en las paredes del Templo
- ¿Exactamente los mismos?
- Eso es una falsedad, tú mismo hiciste esos grabados. Dios no origina la enemistad entre los hermanos.
- Es la historia de mi pueblo, Dina. Igual que no se agradaba Dios con los sacrificios de grano que ofrecía el originador de tu mundo, tampoco se agrada con el sacrificio de vidas humanas.
- Nosotros tenemos la verdad, repuso con seguridad y con algo de orgullo.
Noe pensó que perdía el tiempo tratando de taladrar una roca, pero le prometió a su hermano que le ayudaría.
- Cuando creó al hombre y la mujer le ordenó que llenarán la tierra y les prohibió adquirir conocimiento para que no edificaran ciudades y se concentraran en ellas.
Dina no comprendió a Noe, e hizo un gesto con un movimiento de hombros diciendo:
- ¿Qué quieres decir? ¿Es malo vivir unidos en una ciudad?
- Estáis incumpliendo el mandato de Dios por partida doble: Evitando extenderse por la tierra y viviendo agrupados en una ciudad.
- Pero ustedes estáis aquí, dijo sin mucho convicción.
- Acompaña a Orecer, Dina, y tomate un tiempo para reflexionar. Los muertos no pueden hacerlo. Da gracias a Dios que conociste a tiempo otra cultura distinta a la de tu pueblo.
Dina asintió, pero todavía quedaba una gran duda: - ¿Qué pasará con mi familia?
Orecer y Dina bajaron las montañas, llegando al lugar donde Noema les esperaba con dos caballos y provisiones para el camino.
Era el momento mas propicio para que una pareja pudiera emigrar a otro lugar de la tierra, porque las tropas de Behemoth tardarían meses en recuperarse del fuerte golpe recibido, convirtiéndose su reino en tierras de nadie.
La ciudad de Enoc había ganado aquella guerra contra la sanguinaria tribu, pagando el alto coste de la muerte del rey.
Sus habitantes en la intimidad celebraban la victoria como completa, sin dar a esta pérdida un valor especial, porque sabían que el control de la situación estaba garantizado. Esperaban, no obstante, las ceremonias por los funerales que correspondían a tan alta dignidad y la de unción del nuevo rey.
Tubalcaín, en funciones de rey, ordenó retrasar los actos de sepelios y coronación por una semana, porque se imponía la rápida reconstrucción del sector de la muralla que había cedido, el enterramiento de los cadáveres que no habían quedado completamente sepultados en la batalla, y la limpieza de los canales de aguas de extramuros para evitar que se corrompieran.
Shemihaza y sus monjes se reunieron para preparar las ceremonias y conversaron en privado sobre el descendiente al que correspondía la corona. A priori, si no existía ningún testamento de Lamec nombrando sucesor, se debería elegir al primogénito del Rey.
Sin embargo, Jabel se encontraba gravemente herido y con pocas posibilidades de salir con vida. Además, pesaba sobre él la acusación de traición, o cuando menos de grave irresponsabilidad por sus contactos con el enemigo, provocando el peligroso ataque y asedio de las tribus salvajes de Behemoth.
Jubal también contaba, aunque en un tercer lugar, y para ello se debía implicar a Tubalcaín en el intento de asesinato de Jabel.
Quien no estaba implicada en ninguna de las intrigas, no contaba como candidata porque se trataba de una mujer, y además, parecía unida con un fuerte vínculo, a un extranjero perteneciente a una sociedad inferior que consideraban esclavos.
Aún pensaban que el momento oportuno para expandirse hacia otra ubicación cercana, construyendo una nueva ciudad, había llegado, si bien, ahora convenía ser más prudentes y esperar algunas semanas hasta solucionar el asunto del sucesor.
Ante aquella situación, los monjes propusieron la reunión de un Consejo de hombres de mayor edad, que decidiera como proceder para salir del atolladero en el que su mundo se encontraba inmerso.
- Nunca hemos nombrado un Consejo de ancianos con legitimidad para decidir sobre estos asuntos, dijo Azael.
- Pero, si convocamos a los cabezas de los grupos familiares más sobresalientes y en una ceremonia les investimos de poder, podrían decidir al respecto, dijo Shemihaza.
- En verdad, esas funciones les correspondían a los hombres nombrados por Dios y puestos a su servicio para un sacerdocio, repuso de nuevo Azael.
- Sí, respondió Shemihaza. Solo que al utilizar ese poder por nuestra cuenta sin disponer del ejercito, la familia real nos acusara de sedición.
- Entonces, ¿podemos o no?, dijo interviniendo Artacof.
- Cuando estemos oficiando los funerales, comunicaremos al pueblo que la prematura muerte del rey sin nombrar heredero y la incertidumbre de que recupere la salud Jabel, requiere del nombramiento de una asamblea para decidir un gobierno en funciones, propuso Shemihaza.
- Pero, se resistirá Tubalcaín, dijo Matrael.
- Entonces será el momento de acusarle de intento de homicidio del heredero real.
- ¿Y si también protestará Jubal?, preguntó Artacof
- A éste diremos, que es necesario el Consejo para decidir entre él y su hermano Tubalcaín, para nombrar el regente en funciones, hasta tanto Jabel recupere la salud.
Al mismo tiempo que los monjes celebraban la reunión, él hizo una visita a sus fuerzas especiales. Les explicó que la Patria necesitaba de un gran sacrificio; no como aquellos inútiles que ofrecían de jóvenes vírgenes, sino un verdadero sacrificio, por conservar los valores y las tradiciones que se estaban poniendo en juego. Y el mejor servicio a Dios en este sentido, era proteger a la familiar real elegida por Él, para que no fuera masacrada y sustituida por hombres inicuos que nombraran los monjes.
Este servicio se interpretaría como un gran favor al pueblo y la recompensa se percibiría en el presente, llegando a ser sus hombres de confianza, con poder sobre todos los bienes del reino.
Sus casas serían respetadas y veneradas por siempre, al lado del Rey.
Tubalcaín citó a estos guerreros, la lista de sus opositores y enemigos, que con toda seguridad ofrecerían resistencia a su nombramiento. Estos hombres pertenecían a la alta sociedad, encontrándose entre ellos: Shemihaza y sus monjes mas cercanos, el Gran Maestre Masón, los cabezas de las casas mas ricas y algunos militares del ejercito de Jabel.
Propuso a sus hombres que requirieran a los citados excepto a la curia, para que se presentaran en palacio y hablaran inmediatamente con él.
El primero en comparecer fue el maestro masón, que en cuanto llegó hizo una reverencia al general, arrodillándose ante él como si del propio rey se tratara.
- He requerido su presencia para que me ponga al corriente de los trabajos de reparación.
- Se han reconstruido las murallas y concluiremos en breve el resto de los desperfectos, Excelencia.
- Dejemos el protocolo. Sabéis que el pueblo requiere cambios en el estilo de gobierno, quiere igualdad de derechos.
- Siempre he favorecido los planes de gobierno de la casa real, y seguirá siendo un honor trabajar para esta ciudad.
- Usted se reserva conocimiento que no ha transmitido a sus discípulos, ¿no es cierto?
- Es prudencia lo que hace que un hombre guarde determinados secretos para preservar su vida, no deslealtad.
- Bien, puede que necesite su apoyo para hacer progresar a este pueblo, y se que su lealtad no va a depender únicamente del temor a perder la vida. Agradezco su sinceridad.
- Estoy dispuesto a favorecerle en todo lo que esté a mi alcance.
- Conozco que usted tiene su lealtad comprometida, de manera que, ¿cómo es posible que me la ofrezca a mí?
- ¿Debo pensar que estoy acusado de algún delito?
- Si usted colabora delatando a los culpables podrá salvar su vida y la de los suyos.
- No conozco ninguna trama contra el reino, dijo escuetamente, pero como Tubalcaín esperara que continuara, siguió diciendo: En alguna ocasión he manifestado mi opinión respecto a construir otra ciudad, pero nunca contra el gobierno, sino para expandirnos y dominar la tierra.
- Pero usted sabe que está prohibido hablar de expansión.
- Si, pero es necesaria. La ciudad no puede crecer indefinidamente, aunque de todos modos, solo fueron conversaciones sin que se concretara nada, ni se organizara ninguna resistencia u oposición.
- ¿Quiénes son las personas que se mostraron favorables a ese proyecto?
- Nadie ha conspirado, contestó
- ¿Ni Jabel? ¿Por qué entonces, atacó Behemoth?
- Nadie había pensado en una guerra, se trataba de solicitar al gobierno, que permitiera la salida de un grupo para construir una nueva ciudad.
- Bien, por el momento no le acusaré de nada. Puede usted retirarse, le dijo, esperando su colaboración en el desarrollo futuro, siquiera por miedo a las consecuencias.
Tubalcaín se quedó pensativo y pidió a sus hombres que le trajeran al secretario del rey, para tratar el asunto del testamento antes de enfrentarse al pueblo en el templo, puesto que no les inspiraban ninguna confianza los monjes, y pensaba que podían intentar invalidarle ante la asamblea.
Este hombre debido a sus funciones se mantenía al margen de toda iniciativa de grupo y no solía expresar sus opiniones, ni siquiera en privado. Nunca efectuaba ninguna gestión por iniciativa propia, sino que todo lo consultaba con el rey.
Era de esperar, pues, que custodiara fielmente y en secreto su voluntad, para cuando el destino le tuviera señalado el día de su muerte.
Sin embargo, desde la desaparición del rey nadie lo había visto, parecía como si se lo hubiera tragado la tierra.
Sus hombres peinaron la ciudad buscando por todos los rincones, pero todo fue inútil, así que Tubalcaín comenzó a pensar en su ayudante, Noe.
¿Dónde estaba Noe?, se preguntaba, porque después de la caída del muro, tampoco había dado señales de vida.
Ahora era el momento idóneo para disponer las cosas de modo que la corona recayera sobre él, y también, emplear la fuerza para impedir que otros grupos de poder impidieran su coronación, desviando este derecho hacia otros candidatos. Por lo tanto, necesitaba saber fehacientemente el testimonio para actuar del modo apropiado a los intereses del reino.
No obstante, alcanzar el poder por la fuerza, imponiendo una autoridad aún no conferida por el Sumo Sacerdote, y sin el respaldo de las personas importantes de la ciudad, solo se justificaría si no tuviera otra alternativa, aunque ganas no le faltaba, de enviar a sus hombres a eliminar a ciertos individuos, y disponer del ejercito para controlar la situación.
Parecía inevitable que se iba a enfrentar con la realidad, desnudo ante una asamblea en el templo tras el enterramiento de su padre. Aquello le resultaba tan desagradable que no descartaba la idea de ignorarlo todo, dejando pasar el tiempo, para que los acontecimientos se fueran desarrollando por si mismos.
Para evadirse solicitó la atención de una sacerdotisa, que lo relajara mientras reflexionaba, dejando los asuntos para después de los funerales.
Diamela tampoco se encontraba en horas alta de su vida para servir a un hombre, pero fue la elegida para visitar en palacio a Tublacaín.
La mujer sabía hacer su trabajo, de modo que se mostraba cariñosa y atenta. Lo primero que hizo fue despojarlo del calzado y lavarle los pies, masajeándolo para que la sangre fluyera, produciéndole un leve cosquilleo de placer y un descanso reparador.
El hombre cedía a sus caricias y casi se dormía, cuando la sacerdotisa le pidió que se trasladara al baño, donde comenzó acariciándole la espalda y el cuello, consiguiendo que por momentos lograra evadirse de la realidad, e incluso dormir.
No hablaba para dejar al hombre con sus pensamientos, y en ese ambiente descargara su mente de toda inquietud, al menos por unos instantes.
La sacerdotisa prolongó todo lo posible los masajes, evitando mirar al hombre. Le gustaba, por su atractivo varonil, no exento de bello pero en los lugares apropiados, dejando desnuda la musculatura de sus muslos y brazos que ella acariciaba recordando a Soldán, dejándose llevar por las emociones que la soledad le confería.
Casi sin darse cuenta, y sin que el hombre se lo propusiera, montó sobre él y se dejó llevar por sus instintos femeninos. Tubalcaín no frenó este impulso de la mujer y se entregó completamente.
Cuando despertó, Diamela había preparado una mesa con alimentos y le invitó a comer.
Mientras comía, Tubalcaín rompió el embrujo del silencio y agradeció a la mujer las atenciones recibidas.
- Gracias mujer por tu buen comportamiento conmigo.
- Cumplí con mi deber, dijo escuetamente.
- He notado un trato especial, algo que no se explicar muy bien, como nunca he experimentado con ninguna mujer.
- Soy una mujer abatida por un dolor clavado en mi alma, le dijo sonrojada.
- ¿Aún lloras por Soldán?, le dijo mostrando compasión con ella y tratando de confortarla.
- No se nada de él.
- Si le envió Jabel a pactar con el ejército de Behemoth, no habrá podido regresar.
- Mi corazón me dice que ha muerto, siento su desaparición como si fuera para siempre.
Tublacaín se compadecía cada vez más de la mujer y comprendió que era mejor decirle la verdad, sin jugar con falsas esperanzas. - Mis hombres lo encontraron muerto junto al emperador, que fue abatido por él cuando su ejército fue derrotado; quizás para impedir que esté enemigo de nuestro pueblo, se reorganizara y pudiera volver contra la ciudad. Creemos que ha muerto como un verdadero héroe entregando su vida por su pueblo.
- No regrese al templo, quédese conmigo, le dijo
Pasaron las horas juntos hasta el amanecer del día siguiente y sintieron como si hubieran estado unidos toda la vida, como dos almas gemelas que se encuentran en la oscuridad.
La ilusión que le producía poseer esta sobresaliente mujer, influenció muy positivamente a Tubalcaín que empezaba a dar a las cosas un valor diferente, hasta el grado que se replanteaba sus motivos para desear la corona, y flexibilizaba su modo de actuar. Se diría que incluso estaba dispuesto, que fuera otra persona quien llevara las riendas de la ciudad, si así lo decidieran los ciudadanos.
Los hombres de Tubalcaín se vieron obligados a reconocer su falta de éxito en la búsqueda del secretario, que posiblemente había sido eliminado por la oposición.
Buscaron por todas partes: estancias del palacio, templo, salones de diversión, jardines, incluso en casa de mujeres que guardaron alguna relación con él, pero todo fue inútil, parecía que se lo había tragado la tierra. Estuvieron a punto de torturar a algún ciudadano sospechoso de conocer su paradero, pero finalmente decidieron regresar al palacio de Tubalcaín, sin resultado positivo alguno.
Cuando regresaban, decidieron hacerlo por la zona de ciudad habitada por los esclavos, pensando, que quizás el último ayudante asignado, Noe, sabría algo sobre su paradero.
Les pareció demasiado esquiva la gente de aquel lugar, y acostumbrados que estaban a interpretar las señales de peligro, vieron en el miedo de aquellos ciudadanos algo extraño.
Decidieron recorrer las calles con cuidado, peinando las casas y, cuando se acercaban al domicilio de Lamec, notaron movimientos extraños:
Un grupo de soldados esperaban en la puerta, mientras otros dos la aporreaban solicitando que saliera toda la familia.
Noe y sus hermanos tomaron cuchillos y algunos utensilios de trabajo y se dispusieron en orden de defensa, pero su madre, angustiada, les decía que no debían ofrecer resistencia y facilitar la inspección de la justicia, porque ellos no habían hecho nada malo, y nada malo podría ocurrirle. Los varones no estuvieron de acuerdo, y aunque sabían que aún prevaleciendo al grupo no lograrían sobrevivir, decidieron vender cara sus vidas, mientras se encomendaban a Dios.
Como si el propio Dios hubiera respondido inmediatamente su oración, los cinco hombres de Tubalcaín se precipitaron contra el grupo de soldados derribando a uno tras otro con la rapidez del rayo. Lanzaron sus puñales que atravesaron cinco soldados por la espalda y apenas dio la vuelta el resto del grupo, se precipitaron contra ellos causándoles la muerte casi instantáneamente.
Palacra y Loina vieron con pavor desde una de las ventanas toda la escena y quedaron atónitas. Su hermanos apenas oyeron la pelea por su corta duración, y no sabían si abrir porque ignoraban con quienes se iban e enfrentar, pero entonces Adamar, bajó y les dijo que unos guerreros habían derribado a los soldados.
Abrieron la puerta, encontrándose con la sorpresa de los soldados abatidos. Hicieron pasar a aquellos ángeles de Dios y les pidieron que se quedaran a tomar un refrigerio, mientras las mujeres los descalzaron y lavaron sus pies.
- Han tenido ustedes suerte de que llegáramos nosotros, porque esos soldados no tenían buenas intenciones, dijo el más veterano de los guerreros.
- ¿Qué buscaban en esta casa?, preguntó Lamec.
- Seguramente a Noe, respondió el mismo soldado, pero será mejor que nos acompañen todos, hasta que el señor Tubalcaín disponga las medidas de seguridad necesarias.
- Buscamos a su jefe, el secretario del rey, y no lo hemos podido encontrar.
- ¿Son documentos lo que buscan?, porque nada importante tengo en mi poder. Solo he producido hasta ahora algunos borradores, para disponer el tamaño de las letras y su disposición en la tablilla.
- No se preocupe usted, Tubalcaín analizará cuan útil es lo que usted conoce.
Se encontró por casualidad con las chicas en uno de los jardines y las miró con dulzura. Estas correspondieron la mirada bajando la cabeza en señal de respeto por la dama, que suponían fuera la dueña de la casa.
- Yo soy también una invitada del señor, les dijo. No debéis sentiros inferiores
- Pero, somos esclavas.
- ¿Quien no lo es?
- Usted es una sacerdotisa que sirve en el templo, dijo Loina que la recordaba de la ceremonia de inauguración de las fiestas.
- Una esclava del Señor.
Si le había gustado la mujer, después de oírla y comprobar la bondad en su interior, su amor siguió creciendo, hasta el grado que solo pensaba en estar con ella.
Después, decidió visitar por sorpresa a Jubal, en su residencia de los cuarteles, acompañado de su guardia personal.
Jubal lo recibió algo preocupado porque sus hombres atentaron contra la familia de Noe sin su consentimiento, pero decidió aparentar que estaba ajeno a los movimientos que se habían producido la noche anterior.
Tublacaín deseaba el entendimiento cordial con su hermano y no pensaba sacar el tema a colación.
Al llegar al despacho de Jubal entro sin esperar a ser anunciado y éste se levantó y lo invitó a sentarse.
- Debemos ocuparnos de algunos asuntos, hermano. Nuestro padre no quería que existiera enemistad entre nosotros.
- Yo por mi parte acataré de buena gana la voluntad de nuestro padre.
- Entonces no hay necesidad de que luchemos uno contra el otro, porque yo también estoy dispuesto a aceptar la voluntad del rey.
- Has enviado soldados que registran casas, causando inquietud entre los ciudadanos.
- Solo debían buscar al secretario para protegerlo y traerlo a palacio.
- El secretario debe haberse refugiado en el templo, pues es el lugar apropiado, hasta que cumpla con su deber de comunicar, quien es el heredero.
- Pero, ¿por qué se ha ocultado allí?, ¿no confiaba que nosotros lo protegiéramos?
- Querrá mantenerse libre de presiones y evitar que la gente piense que el sucesor nombrado le hubiera forzado, o que algún loco lo asesinara igual que intentaron con Jabel.
- Hermano, aceptaré lo que disponga el Sumo Sacerdote siempre que la corona continué en poder de uno de nosotros.
- ¿Piensa que los monjes pueden alterar la voluntad del rey?
- Tal vez, dijo Tubalcaín encogiendo los hombros. Pueden ignorar el testamento y nombrar un Consejo que gobierne sin rey, con la excusa de tomar medidas transitorias hasta que el primogénito cure definitivamente; o Dios disponga de un nuevo heredero.
- Y podrían prolongar la situación transitoria indefinidamente, respondió Jubal que había captado el verdadero peligro.
- Si no lo evitamos, podemos ser reducidos a cenizas y desaparecer para siempre.
- ¿Qué podemos hacer?
- Nuestra fuerza es el ejército. Si nos unimos nadie se atreverá a traicionarnos.
Los desfiles mostrarían una gran manifestación de poder que desalentaría a cualquier hombre que pensara en presentar argumentos contra la corona. Los monjes se verían obligados a tomar precauciones para evitar ser eliminados como meros traidores a la patria.
Shemihaza que había sido informado de las maniobras militares que se estaban desarrollando, decidió dar un discurso a sus monjes para protegerse en el interior del templo, evitando que dentro se pudiera alterar el orden que requiere el lugar sagrado, durante los días de los funerales y la coronación.
Aunque no descartaba la idea de un Consejo de hombres que pudieran gobernar, solo se podría llevar a cabo si se lograba romper la unidad de la familia real.
Cuando los monjes estaban reunidos celebrado un servicio a Dios, antes de retirarse a sus dormitorios, aprovechó para hablarles:
Mañana enterraremos al rey, en la tumba destinada para él, debajo del altar, y debemos todos asistir con nuestros mejores hábitos.
Entonaremos las endechas para la ocasión y ningún hombre debe derramar lágrimas.
Nuestro rey no es como el común de los mortales: él es el Hijo de Dios que al morir solo cambia su residencia terrenal, porque ha cumplido el trabajo que Su Padre le encomendó y regresa a su casa celestial.
Todos iremos pasando por delante del féretro y arrodillándonos dedicaremos una breve oración interior, sin pronuncias palabras, sin interrumpir los cánticos, mientras ofrecemos incienso como prueba de que la oración vuela a Dios. Que nadie prolongue la oración más allá de unos instantes.
Después el ejército desfilará por delante del rey y por último, vosotras, las sacerdotisas, iréis pasando y derramando hojas de flores aromáticas alrededor del altar.
El pueblo presentará sus honores cuando termine la ceremonia, mientras salen del templo, inclinando sus cabezas en señal de respeto, para continuar la salida inmediatamente.
No celebraremos mañana la ceremonia de coronación del rey, que la pospondremos para el amanecer del día siguiente.
Y ahora quien desee expresar alguna duda, o pregunta, puede hacerlo libremente. Mañana quiero que todo salga perfectamente.
Como nadie se atrevió a levantar la voz, Shemihaza continuó ofreciendo una oración a Dios y envió a todos a descansar.
Al día siguiente, desde muy temprano, los monjes prepararon el templo para recibir al pueblo que fue pasando al interior en silencio, y acomodándose en sus puestos.
Poco después fueron llegando la nobleza y los hombres libres, que ocuparon los lugares más cercanos al féretro, y por último, los monjes y las monjas según sus categorías.
Solo faltaba por aparecer los sacerdotes y sacerdotisas que iban a oficiar la ceremonia.
Cuando el pueblo estaba acomodado, empezaron a aparecer los sacerdotes, que rodearon el féretro, mientras Shemihaza que ocupó el lugar mas elevado del altar comenzó una oración a Dios, al mismo tiempo que todo el templo se arrodillaba:
Gran Padre, Señor de todas las cosas, que nos prestaste a tu hijo Lamec, para conducirnos en este peligroso mundo y librarnos de la oscuridad, has tenido a bien dar por terminado su trabajo terrenal y recibirlo en tu Seno para que goce de la felicidad de tu familia celestial.
Gracias Señor por el gran don tuyo que hemos disfrutado durante muchas generaciones.
Gracias por las victorias concedidas a Tu Hijo, que son innumerables de contar. Porque nos libró de los Setitas, Enosnitas, Quenanitas, Mahalalelitas, Jareditas, Enocitas, Matusalamitas, Lamecitas, e incluso de los peligrosos nefilím.
Porque ni el viento, ni el rayo, ni la lluvia, causaron daño a tu pueblo, antes bien, todos fueron controlados por Tu Hijo que nos ha conducido libre de peligros.
Recibe Señor a tu Hijo, que supo convertirse en el mejor servidor tuyo durante esta vida.
Shemihaza se quedó en silencio, dejando paso a las endechas que comenzaron a entonar los sacerdotes:
No ha perdonado al justo
Debe pagar el precio
En sacrificio puro.
Nos deja solo, huérfanos
Sin Ti no hay aliento
Sálvanos del mal
Envíanos tu viento
Acudió pronto a la cita
Al oír la voz del cielo
Rompió la cáscara del orbe
Y voló a tu encuentro
La tumba fría la cubre el silencio
Sus obras presenta el Hijo de Dios
Se liberó de la cárcel del cuerpo
Atravesó los cielos, hacía Ti, Señor
Desató las cuerdas del infierno
Abrió el camino de la salvación
Por tu Hijo que entrega su vida
Perdónanos Señor.
Tus leyes fueron un placer
Fue tu brazo redentor
Y ahora por nosotros aboga
¡Escúchalo Señor!
Viva eternamente a tu diestra
Como lámpara para tus siervos
En los senderos de la vida eterna
Camine por siempre tu pueblo
Siguiendo las instrucciones recibidas, los sacerdotes fueron pasando por delante del rey arrodillándose y ofreciendo una breve oración, en silencio desde su interior.
Ulmen se distrajo un poco, interrumpiendo levemente la marcha, hasta que el siguiente sacerdote le ayudara a reaccionar con un gesto, para que se levantara, continuando el desfile sacerdotal.
No había orado en su interior, sino que pensaba hasta cuando su pueblo continuaría esclavizado y sujeto a un servicio, que no contaba con la aprobación de Dios.
Hubo algún que otro despiste infringido por otros tantos monjes, pero la solemnidad del acto hacía necesario, no alterar el orden, por lo que Shemihaza sufrió con paciencia las leves indisciplinas.
Varias compañías del ejército desfilaban delante del rey con paso marcial, al compás de tambores y trompetas, hasta llegar al altar donde estaba el cuerpo del rey. Se fueron arrodillando los soldados y deponiendo sus armas en señal de sumisión, dejándolas caídas sobre el suelo.
El humo del incienso que hizo preparar Shemihaza y el perfume de las libaciones que iban derramando las sacerdotisas, invadía el templo de forma que todos respiraban de ese espíritu que se apoderaba de la voluntad de los hombres.
Cuando estimó que era el momento oportuno, antes de que el pueblo comenzara a salir, Shemihaza levantó su voz como en una oración final diciendo:
- Hoy el Señor ha escuchado a su siervo y nos ha favorecido con un gran milagro.
Se quedaron todos atónitos mientras vestido con las ropas de general, Jabel aparecía al fondo del templo. - Dios se ha llevado a un hijo y nos ha devuelto de las garra de la muerte a otro, para que dirija los destinos de su pueblo.
Parecía verdaderamente un milagro, pero solo permaneció unos instantes, porque los monjes que acompañaban al general, volvieron a introducirlo por la misma puerta por donde había aparecido.
- Esto es una prueba de que el Rey ha intercedido ante Dios que ha librado de la muerte al primogénito, continúo diciendo Shemihaza.
Shemihaza continuó diciendo que todas las fuerzas quedaban supeditadas a la voluntad de ese Consejo.
Los monjes habían cerrado las puertas del templo rodeando a todos los nobles y hombres libres, portando espadas para imponer su autoridad.
Nombraron a los cabezas de las familias más importantes, a monjes y militares de alto rango, hasta que todo el Consejo quedó formado.
Les confirió el poder sobre los ejércitos y nombró en funciones a los generales que los dirigirían, hasta que el Consejo los confirmara en sus puestos, ordenando a todos los soldados que reconocieran solo a estos hombres como sus jefes, hasta nueva orden.
Los incondicionales de Tubalcaín estaban dispuestos a contrarrestar esta insurrección, nerviosos por intervenir. Como perros agarrados antes de que les suelten la liebre, se contenían esperando alguna señal o gesto del general para avanzar inexorables hasta el Sumo Sacerdote y dominar la situación, pero éste se mantenía tranquilo como si la situación fuera de lo más natural del mundo. Altor también esperaba alguna excusa que le hiciera poner orden favoreciendo los planes de Tubalcaín, pero para esto debería de producirse algún desorden, o al menos alguna reclamación por parte del heredero de la corona.
Tubalcaín no estaba dispuesto a alterar el orden en día tan señalado y dejaba que transcurriera toda la ceremonia con normalidad, para dar santa sepultura a su padre. Estaba por ver, si tomaría algunas medidas posteriormente, sin embargo, aquellos hombres, sin perder tiempo alguno, regulaban los focos de poder para que, cuando el pueblo saliera del templo, no fuera posible una intervención del ejército y por lo tanto consolidar su forma de gobierno, controlando el orden en la ciudad.
Shemihaza por su parte esperaba alguna respuesta, aunque fuera hablada, para medir las posibilidades del reclamante ante el nuevo tipo de gobierno, porque el silencio lo desconcertaba, dejando en suspense, sus verdaderas posibilidades de reacción cuando terminara el golpe de efecto. Y por otro lado, sin que existiera reacción contraria al orden establecido, no podía solicitar la detención y encarcelamiento de los callados enemigos, aunque estaba seguro de que éstos existían y tenían alguna estrategia oculta.
Se terminó por introducir el cadáver del rey en su tumba cerrándola con una lapida preparada por los masones, donde se hacía referencia a la dinastía, los años de gobernación y las principales guerras que libró contra los enemigos de la justicia divina.
La loza estaba grabada con la imagen de rey en relieve, bajo los rayos del sol, escenificando su ascenso al cielo, con súbditos bajo sus pies, formando un ejército invencible que domina sobre la tierra.
El pueblo, con sus cabezas inclinadas en señal de respeto, comenzó a desfilar por delante de la tumba, en dirección a la salida del templo, dirigidos por los monjes que continuaban controlando la situación.
Altor respiró profundamente cuando se encontraba fuera del templo, se sentía como si hubiera tenido una pesadilla, y el reluciente sol le devolviera a la realidad, aunque sabía que los problemas solo habían comenzado.
Las mujeres de Lamec también abandonaron el templo, caminando con la seguridad y elegancia propia de su alta clase social, pero por sus mentes circulaba la incertidumbre de su destino inmediato. En poco tiempo abandonarían el palacio para que otras mujeres lo ocuparan, pero además, si a ninguno de sus hijos le fuera adjudicada la corona, peligraban sus vidas.
Jubal y Tubalcaín marcharon juntos, sin mucha convicción sobre el futuro, y sin la seguridad de que los mandos del ejército continuaran siéndoles fieles. Se separaron tomando cada uno la dirección de sus residencias, a la que consiguieron llegar sin que nadie les pusiera impedimento.
Los soldados que custodiaban las puertas del palacio de Tubalcaín, lo saludaron como costumbre, pero antes de traspasar los jardines para llegar a su residencia, dos comandantes le salieron al paso y tras saludarlo de acuerdo con su dignidad, le emitieron el siguiente comunicado:
- Tenemos el deber de informarle que hemos sido asignados para velar por su seguridad y la de su casa.
- Esta situación es transitoria, hasta que el Consejo se defina sobre la corona.
- Mientras tanto estamos a sus órdenes, y cualquier cosa que su alteza necesite, puede manifestarlo que le será inmediatamente concedida.
Estaba deseando que todo aquello pasara para poder presentarla como su mujer ante todos y concederle el gobierno de su palacio; para que sus servidores se convirtieran en los servidores de ella y que dispusiera cuanto fuera su voluntad.
Diamela se encontraba esperando a su señor, preparada para escuchar cuanto quisiera contarle, que descargara su angustia sobre ella y compartir sus penas.
La abrazó al llegar ocultando su rostro contra su pecho, como hacía cuando era niño, que corría a los brazos de su madre con cualquier pena que le afligiera. Ella le acaricio el cabello y lo apretó contra su pecho diciéndole:
- Descarga tu pena y llora la muerte de tu padre, eso te ayudará.
- No es bastante soportar el dolor sin manifestar los sentimientos, sino que además, ni siquiera respetan el duelo, dejando las intrigas para otro tiempo más apropiado, le dijo entrecortando el llanto.
- Tus siervos te aman y darían sus vidas por ti, ¿qué más puede pedir un hombre?
- Si no fuera por ellos…
- Si lo deseas, muchos te seguirían a donde quieras y podríamos construir otra ciudad.
- Es muy arriesgado, esposa mía; se necesitaría un gran contingente, incluido hombres adiestrados en la guerra para tener éxito.
- ¿De verdad, consideras como tu esposa a esta humilde sierva?
- Sí, si no fuera por tu amor, ya hubiera corrido sangre por la ciudad hasta formar un rió.
La mujer se separó levemente para alcanzar una vasija de vino dulce y se la ofreció.
- Bebe del vino dulce, que prometo no te parecerá tan dulce como el amor de tu sierva, que está dispuesta a entregarte todos los días de su vida.
Los monjes sabían que no podían dormirse permitiendo que los herederos reaccionaran contra el reciente gobierno establecido, así que convocaron reuniones al Consejo diariamente, haciendo un seguimiento a los círculos de poder para que no se produjeran rebeliones.
Mientras buscaban una ubicación en alguno de los palacios, decidieron seguir reuniéndose en el templo, en una galería donde podían discutir los asuntos sin ser interrumpidos por la asistencia de los fieles.
Lo primero que hicieron fue nombrar un moderador que cediera la palabra por turno y que presidiera las reuniones. Les pareció apropiado escoger a Asesar, el padre de Dina, porque tenía fama de hombre conciliador y justo en sus decisiones.
Cuando Asesar se hubo sentado en el sillón de la presidencia, pidió a los asistentes que hicieran sus propuestas, e iba concediendo la palabra, a quienes la solicitaba por turnos.
El primero que se decidió a levantar la mano fue Rafal, siéndole concedido el turno para exponer lo que a su buen entender, considerara necesario:
- Todos ustedes sabéis que el asunto mas importante que debemos debatir es quien debe gobernar.
- Nosotros formamos el gobierno, y podemos establecer normas para la ciudad.
- El pueblo no lo va a entender, querrá un cabeza visible como gobernante, alguien en quien confiar su seguridad, dijo el capitán Résped.
- Eso es verdad, pensarán que tantos hombres mandando no conseguirán un consenso y se retrasara todo progreso, incluso temerán el ataque de otros enemigos como el que acabamos de sufrir, dijo el joven monje Argos
- Podemos nombrar a Jabel, que como vimos ha mejorado considerablemente, alego el hombre libre Sirte.
- No podemos nombrarle aun, debemos continuar nosotros un poco más, hasta ver la evolución de su enfermedad. Otros guerreros heridos murieron cuando parecía que se recuperaban, e incluso después de lograr levantarse de la cama y caminar, dijo de nuevo Résped.
- Entonces, debemos esperar un poco más de tiempo, intervino Quimbo.
- Todos saben que la gran victoria se debe a Tubalcaín. Y el pueblo espera que él sea el rey, prosiguió Masar.
- Sabemos de su habilidad para ganarse a la gente y de su destreza en la guerra, pero nada de su respeto por la ley. Uno de sus hombres atentó contra Jabel, y desconocemos si fue inducido por él, se atrevió a decir Jera.
- Graves son tus palabras, venenosas cual serpiente, acusó Mador
- Señores: En este foro todos hablaremos con libertad y quien lo desee puede contrarrestar las palabras de otro, pero no debe existir entre nosotros amenazas ni insultos.
- Pero se ha atrevido ha acusar al príncipe Tubalcaín, el salvador de la patria, repitió exaltado Mador.
- He dicho que todos los pensamientos se pueden considerar, sin límite. Nada debe salir de esta sala para no alarmar a los ciudadanos y cuando todos hayan argumentado, si no estamos de acuerdo, se votará y decidirá por mayoría, ¿está claro?, dijo de nuevo Asesar.
- No olvidemos a Jubal, él también es un principal, uno de los generales a los que se debe la gran victoria, y no existen sospecha alguna contra éste, dijo con tono de humildad el monje Nocir, adhiriéndose a la estrategia de Shemihaza.
- Señores, gritó, y luego continuó diciendo: Guarden la compostura, hablemos por turno y luego se votará
- Pero, no conocemos el testamento de nuestro difunto rey Lamec
- Parece que se nos ha olvidado exigir el testamento, quizás en él se establezca un orden de prioridad para la sucesión, y el asunto estaría resuelto, repuso Argos.
- No necesitamos ese documento, ni lo podemos obtener, porque el secretario ha desaparecido. Propongo que no perdamos más tiempo y elijamos al príncipe Jubal, dijo en tono majestuoso Nocir.
- Su ayudante puede conocer el documento, o tal vez el paradero de su Jefe, dijo Sirte, que deseaba solucionar el problema.
Mientras tanto, se transmitiría a los ciudadanos que se había avanzado en las negociaciones para nombrar rey a uno de los hijos de la casa real y que muy pronto se daría a conocer la decisión.
- Todos debemos meditar esta noche sobre el asunto, para decidir mañana con las pruebas que se hayan obtenido, concluyó Asesar cerrando la reunión.
- ¿Trabajaba usted a las órdenes del desaparecido Secretario del Reino?, preguntó Asesar para que se iniciara el interrogatorio.
- Sí, contesto escuetamente Noe.
- Bien, el Consejo quiere realizarle algunas preguntas relacionada con su trabajo en el taller de la biblioteca del reino, añadió Asesar dejando el resto del interrogatorio para los consejeros.
- ¿Sabe usted si el rey dio instrucciones de preparar un documento de sucesión?
- Las dio, y se prepararon algunos que otros borradores antes de realizar la tablilla definitiva, contestó Noe.
- ¿Conoce usted el contenido del documento definitivo marcado con el sello del rey?
- Sí, contestó de nuevo Noe.
- ¿Se conserva entonces alguno de esos borradores?, agregó Masar
- Sí, contestó mientras sacaba de su falda una tablilla que había traído consigo, para presentarla ante Asesar.
“Cuando mi Padre el Sol, Señor de los Cielos me transporte en su nube a la vista de todos mis súbditos, bajará el Hijo de su Amor, TUBALCAIN.
Lo conocerán por sus grandes victorias y salvará a su pueblo de todos los enemigos”.
Se formó en la Sala un gran revuelo, y todos empezaron a discutir acaloradamente unos contra otros, hasta que Asesar consiguió restablecer el orden.
- ¿Me deja ver la tablilla?, dijo Sirte acercándose a Asesar.
- Bonito trabajo, pero da la impresión de que el nombre entra un poco forzado.
- Es un borrador, en el original se consiguió el tamaño idóneo de los signos, quedando todo el texto bien encuadrado, dijo Noe como replica a la observación del consejero.
- ¿No querrá usted favorecer al general Tubalcaín porque reside en su palacio, verdad?, por qué el texto es perfectamente aplicable a Jubal, tiene la misma raíz, y encuadra perfectamente en la tablilla.
- ¿Si dudan ustedes de mi honradez, por qué me han llamado para testificar? Agregó con seguridad Noe, mirando cara a cara a Sirte.
- ¿Qué relación mantiene usted con la princesa Noema, hermana del Hijo del Amor?, preguntó con algo de rintitin.
- ¿Puede un perro solicitar una caricia de su ama?, contestó sin más.
- ¿No es usted un príncipe en su tribu?, continuo Sirte.
- Yo para esto he nacido, y he venido al mundo, contestó Noe.
El debate se fue endureciendo por momentos sin que llegaran a ningún acuerdo sobre el contenido de la tablilla: algunos opinaron que Noe había contado la verdad, otros que no, aunque estaban de acuerdo en que no todo el texto era espurio.
Llegaron a la conclusión de que el verdadero testamento solo lo conocía el secretario, y por lo tanto la sucesión debía circunscribirse a los dos generales, descantándose a Jabel, al que terminaron por presentar como un traidor, por pactar con los enemigos del reino.
Otros mantenían que el milagro obrado por la ascensión al cielo de Lamec, proporcionaba un testimonio inequívoco de su voluntad de elegir a Jabel como su sucesor, y proponían una larga espera hasta que el general se recuperase de las mortales heridas. Lo contrario no tenía sentido, pues, ¿por qué otra razón iba a mejorar tan considerablemente el día señalado?
Todavía, sin embargo, un grupo considerable propuso que Noe fuera juzgado por el delito de falso testimonio por tratar de que heredara Tubalcaín. Quizás para después que de que fuese juzgado y condenado el general heredera su hermana Noema, apoderándose de este modo del reino. Se interpretó como una herejía su declaración de que Dios le había elegido. Llegaron a proponer su detención para enviarle a los calabozos, juzgarlo y colgarlo en un madero.
Visto todo esto, Asesar propuso votaciones sobre todas las postura y llegaron a la conclusión que debían proponer a Jubal como rey, al menos en tanto se recuperase Jabel, o bien, apareciera el secretario con el verdadero documento sellado por el Rey.
Los avances obtenidos en las secciones, les hicieron pensar que un solo hombre no podía discutir consigo mismo y llegar a conclusiones justas, como las alcanzadas por una oligarquía de hombres sabios. Así que decidieron, que el nuevo monarca debía aceptar las condiciones que les impusieran, y aprobar las leyes a propuesta del Consejo.
Visto así, el rey representaría la voluntad Divina que emana del cielo, mientras el Consejo, las solicitudes que el pueblo elevaba a Dios, y que Éste aprobaba a través de su Hijo en la tierra.
El Consejo citó por medio de su presidente a Jubal para que compareciese en la sala al día siguiente, para hablar del asunto con él y comprobar si estaba dispuesto ha aceptar las condiciones acordadas por los consejeros.
Jubal llegó cuando el sol de la mañana rompía el frió de la larga noche, sin anticiparse indebidamente para dar tiempo a que todos estuvieran reunidos, esperando su llegada, como corresponde a persona de su dignidad.
Al entrar en la sala todos los consejeros se pusieron de pie y le hicieron una reverencia bajando levemente sus cabezas.
Jubal, con un movimiento de su brazo derecho les indicó que se sentaran, mientras caminaba en dirección al presidente de la sala. Éste se levantó y se arrodilló ante el príncipe besándole la mano que le extendía.
Para Jubal quedaba claro que le estaban dando tratamiento de rey y no se sintió incomodo en ningún momento, antes bien, le gustaba gozar de la alta dignidad que el destino le había otorgado contra todo pronostico.
El presidente del Consejo, le dirigió la palabra con el tratamiento correspondiente:
- Su Alteza ha sido designado por Dios para ocupar el puesto de su padre, según ha entendido de buena fe esta representación del pueblo.
- Este Consejo ha acordado presentar ante su alteza las siguientes condiciones que deseamos sean aceptada:
- El Consejo nombrado no será derogado en lo sucesivo, y servirá a la corona en la elaboración de las leyes, así como representará los intereses del pueblo y le hará llegar las peticiones de los ciudadanos.
- Acepta su Alteza el cargo de Rey con las condiciones elaborada por este Consejo.
- Acepto
- Jura su Alteza cumplir con todas las obligaciones de su cargo con la ayuda de Dios, su Padre.
- Lo juro.
El presidente del Consejo se dirigió a la asamblea diciendo que un grupo formado por tres representantes del Consejo, presentarían la propuesta de nombramiento de Jubal a Shemihaza, para que los sacerdotes prepararan la ceremonia de unción del rey lo antes posible.
A Shemihaza le satisfacía el resultado, pues aunque, no pudiera gobernar Jabel, el candidato elegido lo consideraba el menos ambicioso, mas dispuesto a ceder en los acuerdo y aunque de dudosa moralidad, mas liberal con las nuevas tendencias. En definitiva, con éste, las posibilidades de expansión serían mayores.
Como se trataba de consolidar una nueva forma de gobierno, decidió no demorar en exceso la ceremonia de unción y realizarla a la mañana siguiente.
En cuanto asomó el día, los monjes hicieron sonar el gran gongom repetidas veces, convocando al pueblo.
El sonido que se producía no alertaba de ningún peligro, ni tampoco parecía una llamada para un servicio diario normal. El sonido volaba anunciando buenas nuevas gozosas para los habitantes. Sin duda, se trataba de la coronación del rey, y todos comenzaron a dirigirse lo más rápidamente posible al templo.
Los monjes formaron a las puertas del templo dando la bienvenida a todos, tocando la citara y otros instrumentos de música, vistiendo los hábitos de color morado, que confería un ambiente festivo a tan gozosa ocasión.
Los ciudadanos, que distinguieron el motivo tan especial de la llamada, se engalanaron con sus mejores atuendos, e incluso llevaron a los niños, para que estos asistieran a tan importante evento, que recordarían durante toda su vida.
Cuando todos estuvieron acomodados dentro del templo, aparecieron los monjes encabezados por Shemihaza, y ocupando los lugares preferente frente al altar, se arrodillaron y se pusieron cara al público para elevar una oración a Dios.
Fue Shemihaza, quien como de costumbre ofreció esta primera oración:
El Dios de nuestros padres “ha levantado una rama del tocón de Lamec, y sobre el tiene que asentarse el espíritu de Dios, el espíritu de sabiduría y entendimiento, y no juzgará por la mera apariencia de sus ojos, ni censura según lo que oigan sus oídos, y con justicia tiene que juzgar al de condición humilde y con rectitud tiene que administrar censura a favor de los mansos de la tierra”.
“Dios mismo a su diestra, ejecutará juicio entre las naciones y hará pedazos al que es cabeza sobre una tierra populosa, y tiene que dar muerte a los inicuos”.
Todo el pueblo contestó amén, y seguidamente comenzaron un cántico de acción de gracias por la ocasión tan solemne:
Visten de verde sus prados
Disipada las tinieblas:
“Un hijo nos ha sido dado”.
El Poderoso Dios
Maravilloso Consejero
Eterno Padre Nuestro:
“Un Príncipe de paz ha dado”
A continuación, Shemihaza anunció al pueblo el nombre del heredero:
- Es esta una ocasión muy especial para todos nosotros, Dios ha escuchado nuestras oraciones y nos ha revelado a su Hijo sobre la tierra para dirigir nuestro destino, para consolar a los pobres, dar descanso al cansado, dar de beber al sediento y de comer al hambriento.
- Este Hijo, que creció entre nosotros, que se hizo obediente en todo hasta el último suspiro de nuestro rey y que, siempre ha estado dispuesto a servir como el más humilde de todos los hombres. Este Hijo de Dios descendido del cielo, hijo de la dinastía celestial procedente de Edén, que sigue la estela marcada por nuestro antepasado y constructor de esta Ciudad, Caín, es: Jubal.
Shemihaza ordenó al pueblo que se pusieran de pie y solicitó que Jubal subiera hasta el altar. Al llegar, se arrodilló ante Shemihaza y este derramando el aceite de la unción sobre su cabeza, le dijo:
- Por los poderes que Dios ha conferido a este Siervo, le nombro Rey y Señor del mundo, para que su reino se extienda por toda la tierra habitada.
El primero que se acercó a presentarle los honores de rey, fue su hermano Tubalcaín, que al llegar a su presencia cayo de rodillas inclinando su cabeza, pero Jubal se levantó acercándose y tomándolo de los hombros lo alzó y lo abrazó, besándolo tiernamente.
El pueblo se emocionaba con esta enternecedora escena, y a las mujeres se les escaparon algunas lágrimas que rodaban por sus mejillas.
Cuando hubieron pasado todos los hombres importantes de la ciudad, se dirigió al pueblo:
- Queridos súbditos: Mi padre ejerció sobre ustedes el gobierno siguiendo las instrucciones de Dios y su forma de gobernar fue bendecida durante toda su vida, pero es su voluntad, que en los tiempos venideros el rey disponga de la ayuda inestimable de hombres nombrados como representantes de este pueblo, para elaborar las leyes por las que debemos regirnos, y que yo, como Rey, sancionaré si las considero digna de este gran pueblo.
- Quiero que sepan que los puestos de responsabilidad nombrados por mi padre, que fueron suspendido temporalmente hasta mi nombramiento, son ratificados en este instante.
- Qué el cargo de Comandante en Jefe de los Ejércitos, lo ejercerá en mi nombre, mi hermano, el general Tubalcain. Él planificará la defensa de la ciudad, así como las conquistas que fueran necesarias, y tendrá plenos poderes sin consultar al Consejo, solamente deberá informar al rey.
Después que Jubal hubo bendecido a todo el pueblo, le acercaron a los niños y los fue besando y acariciando como si fuera el padre de todos, resultando una escena emotiva que los acercaba a la presencia de Dios, disfrutando por unos instantes de las caricias del Creador.
Terminó así la inolvidable ceremonia de coronación, y todos salieron abandonando el templo.
Después de la salida del templo, el pueblo se dirigió al coliseo para festejar la coronación del nuevo rey.
Todos habían esperado con paciencia a que terminara la ceremonia de unción religiosa, para dar paso a la diversión que un acontecimiento como este requería.
Jubal, aún no había tenido oportunidad de centrarse en sus obligaciones, cuando iba a tener que decidir sobre la suerte de los gladiadores que se tenían que enfrentar durante la fiesta, y no estaba dispuesto a que un día tan señalado se empañara con ninguna muerte.
En cuanto apareció el Maestro de escena responsable de organizar los juegos, le indicó que debía evitar a toda costa que nadie resultara herido de gravedad.
Al Maestro no le gustó esa limitación, puesto que siempre dejaban el desarrollo a su buen criterio, pero desde su puesto no podía sugerir nada al rey en público, y se limitó a cumplir órdenes, transmitiéndolas a los participantes.
El coliseo estuvo muy dividido, porque mientras unos pensaban exactamente igual que Jubal, pareciéndole una barbarie el juego a muerte, otros deseosos de sangre de gentes de otra raza, tachaban de blandengue al rey, aunque por supuesto, nadie se atrevió a protestar.
A pesar de todo, los juegos fueron hermosos y Jubal concedía la libertad a los que resultaban claramente vencedores, permitiéndoles que como hombres libres decidieran vivir en la ciudad o abandonarla marchando en busca de sus familias, donde fuera que estas vivieran.
Desde el mismo principio de su reinado se veía con claridad que Jubal gobernaba con un talante conciliador, tratando excelentemente a todas las personas. Estaba dispuesto a escuchar a todos antes de decidir sobre cualquier asunto, y solía asistir a las reuniones del Consejo, dejando claro que no opinaría sobre ningún debate, para no influir sobre los demás, sujetándose a la decisión de la mayoría.
Alivió los trabajos del pueblo reduciendo la duración de la jornada, para que los ciudadanos regresaran a sus hogares antes de la caída del sol y pudieran disfrutar de más tiempo de ocio.
Potenció los gimnasios, las salas de músicas y las tabernas, permitiendo las reuniones de cualquier clase que a los ciudadanos les pareciera apropiada, con la condición de que no se alterara el orden.
Los esclavos servían como asalariados y el servicio a sus amos se limitaba a las horas de trabajo que el rey había estipulado.
Los soldados también se beneficiaron de su reinado, reduciéndose sus jornadas diarias, y limitando el tiempo de prestación de servicio a dieciocho años, para acceder al matrimonio y formar una familia, concediéndoles una soldada de oficial a partir de entonces y una vivienda propia.
No impuso ninguna obligación a los monjes, dejando que desarrollaran sus actividades como tenían costumbre desde siempre. De hecho, continuaron sometidos a las obligaciones que los Santos Padres determinaban, sin inmiscuirse en sus asuntos.
Los masones fueron reconocidos como un grupo especial, con privilegios para dirigir los trabajos y de formar escuelas de aprendices, considerándose esta actividad de gran utilidad para los ciudadanos.
En este contexto, la gente empezó a confiar en el monarca y se atrevía a llevan ante él las reclamaciones judiciales, cuando pensaban que eran violados sus derechos, incluso quienes sufriendo una injusticia social, debido a su clase, estimara que en su caso la ley debía prever otras alternativas.
Así, al masón Joma, que deseaba casarse con la esclava viuda y adoptar a su hijo, el rey, le concedió la mujer por esposa, liberándola de la esclavitud y permitiendo a su hijo que ingresara en la escuela de aprendices masones.
Y Jubal hizo aún mas cosas para ganarse al pueblo:
Acudía al mercado para ver si las medidas de peso eran correctas, ayudaba a las viudas y los huérfanos proveyéndoles alimentos y ropas, consolaba a los enfermos y estaba siempre dispuesto a escuchar todas las reclamaciones que les presentaban. Y cuando no podía atenderlas personalmente, designaba jueces honestos, que no ambicionaran los sobornos para que juzgaran con justicia.
Y resultó que nunca hubo un rey mejor que él, al que todos amaban y consideraban justo. Mientras los anteriores hicieron uso de la tiranía, él amaba y cuidaba a los ciudadanos como una madre cuida de sus hijos, y se enternecía con el de condición humilde.
Utilizó vara de hierro para castigar al inicuo y al que abusaba del huérfano y de la viuda, defendió al desvalido, a los que tenían defectos físicos y a los pobres.
Nunca estuvo un pueblo tan bien dirigido por un gobernante, y su fama se extendió a gentes de las naciones vecinas.
En los territorios de las tribus de más allá del río, se hablaba de un monarca joven que regía la ciudad y que había implantado la justicia con amor. Algunos de estos habitantes se acercaban para comprobarlo por si mismos, portando algunas mercancías para intercambiarlas. Y para sorpresa de ellos, se les permitía la entrada y recibían un trato amable, por lo que, hicieron negocios e incluyeron la ciudad en sus rutas comerciales.
Pronto la famosa ciudad aislada que los extranjeros no se atrevían a visitar, se convirtió en centro de grandes negocios y se enriqueció con otros productos de la tierra.
Tubalcaín se alegraba que su medio hermano reinara con equidad, colaborando en controlar a los mercaderes que se acercaban protegiéndolos durante parte del camino.
La felicidad se palpaba en la ciudad y su dominio hasta el gran río no lo cuestionaba ningún otro pueblo de la tierra. Es mas, cuando alguien huía de un peligro por causa de la injusticia, cruzaba el rió y pedía asilo buscando protección, y se le permitía residir el tiempo que fuera necesario hasta que sus enemigos dejaran de buscar su alma. El extranjero decidía cuando entrar y cuando salir de la ciudad.
La tribu de Lamec también disfrutaba de libertad para quedarse o marcharse cuando lo deseara, pero no era posible persuadirlos de que abandonaran la ciudad. Se sentían seguros y nunca habían vivido con tanta estabilidad como hasta ese entonces. ¿A dónde iban a marcharse que pudieran ser felices como en la gran ciudad de Enoc? Allí comían y bebían todos los días, disfrutaban de todas las comodidades, de diversión organizada, trabajaban solo lo necesario para ganarse el sustento y, eran libres para practicar su propia religión.
Noe también acepto el orden establecido y pasó a formar parte de la familia real unido a Noema.
Todos eran libres de unir sus vidas a las mujeres que pudieran sostener sin limitación de raza o clase socia, consiguiéndose que en poco tiempo el pueblo aceptara la diversidad, enriqueciéndose su cultura y purificando las nuevas generaciones que nacían de estas uniones.
Hasta Orecer y Dina llegó la fama de su pueblo y regresaron siendo aceptados sin dificultad, dejando en el pasado las penurias que sufrieron, en los lugares inhóspitos donde se vieron obligados a vivir.
Palacra pronto se desposó con Altor y vivían plenamente felices, mientras su hermana Loina fue del agrado de un masón que la desposó formando también parte de la alta sociedad.
Por ese entonces Jabel recuperó la conciencia, y poco a poco venció a la muerte regresando al mundo de los vivos.
Comenzó a caminar pero con mucha dificultad, por el tiempo que había permanecido en cama, y cuando se aproximaba el tiempo para su reaparición en público, Shemihaza le visitó para informarle de los cambios que se habían producido mientras estuvo al borde de la muerte.
Al saber que su hermano Jubal había sido nombrado rey, preguntó al anciano monje:
- ¿Ha sido legal el nombramiento?
- Así lo determinó el Consejo de los Setenta, dijo mostrándose esquivo para no desairar al general.
- Pero, ¿no pensaron que podría curarme?
- Yo no formo parte del Consejo, pero analizaron una prueba documental sobre el heredero nombrado por el rey, dijo Shemihaza eludiendo toda la responsabilidad.
- ¿Cómo es posible?, preguntó, porque siempre dudó si el rey decidiría, entre él o su medio hermano, Tubalcaín.
- Estuviste al borde de la muerte, y todos pensaban que no te recuperarías del atentado. Quizás por eso cambiara el testamento.
- Bueno, si así lo quiso mi padre hágase su voluntad. ¿Qué se espera de mí? Añadió.
- Descubrieron a tus capitanes pactando con Behemoth en la Cueva Sagrada.
- No, al menos mientras permanezcas dentro del Templo nadie levantará cargos contra ti.
- Pues, si alguien presenta cargos contra mí, tendré que defenderme, dijo en tono amenazante y cambiando claramente de actitud.
- ¿Cómo sobreviviré solo?
- Recuperamos la señal de Caín que portaba Soldán cuando murió.
- Pero solo, poco podré hacer, replicó.
Jabel pidió a Shemihaza que hiciera venir a tres de sus hombres para hablar con ellos y encargarles que reclutaran al resto.
Así lo hizo, y cuando estuvieron dispuestos para abandonar la ciudad, al amparo de la noche, marcharon al territorio de Behemoth.
Al principio sobrevivieron ocultos en la sierra, atacando a pequeños grupos desposeyéndolos de sus pertenencias, hasta que fueron creciendo en número, con las incorporaciones de noditas y nefilím que deambulaban por aquellos contornos, huyendo de la justicia.
Con el tiempo, aprovechando los conocimientos militares, el ejército de Jabel fue conquistando territorios y anexionándose tribus nómadas, hasta conseguir formar una de las tribus más poderosa del mundo. Ni tan siquiera la nación del desaparecido Behemoth se atrevía a desafiar su poder.
La reina Leviatán se casó con Jabel para unir los dos reinos formando un único imperio.
Jubal, ocupado con los asuntos de su gobierno, y Tubalcaín, que vivía una luna de miel, no repararon en la posible fuga de Jabel. Sin embargo, la desaparición fue para ellos un alivio, pues, aunque había burlando a la justicia, tratándose de su hermano, no era plato de gusto que se enfrentara a la muerte como traidor.
La libertad alcanzada en la ciudad consiguió relajar las costumbres de los ciudadanos, de modo que se aceptaban nuevos conceptos de moralidad en determinados círculos. No se veía impropio expresar sentimientos amorosos en público, y algunos besaban e incluso acariciaba indecentemente a sus parejas en las fiestas.
El rey no había formalizado ninguna relación con mujeres de la corte, ni con ninguna otra, y empezaba a rumorearse que se retiraba de las fiestas de palacio acompañado de jóvenes varones muy atractivos.
Al principio todos hicieron la vista gorda sobre la inclinación sexual del rey, pensando que mas tarde o mas temprano, se produciría un enlace con alguna dama de la alta sociedad, de la que nacería un heredero, pero pasaba el tiempo, y todas las candidatas que se le presentaban eran rechazadas una tras otra.
El asunto terminó por preocupar al Consejo de los Setenta, que aprovechando su ausencia en las reuniones consideraron el asunto.
- Nuestro rey no encuentra mujer de su agrado para concebir un heredero, dijo escuetamente Asesar.
- Nuestro rey es hombre muy eficiente, ejemplo en todas las cosas, ya se decidirá por alguna dama de la nobleza que le de un heredero.
- Esta sugiriendo que obliguemos al rey a casarse con una mujer que posteriormente sea fecundada.
Reanudado el orden, aprovechó para hablar Sirte:
- Quizás podamos conseguir que el rey acepte unirse a su prima Bemba.
Las libertades que gozaban los ciudadanos parecían no tener fin. A cada avance en ese camino surgían nuevas demandas y la vida religiosa iba quedando relegada a un segundo o tercer plano.
El trabajo de los monjes se simplificaba cada vez mas, terminando por ser requeridos sus servicios solo en ocasiones puntuales de ceremonias de iniciación sexual, bodas o enterramientos. En esta situación, lo monjes se preocupaban, no tanto por la moralidad que iba degradando, o el interés escaso en la vida religiosa, sino porque podrían extinguirse poco a poco, desapareciendo de la vida pública.
No quedaba ninguna duda de que debían cambiar el discurso y se pusieron manos a la obra para trabajar a las clases sociales con nuevas ideas, sin que pareciera que el mensaje hubiera cambiado. Las nuevas ideas debían venir en ayuda de las antiguas, pero servir al mismo fin.
Shemihaza pensaba que no era conveniente mantenerse de brazos cruzados, que debían intervenir extendiendo su influencia sobre los ciudadanos, especialmente sobre los incondicionales que acudían con regularidad al templo. Una labor delicada que requiere mucha prudencia.
Empezó por instruir a sus monjes a que no rehuyeran ninguna conversación por delicada que fuera, intentando apuntar algunas soluciones, incluso a título personal para complacer a los que pudieran sentirse desviados. Así podían explicar que la amistad entre hombres no es mala y si en alguna ocasión se producía un pecado, siempre podrían encontrar el perdón en un Dios que comprendía nuestra naturaleza e inclinaciones. Y si en este contexto, la persona no quedaba del todo contenta, al menos se sintiera justificada.
El Consejo de los Setenta les dio un trabajo en este sentido, cuando le plantearon el asunto del enlace real y los herederos que debían nacer para que continuara la dinastía actual.
Al concluir la sección de la mañana, Asesar se dirigió a las dependencias de Shemihaza para referirle las inquietudes del Consejo.
- El Consejo ha debatido sobre la soltería del rey y su sucesión.
Shemihaza que tenía otras preocupaciones vio la posibilidad de mezclar los problemas en beneficio de su congregación. - Las consecuencias de una vida en soltería para quienes no han elegido la vida monástica, son preocupantes.
- Un rey debe nombrarse cuando tiene esposa e hijos. Nosotros debimos imponer al rey antes del nombramiento, la condición de contraer matrimonio y tener hijos en breve.
- Sí, pero aún es joven, dijo Shemihaza evadiendo el asunto para no entrar en la problemática de la homosexualidad manifiesta del monarca.
- ¿Cómo podemos conseguir que se case y tenga hijos?, dijo, desesperado de la estrategia del monje.
- Yo me encargo. Le he tratado desde niño, y siento un gran aprecio por él. Conseguiré que corteje a una dama. Por cierto, hay una tendencia general, que es un problema de mayor importancia, porque puede terminar por afectar a las vocaciones.
- La gente comienza a usar su libertad para lo malo, y se rompen muchas familias, porque las mujeres y los hombres buscan nuevas aventuras.
- Pero eso es negocio de los monjes, el Consejo debe favorecer la libertad.
- No saben hacer buen uso de tanta libertad, dijo el monje. Están desoyendo el consejo de Dios.
- No podemos obligar a que asistan a los oficios religiosos, así que, ¿cómo podemos ayudar en este asunto?
- Sugiero que el Consejo de los Setenta proponga normas que impulsen la vida religiosa, defendiendo nuestras costumbres. Beneficios para quienes dediquen sus vidas. Honores para ellos y sus familias por destinar a alguno de sus hijos al celibato.
- Bien, lo propondré en la siguiente reunión, pero no olvide el asunto de la boda del rey, insistió de nuevo Asesar.
- ¿Ha pensado el Consejo en alguna dama concreta?
- Sí, quizás podría servir su prima Bemba, que es una dama de muy buenas cualidades y de las más bellas de toda la ciudad.
Los jardines del recinto interior del templo sería un buen lugar donde mantener una conversación con Jubal, sin necesidad de acudir a palacio, siguiendo un protocolo que levantara sospechas innecesarias.
Aprovechó una de las visitas del rey al templo y le pidió, que le acompañara a ver la variedad de plantas cultivadas, muchas de ellas medicinales.
Jubal se prestó de buen grado, aunque intuía que en realidad deseaba exponerle algún problema.
- Mi querido hijo, sabes que siempre he cuidado de tu vida espiritual desde que tu madre te traía al templo. Cuando aún yo era un monje joven el rey me encargó enseñarte las ciencias de Nuestro Señor.
- Ya lo se, y le tengo aprecio desde entonces.
- Sabes que conozco tus buenas cualidades, que te han favorecido para que Dios te nombrara rey de su pueblo.
- No quiero interferir en tu vida privada, hijo mío, pero sabes muy bien que el pueblo necesitará un heredero que continúe tu obra.
- Ya conoces que no tengo interés en el matrimonio, y alguno de mis sobrinos puede ser mi heredero.
- Es verdad hijo mío, pero es mejor para tu pueblo que pienses en alguna dama, para tener hijos y formar una familia según nuestras tradiciones.
- ¿Qué dama estaría dispuesta a ser madre sin ser deseada como mujer por un hombre?, preguntó Jubal
- Pero vos sois el rey, y seguro que las mejores damas serían capaces de tan gran honor, por ejemplo podrías proponerlo a tu prima Bemba.
Como él tenía en su mente otros problemas que solucionar con la Iglesia, aprovechó la ocasión para proponer al anciano la abolición de los sacrificios humanos, de modo que nunca más fuera sacrificada una virgen.
- Yo también tengo un asunto importante que hablar con usted
- ¿De qué se trata?
- Quiero proponer a los Setenta la abolición de los sacrificios humanos en las ceremonias religiosas.
- Pero, eso no es competencia vuestra, dijo Shemihaza, La adoración a Dios es cosa de los príncipes de la Iglesia.
- Ese es otro asunto que quería considerar con usted. Quiero ser nombrado príncipe a la manera de Enoc, y ser sumo sacerdote y rey, ejerciendo en las ocasiones especiales las funciones sacerdotales, que me corresponden como rey.
- De acuerdo, te propondré en la próxima ceremonia religiosa, solo que el cargo no será hereditario y ningún otro hombre de la política ocupará jamás ese puesto.
Como si se tratara de algo natural y lógico para los ciudadanos, Shemihaza decidió no preparar una gran ceremonia de unción del rey como sacerdote, se aproximó a Jubal y delante de todos se despojó del efod blanco de sumo sacerdote y se lo impuso al rey, arrodillándose ante él:
- El Dios de nuestros antepasados envió su ángel y me ordenó que sirviera a tus pies, para que fueras rey y sacerdote a la manera de Enoc.
- Serviré al Señor Nuestro Dios desde el amanecer al atardecer y todos los días, mientras continué dentro de mí su soplo de vida.
Los integrante de los Setenta, pudieron apreciar que el rey había conjugado los poderes políticos y religiosos en su propia persona. Aunque solo presidiría las ceremonias cuando estuvieran precedidas de acontecimientos muy importantes, su poder sobre el clero era desde entonces absoluto, y las funciones de sumo sacerdote que ejercía Shemihaza, desde aquel momento las realizaba por orden expresa del rey.
Por si fuera poco aquel acontecimiento religioso de la mañana, al atardecer, durante una fiesta en palacio, vestida con sus mejores galas, fue llevada ante su presencia su prima Bemba.
Iba verdaderamente hermosa. Con sus ojos brillantes como dos luceros durante la noche, se acercó a Jubal, y éste le extendió su brazo danzando ante ella, como si de una diosa se tratara. Bemba respondió arrodillándose y besándole la mano.
Ante aquella reacción, propia de dos vidas que consiente en unirse, Asesar anunció el compromiso de enlace matrimonial de la pareja.
Y aprovechando que muchas parejas que se estaban formando, la constituían personas de razas diferentes, por orden del rey anunció que desde aquel venturoso instante en que sus Majestades se unieran en matrimonio, se legalizaban todas las parejas, y se permitían los matrimonios mixtos.
Este anunció fue correspondido con un gran aplauso y recibido como una bendición de Dios para que los hombres de todas los pueblos y razas pudieran vivir en paz.
Con el nombramiento del nuevo rey, el resto de la familia de Lamec, aunque todavía formaban parte de la casa real, eran considerados a efectos diplomáticos como miembros de segundo orden. Este pequeño detalle, mas la tolerancia de los ciudadanos con las parejas mixtas, hacía posible la unión de la princesa Noema con Noe, sin considerarse un escándalo.
Tampoco afectaba a la corona, porque casado el rey nacerían herederos directos.
A los monjes no les gustaba la mezcla de raza, pero no podían condenar todas las uniones, menos aún, las que parecían convenientes porque resolvían situaciones que pudieran ser mal vista por los ciudadanos.
Los Setenta no discutieron el asunto dando vía libre a un acontecimiento que en su día comentaron y temieron como una amenaza para la corona, cosa que en la actualidad carecía de relevancia.
A la familia de Noe le parecía bien que un miembro de su tribu alcanzara el elevado puesto de consorte de una princesa porque lo disponía para dirigir mejor los interese de la tribu, mientras residieran en ese mundo.
Sela seguía recordando la predicción del futuro de reina de su hija, que ahora parecía oscurecerse por la unión con el extranjero, si bien, la sabiduría del habiru y sus cualidades persuasivas lo elevaba a la categoría de los grandes de la ciudad.
Los diferenciaba la religión, pero todos se comportaban como si sirvieran al mismo Dios, evitando hablar del asunto.
Pero Dios no era lo mismo para las dos sociedades. El matrimonio en la tribu de Noe, estaba prohibido entre personas de distinta raza, mientras que para demás, el énfasis se encontraba en la clase social de los contrayentes.
De todos modos, con una u otra norma, al final las etnias seguían conservando su pureza.
Empezaron a pensar que puesto que la vida es un don divino, todos los seres humanos son iguales ante Él. Parecía existir un acuerdo tácito de que cada cual sirviera a Dios, según su buen entender sin ninguna recriminación al otro.
Jubal quería celebrar la unión oficial de Noema con Noe, ejerciendo su doble función de sacerdote y rey. Recibió a la pareja en palacio y se ofreció para oficiar la ceremonia como sacerdote.
Noema lo vio como un gran honor y señalaron el día del enlace coincidiendo con el plenilunio.
La boda consistiría en una ceremonia religiosa en público, un desfile de soldados por las calles con acompañamiento musical, y una fiesta en palacio para invitados.
Jubal eligió como ayudantes a Ulmen y Argos dejando de lado a los Padres, y aunque para este tipo de ceremonias extraordinarias no era obligatorio seguir el orden establecido por los monjes, sentó muy mal a todos ellos que no se respetara dicho orden, siendo motivo de queja, aunque ninguna le fue presentada al monarca.
El día del enlace, el pueblo ocupó sus lugares habituales y los novios escoltados por un contingente de soldados desfilando en todo el derredor, ascendieron los sesenta escalones del templo.
Llegaron al rey sacerdote y se inclinaron ante él.
Jubal después que cesaron los cánticos se dirigió a la pareja:
- ¿Sirve a Dios el hombre?
- Sirve a Dios, contestó el pueblo tímidamente, casi sin convicción.
- ¿Sirve a Dios la mujer?
- Sirve a Dios, respondió de nuevo el pueblo sin poner tampoco mucho entusiasmo en la respuesta, aunque sonaran más voces que la vez anterior.
- ¿Sirve a Dios la unión del hombre y la mujer?
- Sirve a Dios, contestó Noe
- La sierva del Señor sirve a su Señor esposo, contestó Noema.
- El Dios que hizo el mundo y todo cuanto lo sostiene dejó su poder reproductor para que con amor, los hombres y las mujeres poblaran la tierra.
- Amen, contestaron Noe y Noema.
La fiesta continuó en palacio con la asistencia de los grandes mandatarios y sus familiares, hasta la caída del sol.
Al día siguiente, la celebración de la boda en la tribu de Lamec consistió en la presentación de la pareja durante la ofrenda de un cordero, y después el novio tomó a la novia presentando la prueba de su virginidad.
Noe salió para mostrar su conformidad y presentó la prueba que conservaba de su primera unión en la Montaña Sagrada.
Como hubo quienes protestaron por la sangre seca, Noe tuvo que explicar que la boda la celebraron con anterioridad en privado.
Éstos hicieron gestos de disconformidad, e incluso murmuraban que deberían ser lapidados, Noe aseguró que la prueba era verdadera, que Dios les unió en matrimonio y que en este momento solo estaban ratificándolo ante su pueblo, por respeto.
Ante aquel argumento todos callaron y terminaron bebiendo vino y regocijando sus corazones con alegría.
A esta celebración asistió también la familia de Noema, incluido el rey.
La sencillez y hermosura de la ceremonia gustó a Jubal que pensó en imitar alguna de las oraciones para sus oficios religiosos.
Los familiares de Altor también celebraron su boda con Palacra por todo lo alto, incluyendo una ceremonia religiosa que oficiaron los monjes del modo tradicional.
Después de estas dos grandes bodas, se formalizaron muchas uniones, siendo una de las principales las de Orecer y Dina.
Los familiares de Dina agradecían que su hija conservara la vida y terminaron por aceptar a Orecer como uno de sus miembros.
En este contexto de permisividad, algunos hombres y mujeres formaron parejas, atreviéndose a mostrarse en público como matrimonios, cuestionando el texto sagrado y exigiendo el mismo reconocimiento que las parejas heterosexuales.
Otros sugirieron que Dios había bendecido al rey cuando claramente mostraba una inclinación por sus congéneres varones, y que por lógica, esto suponía una aprobación del Soberano del Universo.
Sostenían el criterio del gozo de la pareja sin reproducción, con la misma naturalidad que los matrimonios heterosexuales cuando gozan de su unión sin el propósito de procrear.
Sin embargo, esta desviación de los noditas, era repudiada entre los setitas que seguían los instintos del resto de la creación, y ejercían la copula carnal con la intención de reproducirse.
Los monjes principales estaban muy molestos con la situación y, plantearon muchas quejas a Shemihaza por haber sido excluidos en la celebración de la boda de la princesa Noema.
Seguían considerando una intromisión de la corona en sus asuntos y un mal precedente para el futuro, máxime cuando se estaba relajando las normas morales.
Shemihaza, una y otra vez debía contestar con prudencia y con cierta lógica a todos estas observaciones. Si todo esto resultaba pesado, había que añadirle que él tampoco estaba de acuerdo con el giro que había experimentado la situación, y pensaba de qué modo podría invertirse el proceso para volver al orden anterior.
Resultaba muy complicado, porque se trababa de desposeer al rey de las funciones sacerdotales, y claro está, a un rey no se puede dejar en mal lugar en ninguna circunstancia sin que peligre la integridad física del autor.
No se trataba pues, de invalidarlo en una ceremonia religiosa como se haría con una rival al que vencieras en el altar. Debía conseguir una manifestación de Dios que hiciera ver a los demás que había recuperado su confianza, obligando al rey a aceptar que la voluntad del Altísimo para él, que consistía en dirigir el destino político de su pueblo, y que su intervención como sacerdote fue algo transitorio, debido a una disciplina impuesta al Sumo Sacerdote por excederse en la ayuda al traidor Jabel. Pero después de haber recibido la censura y confesado su pecado, Dios le devolvía la autoridad que como pontífice máximo le correspondía.
Para conseguir esa manifestación manipuló el arca que suministraba el haz de luz, para que produjera una iluminación completa sobre su persona en un momento de la ceremonia religiosa, declarando la voluntad de Dios recibida en esos instantes delante de todos.
Mandó preparar una gran ceremonia el siguiente domingo, ilusionando a los monjes con la promesa de que si trabajaban con ahínco y oraban con fe al Señor, volvería la prosperidad y recuperarían el respeto del pueblo, consiguiendo que los ciudadanos, de nuevo fueran obedientes a las normas que estaban establecidas desde la fundación del mundo.
Cuando celebraban la ceremonia religiosa, todo parecía como más solemne que de costumbre; los rezos y cánticos de los monjes se distinguían por la especial devoción que estaban manifestando.
El estimulo se estaba contagiando entre el público y hasta el rey se emocionaba con la piedad manifestada por toda la asamblea.
En el momento dedicado a dirigir la palabra al auditorio, Shemihaza se introdujo en el ovalo sagrado y comenzó a iluminarse como una lámpara, con una luz especial que dejaba a los asistentes perplejos, como si estuvieran asistiendo a un milagro de Dios.
Comenzó a hablar con la tonalidad que empleo en el oráculo que dedicó a Ulmen, y éste se sobrecogió por un momento al oír la voz que le había comisionado para la misión especial.
La voz comenzaba a proclamar la procedencia de un mundo superior con un sonido metálico, como si solo abriera los labios para dar paso a un sonido que circulaba a través de su cuerpo:
- Dios Nuestro Señor ha oído mi oración de súplica y ha perdonado mi pecado, porque ayude al traidor, aunque lo hice sin conocimiento pleno, de modo que el dice: “El rey es rey en lugar mío para siempre por su fidelidad, y tu serás mi sumo sacerdote”….
Todos quedaron pasmados como si hubieran asistido al ascenso del Santo Padre al cielo, o quizás al castigo de un Dios poderoso que no permite rivalidad y que castiga a quienes infringen sus normas.
Por un momento se produjo un silencio que nadie se atrevió a romper, parecía como si la presencia del ente divino que arrebató la vida a Shemihaza estuviera presente y pudiera repetir en cualquiera el mismo castigo que había otorgado al anciano monje.
Jubal no reaccionaba y pasaba inadvertido como uno más de los asistentes, hasta que comprendió que se trataba de un intento frustrado de recuperar la hegemonía religiosa por parte de los monjes.
Sin duda, quienes eran capaces de falsificar pruebas, lo serían también de producir las necesarias para desposeerlo de la mitra de sacerdote.
Se levantó de su asiento y se dirigió al altar tomando la delantera, dirigiendo el resto de la reunión, y ofreciendo a Dios reconocimiento por imponer el castigo de muerte al traidor, del modo que todos presenciaron.
Los Santos Padres titubearon en cuanto cual de ellos debía hacerse cargo de la ceremonia religiosa, que correspondía a Matrael, el más veterano. Éste no tomó ninguna decisión para evitar un posible choque personal con Jubal, aunque conocía la estrategia para apartar al rey del sacerdocio.
De todos modos, los monjes no parecían de acuerdo con la actitud de Jubal y se les notaba que no colaboraban en el acto de adoración que se estaba llevando a cabo bajo el sacerdote rey, y aunque se mantuvieron respetuosos y quietos en sus lugares, no participaron de los rezos ni de los cánticos.
Cuando concluyó la ceremonia y todos hubieron abandonado el templo, los sacerdotes principales se reunieron para considerar la situación y la manera de rellenar el vacío que se había producido con la desaparición de Shemihaza.
Consideraron en primer lugar el asunto del entierro, lo apropiado de colocar la tumba en el lugar que se tenía previsto para el sumo sacerdote, llegando a la conclusión de enterrarlo en el pequeño cementerio que utilizaban para los monjes.
Allí mismo, los Santos Padres, sin que trascendiera entre el resto del grupo, se fueron poniendo de acuerdo para reunirse con el fin de analizar los verdaderos peligros que como dirigentes espirituales se les avecinaba, y para trazar un plan que contrarrestara las amenazas de desaparición del cuerpo de ancianos.
Mientras todos dormían, ellos discutían las cuestiones:
- No es necesario que eso ocurra, el rey ejercerá la autoridad del sumo sacerdote y nosotros en lugar de depender de Shemihaza dependeremos del rey, dijo Azael
- Hay una diferencia entre depender de uno u otro, replicó Matrael
- ¿Qué diferencia?
- Que al ejercer el rey las dos funciones, y tener autoridad sobre soldados y monjes, nunca podremos cuestionar ninguno de sus proyectos y poco a poco llegaremos a ser simples sacerdotes con un distintivo de autoridad simbólico.
- Es un peligro que corremos, pero, ¿puede llegar a ser real?, dijo Artacof.
- Es posible, las condiciones en las que se encuentra la ciudad requiere de mano dura, porque se está descomponiendo la familia, multiplicándose las parejas mixtas, y hasta gentes del mismo sexo conviven de forma ilícita, respondió Matrael.
- Además, el rey sacerdote, necesitará abrir una distancia significativa entre su figura y la nuestra, y lógicamente, el será el pontífice máximo y nosotros simples pontífices con un poco mas de autoridad que los monjes.
Con cierta rapidez y eficacia debían trazar los planes para acabar con la amenaza, preparando todo lo necesario para llevarlos a cabo inmediatamente.
La proximidad de la fiesta de la cosecha del trigo les proporcionaba una buena oportunidad, así que Matrael dispuso todo para que los monjes y monjas efectuaran los trabajos de recolección de los primeros frutos y, su transformación en alimento asimilable para los humanos.
Cuando llegó el día de la fiesta, después de los primeros cánticos y oraciones, el sacerdote ofreció a Dios el fruto de la cosecha, las primicias de sus productos, y acercándose a la tina que contenía las espigas de granos secas descansando sobre diversas hojas de hierbas aromáticas, tomó una antorcha y le prendió fuego.
Las llamas se tornaban de colores, mudando del amarillo al rojo o al naranja, extinguiéndose rápidamente, y formando un rescoldo que expelía un humo blanco que inundó el templo de una suave neblina.
Los ciudadanos sintieron una tranquilidad del alma, un sosiego que les hacía sentirse seguros, como inmerso en un baño en el interior de la seguridad de su casa. Era como las caricias que una madre da a su hijo cuando lo amamanta, las caricias de Dios sobre sus hijos que antes de empezar a comer como salvajes, se acercaban a su Padre para agradecerle el fruto de la tierra que Él había creado.
Dos sacerdotes auxiliares acercaron al altar una bandeja de planta, que contenía pequeñas tortitas, cocinadas recientemente por las monjas.
El sacerdote elevó a Dios una oración bendiciendo el alimento:
- Hemos ofrecido a Dios los primeros productos de la tierra, puros, como Él nos lo ha dado, y con su fuego los ha consumido.
- Ahora, después de este reconocimiento, podemos comer el alimento que Él nos da en acción de gracias.
- Al recibir tus dones, ¡oh! Dios Nuestro, recibimos tu fuerza, tu poder para seguir viviendo.
Sin ti no hay vida. Sin tus rayos de luz no hay alimentos. No hay pan para el alma.
Al comerlo, comemos de ti. Nuestros cuerpos resucitan
Gloria al Dios de eterna vida
Jubal sintió como un pellizco en el vientre al tragar la tortita, pero atribuyó ese mal efecto al vino consumido la noche anterior.
El pueblo se sentía confortado mientras las galletas penetraban en sus estómagos como pan del cielo.
Cuando hubieron acabado de repartirlas llevaron ante el sacerdote un gran cáliz de vino y este comenzó a decir:
- Nuestro Dios es en extremo bueno, y su alimento no se ha limitado a manjares que satisface nuestros estómagos dándonos las fuerzas para seguir viviendo, sino que además, nos ha proporcionado el néctar de la alegría, para que nuestros corazones se regocijen con el fruto de la vid.
- Sus rayos de vida es sangre que penetra en nuestras venas y nos eleva hasta el cielo. Es la sangre de Dios lo que bebemos y que ahora bendecimos en su nombre.
Jubal volvió a sentir el pellizco anterior, como la mordida de una serpiente, mientras el resto de los asistentes se regocijaban sobre manera con la refrescante bebida. Como no podía resistir las molestias, se levantó y se dirigió a una pequeña capilla privada que solían usar los nobles en algunas ocasiones para recogimiento espiritual privado.
Pero cuando había desaparecido de la vista de todos, continuó en dirección al jardín en busca de alguna de las plantas medicinales, que les ayudaran a vomitar.
Pronto todos comenzaron a sentir alucinaciones y a ver en sueños a los ángeles de Dios que le presentaban al Gran Padre, que pintado sobre el techo con el Cetro Imperial, dirigía el destino de su pueblo hacia el futuro donde nunca termina el tiempo.
Subían y bajaban como cabalgando sobre nubes y parecían disfrutar del paraíso celestial. Hubo hasta quienes vieron a sus antepasados muertos y hablaron con ellos como en un sueño.
En aquel lugar no sentían el hambre, ni el frío, ni el calor, era como si teniendo un cuerpo, no se notara el esfuerzo de portarlo
Las danzas de las sacerdotisas ataviadas de vestidos transparentes que permitían contemplar su belleza interior, sin mostrarse desnudas, se tornaron mas sensuales que de costumbre, quizás por el efecto de la bebida.
Algunas mujeres sintieron el placer de hombres y en verdad les parecía como si se hubieran sentado sobre uno de aquellos varones que les atraía sobremanera.
Bemba, también se dejó llevar por este impulso y montó sobre su primo Tubalcain, sin que éste la rechazara. Diamela no hizo nada para impedirlo, conocedora de los trucos de los monjes sufrió el momento, acariciando al hombre mientras este disfrutaba de la joven reina.
Su mente llegó a pensar que así el destino devolvía a la estirpe de su esposo la corona que le habían arrebatado, y en sueños veía a un niño, un pequeño Tubal que portaba una corona y dirigía los destinos del mundo.
Los sacerdotes aprovechando la situación de elevación espiritual y relajación corporal, empezaron a incluir mensajes subliminales en aquellas mentes descuidadas:
Entonaron una canción que se podía oír perfectamente: “Obedeced a Dios” y cuando la música ahogaba las voces de las sacerdotisas, éstas agregaba: “y a sus hombres nombrados”
Continuaron la misma tónica de la voz alta: “Porque es agradable al Señor”, y La imperceptible voz femenina agregaba: “Sean obedientes a los que os dirigen, porque vigilan vuestras almas, por vuestro bien, para que no perdamos la paz con Dios, oye a los Padres, sigue su ejemplo y conseguirás la bendición de Dios”, y la voz alta y clara terminaba: “y tus días serán muchos sobre la tierra”.
Casi mecánicamente contestó el pueblo amen mostrando su acuerdo con obedecer a Dios, y poco a poco, con los ojos iluminados por la gran manifestación del amor del Creador, conducidos por la música celestial fueron saliendo del templo.
Cuando Bemba se disponía ha abandonarlo, se percató de la desaparición de Jubal, y empezó a ser consciente de su conducta durante el servicio, preguntándose a si misma con quién había copulado hasta el orgasmo, ruborizándose y preocupándose del posible embarazo de un hombre ajeno a la familia.
Trató de olvidar el asunto y comenzó a preguntar y solicitar que buscaran a Jubal para regresar a palacio.
Jubal llegó hasta las plantas que buscaba y masticó hojas extrayéndoles el jugo que tragaba, a la vez que las escupía trituradas al suelo. Pronto el efecto deseado se produjo, aunque las arqueadas solo le permitió expeler un poco del líquido corrupto que contenía su estomago, produciéndole un bienestar momentáneo.
Unos sudores empezaron ha apoderarse de él, perdiendo el conocimiento y precipitándose contra el suelo.
Un monje, que vivía solo, apartado en un pequeño cobertizo al extremo del jardín, que nunca asistía a las ceremonias religiosas, contemplaba al rey, y comprendió que había sufrido un envenenamiento, por lo que a riesgo de su vida lo recogió y lo ocultó, en una de las cuevas del templo.
Le preparó un líquido extraído de unas yerbas que él cultivaba e hizo que el hombre lo ingiriera, esperando que el veneno no hubiera avanzado hasta contaminar todo el cuerpo y conseguir con ello depurar su sangre.
Solo podía esperar y secar su sudor, que era una señal evidente de que su organismo trabajaba intensamente para eliminar el veneno. Todo dependía pues, de si había intervenido a tiempo.
Los monjes buscaron por todo el templo sin éxito, parecía que se trataba de otra de las desapariciones misteriosas que habían ocurrido en otros tiempos. Algunos de los pasillos del templo penetraban en cuevas de la montaña donde la falta de aire hacía imposible la vida, por lo que, aventurarse en su interior significaba no regresar jamás.
Tubalcaín con sus soldados de elite, sin autorización de los monjes peinó el templo entero, e incluso se introdujo en algunas de aquellas cuevas con el mismo resultado.
Bemba tuvo que ceder a la evidencia y regresar a palacio en compañía de su guardia, que aseguraban que el monarca no había salido del templo por ninguna de sus puertas, porque ellos siempre estuvieron pendientes, con sus carruajes preparados para el regreso.
La situación hacía imposible que Tubalcaín continuara ajeno al gobierno de la ciudad. Se le había terminado de un golpe su tranquilidad, su paraíso de placer en el que vivía con Diamela. De manera que convocó a sus hombres y penetró en la Sala de los Setenta Consejeros.
Apenas puso sus pies dentro, los consejeros, temblorosos guardaron silencio, hasta que Asesar le dirigió la palabra:
- ¿A qué se debe el honor de su visita, príncipe Tubalcaín?
Vio miedo, pero también un grupo compacto que parecía inquirir la respuesta que había solicitado su presidente.
Asesar, respiró y armándose de valor volvió a dirigirle la palabra:
- Príncipe, se le ha preguntado el motivo de su visita.
- Tengo desafortunadamente, el deber de tomar el poder hasta que el rey aparezca.
- Eso debemos decidirlo nosotros, contestó Asesar.
- Solo tengo dos formas de llevar a cabo mi deber, con vuestra colaboración o sin ella, pero en este asunto no decidirán ustedes, respondió Tubalcaín.
- ¿Cuáles son nuestras garantías hasta que aparezca el rey, y como podemos colaborar sin traicionar nuestra lealtad a su Majestad?
- Sus palabras son ofensivas y no las voy a tener en cuenta, porque parece olvidar que yo también guardo lealtad al rey.
- Disculpe alteza mi torpeza, dijo Argos.
- Bien, este parlamento se trasladará a mi palacio hasta que aparezca el rey y le dé una nueva ubicación. Allí dispondré de mil soldados que protegerán vuestras reuniones, y me harán saber todos los acuerdos para que los sancione en lugar del rey. Ninguna norma nueve tendrá valor hasta que no cuente con mi aprobación.
No hubo necesidad de más violencia y la reunión fue disuelta hasta la semana siguiente en el palacio del príncipe Tubalcaín.
Entretanto, Jubal comenzaba a recuperar el conocimiento, si bien estaba muy débil y no podía regresar a su palacio.
El monje que le cuidaba, cuando vio que el rey había despertado, se arrodilló ante él.
El monje que le había salvado la vida, no respondió a su pregunta con palabras, solo hizo un gesto de que había ingerido veneno.
Jubal empezó a comprender que le había salvado, así que le dio las gracias y le sonrió, preguntando si su vida corría algún peligro.
El monje le hizo señales de que no podía salir hasta que estuviera el pueblo reunido en el templo, y los monjes ocupados en el servicio religioso.
Jubal, que había oído hablar de un monje que no poseía la facultad del habla, se alegró de conocerlo en aquella situación, pero lamentó, que aunque supiera muchas cosas de interés para acusar a los que intentaron asesinarle, no podría expresarlas, resignándose con lo poco que podía entenderle.
El monje que leyó en sus ojos la decepción, le mostró la tablilla que custodiaba el secretario de Lamec y se quedó perplejo. El verdadero heredero era su hermano, y por lo tanto tendría muchas cosas que hacer cuando saliera de allí, entre otras pensaba abdicar a su favor para que este ostentara el poder que le había otorgado su padre.
Recuperado del envenenamiento y en la soledad de aquella cueva rememoró todas las incidencias que le habían ocurrido desde la niñez.
Había sido un privilegiado en comparación con los demás niños de los ciudadanos, pero nunca tuvo verdadera libertad, siempre vigilado y protegido del peligro de algún atentado, no pudo desarrollar a plenitud sus juegos, debía comportarse como un adulto, comprendiendo todo lo que ocurría a su alrededor en las claves que les ordenaban sus maestros.
Lo prepararon para dirigir un pueblo, o quizás para ayudar a dirigirlo y a mostrarse en público como una persona distinguida y elegante en todos los aspectos; desde su apariencia personal, hasta sus modales y formar de hablar.
Comenzó a pensar que vivió como un árbol atado a un tronco recto, obligado a crecer en una sola dirección y soñó con ser una gacela que jugaba alegremente en el valle, como una animal salvaje no sujeto a otra regla que la de correr, comer, beber y disfrutar de la naturaleza. ¿Quién le iba a decir, qué aquel árbol cuyas raíces profundizó en el suelo, afirmándose sobre el terreno, con fuerzas para resistir los envites de la vida y afrontar las tempestades, podía morir con solo unas gotas de un líquido maligno?
Ahora comprendía porque se necesitaba la instrucción, y pensó, que al fin y al cabo, no suponía tanta ventaja nacer en la familia real, perdiéndose las diversas facetas de su vida. Todo en él estaba enfocado para el futuro y nunca vivió el presente. Deseaba romper ese círculo y llegar a ser libre. Ahora comprendió a su medio hermano Tubalcaín. Ahora veía claramente, porque era importante que un miembro de la familia real gobernara. Suponía una garantía para seguir viviendo sin ser despojados de sus pertenencias e incluso de sus vidas.
Pero no había muerto, el juego continuaba, y por supuesto no estaba dispuesto a perder esta partida y desaparecer de la escena sin arreglar los asuntos apropiadamente.
Los días le parecieron eternos en la oscuridad de la cueva, hasta el momento en que el monje regresó a recogerlo e indicarle la salida apropiada para no ser visto, al menos, hasta que estuviera a la vista de todos.
Jubal se introdujo en el templo por el mismo lugar por el que lo había abandonado el domingo anterior, y con toda naturalidad, como si hubiera regresado unos instantes después, se dirigió a su lugar y se reclinó junto a la reina.
Bemba, que se encontraba deprimida y muy desmejorada desde la desaparición de su señor, se impresionó al verle y casi sufre un desvanecimiento, pero se dejó caer sobre su esposo y él la sujetó.
No hablaron nada por respeto a la reunión, y porque Jubal le hizo un gesto de que no hablara en aquel momento.
El sacerdote que oficiaba dudó si continuar la ceremonia, pero opto por interrumpirla acercándose al rey, porque se había producido un gran rumor entre los asistentes.
- Mi Señor, la bendición del Señor está con nosotros, le dijo mientras se postraba de rodillas ante él.
- El Señor Todopoderoso es ante quien estamos todos reunidos y tu eres su sacerdote, le dijo haciendo señas de que se levantara y continuara la ceremonia.
Algunos miembros del Consejo de los Setenta dirigieron sus miradas a Tubalcaín como recabando una respuesta a cual sería su disposición, pero éste, tan pronto como el sacerdote se dirigía a su altar, se puso delante de su hermano y postrándose ante él le dijo:
- Mi Señor, en tu ausencia me he ocupado lo mejor posible de las funciones de mi Señor.
- Muchas gracias mi Señor, mi corona es tu corona y mi casa es tu casa, respondió Jubal indicándole que se levantara.
Así que se volvió para decirle a Tubalcaín que realizara la detención en cuanto terminara el servicio religioso.
Los hombres de la elite del príncipe rodearon la sala cubriendo las puertas por donde los monjes debían salir.
Estos, al ver la ocupación sacrílega, preguntaron a que respondía aquella conducta, a la vez que afirmaban que estaban condenados a la perdición eterna, junto con el responsable de tan grave pecado.
Jubal asumiendo su doble papel de rey y sacerdote, dispuso que aun dentro del templo fueran detenidos y llevados a la casa de encierro como presuntos responsables de un delito contra la ciudad y su rey.
Como estos vieran que no podían contar con la ayuda del pueblo, controlado por los soldados, y que tampoco habían podido preparar una estrategia para dominar la situación, sin ofrecer resistencia a su detención, se entregaron.
Jubal ordenó a Ulmen y Argos que se hicieran cargo de la congregación religiosa, disponiendo de los soldados que fueran necesarios y convocó a los Setenta para la reunión del día siguiente en el palacio de Tubalcaín.
Todos los consejeros se presentaron a la reunión, dudosos de su eficacia y temerosos de que pudieran correr la misma suerte que los Padres religiosos el día anterior.
Cuando hubieron ocupado sus asientos, penetraron en la sala el rey y su hermano juntos, lo que despejaba toda duda sobre la voluntad del rey en su ausencia.
Asesar no tardó mucho tiempo en exponer al rey las acciones tomadas por el príncipe durante su desaparición:
- El príncipe Tubalcaín usurpó su puesto en su ausencia, Majestad.
- Debe usted elegir mejor sus palabras. El príncipe ejerció la autoridad que le corresponde porque tiene otorgada esa autoridad.
- Este Consejo, que yo consentí que se formara, tiene limitada sus funciones al desarrollo de las leyes para que el rey las sanciones, pero el ejercicio de gobernar y aplicarla corresponde al rey. En su ausencia el heredero debe asumirla.
- ¿Qué regla debemos seguir para reconocer un heredero en estos casos?, replicó Masar.
- Ese asunto es secundario ahora, estoy aquí, soy el rey, y os lo estoy confirmando.
Los Setenta algo sorprendidos callaron, no comprendían el motivo de cambiar de lugar los puntos a tratar, pero la prudencia recomendaba seguir el guión propuesto por el rey.
- ¿Quiere su Majestad ejercer la Presidencia de esta reunión?, dijo humildemente Asesar.
- No, porque soy parte implicada y necesito que sea usted quien la ejerza, si no tiene inconveniente.
- No hay inconveniente por mi parte, dijo Asesar inclinando levemente la cabeza.
- Quiero presentar cargos contra los Padres religiosos que se encuentran detenidos y quiero que ustedes ejerzan de jueces.
- Esos juicios son prerrogativas del rey, dijo Asesar seguro de representar a la sala con ese criterio.
- Así ha sido hasta hoy, y ustedes saben que nunca antes existió una cámara de hombres capacitados para resolver estas cuestiones. Si se defiende la libertad, ese debe ser uno de vuestros cometidos. Juzgar los delitos contra la corona.
- ¿Cómo podríamos efectuar ese cometido? Preguntó Sirte.
- El rey nombrará un Satán que ejercerá como acusador, y que representará los intereses de la corona, mientras que los acusados se defenderán por si mismos o representados por otras personas. Al final, a la vista de las pruebas presentadas, decidirá la cámara por votación.
- Lo que su boca ha hablado son palabras sensatas, pero tengo la obligación de someter a los consejeros a votación para que decidan aceptar la propuestas.
Jubal nombró como Satán a Noe y dejó en sus manos las pruebas que tenía para acusar a los Padres religiosos, sabiendo que Noe no se sentiría incomodo porque no profesaba la fe de ellos, y por lo tanto no podrían intimidarlos con sus poderes religiosos.
Los Setenta decidieron afrontar el asunto con toda rapidez para evitar especulaciones entre la población, y normalizar la vida religiosa de la ciudad, de modo que decidieron comenzar el juicio a la mayor brevedad posible.
Al comenzar el juicio, Satán tomó su asiento en el lado opuesto a los acusados, enfrente del Presidente.
Asesar pidió inmediatamente que se presentaran los cargos contra los detenidos, por lo que Noe comenzó a decir:
- Los delitos que han cometido los acusados, son de conspiración contra la corona e intento de asesinato de su majestad el rey.
- Dios, que todo lo ve, sabe bien, que nosotros, sus siervos nunca hemos conspirado contra el rey, dijo Matrael en representación del resto de sus compañeros.
- Dios aun no ha dicho nada en esta sala, y no me parece honesto que alguien utilice a Dios en su favor, por lo que este Consejo no debe tener en cuenta la condición de sacerdote de los acusados.
- Existen nuevos rollos que se difundieron por la ciudad, y pruebas de que han sido creados por los monjes, dijo Noe
- Pero, usted dejó uno en manos del capitán Soldán, afirmó Noe
- Fue el olvido de un documento en los cuarteles, replicó Azael enojado porque sabía que no creerían su excusa.
- Pero, esos rollos hablan de un mundo mejor, e incitan a la rebelión contra el orden actual.
- Es un escrito vulgar, solo un loco seguiría sus doctrinas.
- Es posible, pero si es así, ¿por qué y para quién, el capitán buscó el apoyo del ejercito de Behemoth?
- ¿Qué relación guarda esa traición con el rollo?, protestó el monje.
- El sacerdote Argos encontró otro en vuestra biblioteca y Jonatan en el obelisco del templo, todos para crear división y romper la unidad del reino, y dice usted, ¿qué ustedes no tienen nada que ver? Me temo que nadie les creerá, porque la traición nace en el templo, o sea, en vuestros dominios, donde ustedes ejercen toda la autoridad.
- Basta, este Satán presentó pruebas falsas sobre la sucesión, ¿y van ustedes a creerles?, está invalidado por su colaboración contra el Estado; él debería de sentarse como acusado y no como acusador, dijo Matrael.
Noe sin inmutarse continuó con el interrogatorio
- ¿Celebraron ustedes reuniones en la intimidad de la noche?
- Hemos celebrado alguna por orden de Shemihaza, para tratar asuntos internos del templo, contestó Artacof
- ¿Por qué asistieron el general Jabel y el maestro de los constructores?
- Los invitó Shemihaza, y a nosotros también nos sorprendió la presencia de dos laicos.
- ¡Si! ¡Claro!, ¿y en aquellas reuniones, no se diseño un plan para desestabilizar el gobierno de la ciudad?, dijo Satán
- No. Es verdad que celebramos esa reunión, pero en ella no tratamos de conspirar contra la corona ni los ciudadanos. Shemihaza habló con ellos sobre el progreso, y sobre la construcción de otras ciudades, respondió Azael.
- ¿Cómo pensaron propiciar ese progreso?
- Se trataba de elaborar un ideal religioso que con el tiempo tuviera el respaldo de un grupo suficientemente numeroso para llevar a cabo el éxodo a otro lugar de la tierra, y fuera lo mejor para la ciudad.
- ¿Quiere decir qué se trataba de algo que afectaría a futuras generaciones y no para desestabilizar el orden actual?
- Sí, volvió a contestar escuetamente Azael.
- ¿Se molestaron en preparar el camino para otros en el futuro arriesgando sus puestos actuales?
- Ningún mal creamos, solo sembramos un ideal que con el tiempo brotaría como hierba en el campo mejorando nuestro mundo. Y sí corríamos un riesgo por vuestros descendientes.
- ¿Quieren decir que será necesario algún día que muchos de los habitantes de esta ciudad, la abandonen?
- Es evidente, respondió Azael
- ¿Y no pensaron en adelantar ese desenlace al tiempo actual?
- No, respondió de nuevo Azael.
- Pero, ¿un asunto que mejoraría a las generaciones futuras por qué tratarlo a espaldas del rey?
- Todos sabemos que era un anciano muy conservador, y costaría mucho trabajo hacerle comprender esa necesidad.
Noe aprovechando la debilidad de los argumentos aludidos en la defensa, continuó insistiendo en la teoría de la conspiración:
- Y en realidad, el asunto es que ustedes consideraron propició para ese fin el ataque de los noditas, poniendo en peligro la vida de todo el pueblo, ¿no?
- Eso ha sido un delito del general Jabel, respondió alterado Artacof
- Jabel, asistió también a aquella reunión, ¿verdad?, ¿cómo podemos creer que el proyectado éxodo se realizaría en el futuro y que no hicieron nada para que se produjera durante nuestros días?, preguntó Noe
Cómo la última pregunta quedó sin respuesta, Noé continuó con sus acusaciones:
- ¿Qué pasó con el Secretario del rey?
- ¿Qué tenemos que ver con esa desaparición?, dijo Artacof
Asesar permitió la entrada de Mute, y cuando iba a tomar asiento Noe tiró de su capa y mostró a todos, las espaldas del hombre con innumerable señales de torturas.
La Sala no se inmutó, sabían que los monjes se fustigaban para purgar sus culpas, e interpretó como un accidente que se hubiera despojado de su capa. Sin embargo Noe continuó preguntando a los Padres:
- ¿Si este hombre tiene sus facultades mentales atrofiadas, por qué le imponen disciplina tan severa?
- Está apartado del servicio, y esas señales son antiguas, protestó Azael
- ¿Qué trata usted de demostrar, y para que servirá este testigo?
- El trato cruel de estos hombres, que aparenta ser piadosos.
- Bien, dejemos esa cuestión para que la valoren los consejeros y continué con el interrogatorio, le ordenó Asesar.
- Mute, ¿encontró usted al rey, moribundo?, preguntó Noe.
- Mute, no se esfuerce, dijo cariñosamente, haga una señal afirmativa o negativa a mis preguntas, y se la repitió de nuevo.
El tribunal dio por terminado el juicio porque existían pruebas mas que suficiente para condenar a muerte a los monjes, y después de emitir la sentencia, decidieron presentarla ante el rey para que él decidiera la ejecución de la misma.
Cuando el rey se presentó en la sala y le pidieron que decidiera sobre la vida de esos hombres, él refirió a los Setenta, que el monje Mute había conservado la prueba que le entregó el Secretario con la voluntad de su padre Lamec, y que según ese documento el rey es su hermano Tubalcaín y por lo tanto a quien correspondía decidir.
No daban crédito a sus oídos, así que Jubal pidió a Mute que mostrará la tablilla a Asesar, y éste muy tembloroso la entregó a Noe, que la llevó ante el presidente.
Esto era otra gran sorpresa para los Setenta, que no sabían como solucionar el problema, y que explicaciones darían al pueblo.
Existía un documento del verdadero heredero, pero Jubal contó con la aprobación de la cámara y fue ratificado por Dios en el templo.
Tubalcaín pidió a Jubal que continuara gobernando, porque había demostrado las mejores cualidades morales para ejercer el cargo, pero éste volvió a negarse y sugirió a su hermano, que aceptara la corona y le nombrara a él Sumo sacerdote. De este modo, quedaba claro para ellos, que Dios había dirigido los acontecimiento, para que el poder político y religioso estuvieran en las manos de dos hijos, del Hijo de Dios.
Los poderes religiosos y políticos en poder de la familia real, garantizaba la paz, y la abundancia de alimentos, propiciaban la felicidad de sus habitantes, que alcanzaron cotas de libertad nunca soñadas.
Su sistema de gobierno basado en la igualdad de todos los hombres ante Dios, y la libertad de dirigir sus vidas dentro de un sistema de leyes de obligado cumplimiento, que garantizaba derechos y deberes, produjo una sociedad diversificada donde florecieron las artes, y el bienestar social.
Pronto creció el sentimiento de que todos los seres humanos deberían regirse por ese sistema de vida, que proporcionaba la felicidad a los hombres y mujeres de buena voluntad.
Los filósofos del sistema ideaban métodos para esparcir las ideas por todo el mundo habitado, pero ninguno de ellos resultaba eficaz para conseguir que poblaciones salvajes, cuya existencia estaba basada en la ley del mas fuerte y que mantenían continuas guerras por los recursos de la tierra, los aceptarán sin que previamente fueran sometidos y forzados a seguir su modo de vida.
El ideal de una tierra sin guerras, donde toda la familia humana viviera en paz y felicidad, a pesar de las diferencias de raza, se convirtió con el tiempo en una necesidad, para conseguir que los habitantes de la ciudad pudieran emigrar a otros lugares, donde fuera posible establecerse y edificar pequeños núcleos urbanos que con el tiempo llegaran a ser ciudades.
Las conversaciones mantenida con los comerciantes que se acercaban con frecuencia a la ciudad, proporcionaba información sobre la situación en el exterior.
Muchos explicaron que un gran imperio dominaba con tiranía las tierras de mas allá del rió, que a pesar de todo, no existía forma humana de controlar la situación, y las luchas por dominar las fuentes de alimentos y las cuencas de agua, producían miles de muertos.
La tierra necesitaba pues, primero ser liberada de la tiranía y sometida durante muchos años, hasta lograr imponer su estilo de vida, consiguiendo que los salvajes se enamoraran de su sistema y terminaran por copiarlo como la única forma posible de convivencia.
Con todo, no era conveniente menospreciar a vecinos tan despiadados que en otras ocasiones intentaron someterlos a ellos a una vida inferior, de dudosos valores, obligándolos a entrar en la rueda de las continuas luchas de la vida por la vida.
Si se habían librado de esta continua y persistente amenaza, se debía principalmente a la barrera natural que les proporcionaba el gran rió, pero sabían que si llegaba el caso, en el que consolidando todos los frentes pudieran dedicarse a la conquista y destrucción de la ciudad como único objetivo, sería imposible mantenerse firme.
Los comerciantes contaron la historia de un gobernante, que respondía al temible nombre de Jabel, un gran guerrero, que había ideado sistemas de batalla y formas de luchas que los hacían invencibles.
Algunos decían haber oído, que cierta reina que se había desposado con este guerrero, le suplicaba que no atacara la ciudad hasta pacificar sus dominios. Suerte que mantenía continúas luchas con pueblos vecinos en sus fronteras y revueltas en el interior.
Contaban también, que su anterior monarca había perdido su ejército y la vida, en ese cometido, y que tenía miedo de repetir el fracaso que tanto les había costado superar.
Sin embargo, observaban que con frecuencia, pequeñas partidas cruzaban el rió y se adentraban en el territorio, dibujando mapas de las montañas y los pasos, hasta cerca de la Montaña Sagrada.
Noe se interesó por el procedimiento de construcción de las tablillas de arcillas pensando en darle más agilidad a la escritura, comprobando que disponía de mucho tiempo para grabarla, tanto como tardaba la masa en secarse completamente. Quería promocionarlas como documento de compra venta de las operaciones comerciales importantes, así como para recoger otro tipo de compromisos, incluido los enlaces matrimoniales.
Pensó en la posibilidad de utilizarla por ambas caras, y descubrió, que cuando se pegaban y secaban preferían romperse a despejarse.
Recordando el pasado, cuando dormían al cielo abierto o debajo de algún cobertizo, nunca se les ocurrió que pudieron utilizar este material para aseguras las maderas. Pero trabajando la arcilla una y otra vez, descubrió que se podía construir paredes similares a las de piedra.
Realizó algunas pruebas, hasta que mezclando la masa con cáñamo y cociéndolo en un horno, consiguió un ladrillo hueco fácil de transportar y muy resistente para las paredes.
Con ese invento no necesitaban tantas piedras para construir casas, simplificando el trabajo y el tiempo de edificación.
Este invento dio alas al ideal de expansión. Ahora se veía posible exportar la cultura, el arte, las leyes, en definitiva el sistema de vida que a ellos les hacía felices.
En las tierras donde lograran asentarse, podrían edificar viviendas y muros de protección, para consolidar las posiciones y ofrecer seguridad a los que voluntariamente se sometieran. No sería difícil conseguir que los habitantes de la tierra apreciaran aquella técnica como vital para sus vidas, y descubrieran que su sistema de vida era muy superior a las de aquellas sociedades en estado salvaje.
Por aquel tiempo, los Setenta quisieron depurar responsabilidades del régimen anterior, efectuando una limpieza de quienes habian cometido delitos contra la vida de los habitantes. No se les pasó por alto, que aunque no fuera posible juzgar a Jabel porque estaba desaparecido, si lo era el Maestre Masón al que consideraban tan responsable como los monjes condenados a muerte.
Así estaban las cosas, y parecía que iban a prosperar por ese camino, cuando intervino Tubalcaín que consideraba muy importante preservar vivo a este gran constructor, que le había mostrado fidelidad y se había ofrecido para colaborar en los trabajos que fueran menester.
Tubalcaín que empezaba ha acariciar la idea de expansión que siempre había ambicionado, encontró en aquellas circunstancias la oportunidad de emprenderla, y preparaba a su gente para formar un gran ejercito que se extendiera por todo el mundo conocido.
El Maestre, era una pieza clave para llevar a cabo sus planes, por cuanto necesitaba que acometiera la obra de construir un puente sobre el rió para poder cruzarlo con rapidez y seguridad.
Éste no iba a dejar pasar la oportunidad de recuperar su prestigio y posición en la sociedad, sobre todo sirviendo al rey, ganándose su respeto y aprecio, no solo para él sino también para los suyos.
Realizó el proyecto más grande que jamás se había realizado hasta aquel entonces, preparando con delicadeza todo lo necesario para la gran obra.
Desde la cumbre de las montaña, veía el lecho del rió a través de sus aguas cristalinas, determinando los lugares donde colocaría los puntales como pies clavados en el fondo con seguridad, descansando sobre la masa de roca que se apreciaba debajo del lecho de arena de las aguas.
Los puntales los diseñó de forma que cuando penetraran en el agua, se clavarían sobre la arena descansando sobre la roca, ofreciendo el firme necesario para las columnas que soportarían el puente. Éste iba ha ser el primer puente que cruzara un rió, y se imaginó a un animal que con sus grandes patas pisaba sobre las aguas.
Para conseguir llevar las piedras hasta los lugares previstos, construyó una pasarela de madera entre las dos montañas, tan fuertemente asegurada que muchos pensaron que servía perfectamente de puente, pero el jefe masón advirtió que el paso de madera no sería duradero y necesitaría reparaciones continuas.
Cuando lograron arrastras la primera piedra y la dejaron caer sobre el río, éste protestó formando un remolino alrededor de él, mientras que al Maestre le dio la sensación de haber clavado un cuchillo en el cuerpo de un ser vivo, pero pronto las aguas se acostumbraron al cuerpo extraño y la rodearon continuando su camino, como si la piedra no existiera en su interior.
Sobre cada piedra rectangular fueron dejando caer otras ligeramente mayor, hasta formar doce pirámides rectangulares invertidas, unidas por sus bases, por donde los hombres con sus animales y carromatos podían cruzar con la seguridad que cruzan las hormigas el tronco de un árbol.
El puente edificado sobre la parte del río más cercana a la ciudad, proveía un paso que ahorraba una jornada de camino. Eso se interpretó como si Dios hubiera abierto las aguas para ellos.
Las doce columnas se convirtieron en el símbolo de la unidad entre los pueblos, conseguida a través de los siervos de Dios, los prósperos habitantes de la ciudad de Enoc.
Ahora estaba mucho mas cercano el cumplimiento de las palabras de Dios a su rey: “Por medio de tu descendencia se bendecirán todos las naciones”.
Mientras se construía el puente, Tubalcaín ordenó a Altor que cruzara través de la pasarela con su compañía, para asentarse en la orilla opuesta, protegiendo la construcción.
Edificaron casas con los recién inventados ladrillos de arcilla, para rápidamente proveer refugio a los trabajadores y los soldados.
Edificaron defensas por si eran atacados, formando un pequeño asentamiento a ambos extremos del puente que les servía para controlar el paso.
La enorme obra fue lógicamente descubierta por los enemigos extranjeros, que lo informaron a Jabel, como un gran peligro para su imperio.
Jabel por el contrario, consideró que el puente servia para cruzarlo en la dirección contraria, y que sería una útil herramienta para la conquista de la ciudad. Así que permitió que se construyera, prohibiendo a sus hombres que efectuaran ningún tipo de hostilidad hasta que la construcción estuviera concluida.
Tubalcaín consideró que, para salir vencedor en la guerra que iban a emprender contra los enemigos que vivían en un medio salvaje y por lo tanto, preparados para enfrentarse cuerpo a cuerpo contra cualquier hombre por fuerte que fuera, debía proveer a sus soldados de un arma que le proporcionara una ventaja importante.
No les instruyó en la lucha de su brigada especial, porque requeriría mucho tiempo de entrenamiento y, así y todo, pocos alcanzaban un nivel de lucha que le diera la ventaja necesaria para vencer en el frente de batalla.
Tubalcaín había experimentado con un metal que se mostraba mas duro que el bronce. Se trataba de un material ferroso, con una aleación tan fuerte que rompía las espadas de cobre.
Ese descubrimiento si daría una verdadera ventaja a sus soldados en la guerra, porque no solo neutralizarían las armas del enemigo, sino que además prevalecería sobre ellas venciendo con cierta facilidad.
Con todo, no quería parecer descaradamente el agresor que rompía el equilibrio de la relativa paz que disfrutaba con los vecinos, así que envió a Altor con su compañía a destruir varios poblados, como una supuesta operación de castigo, por agresiones recibidas de guerrilleros, contra el asentamiento que protegía el puente.
La respuesta no se hizo esperar y el ejército de Jabel se presentó pronto frente al asentamiento para destruirlo y ganar el paso.
Altor pidió parlamentar y Jabel envió a uno de sus generales para que escuchara la propuesta.
Los dos representantes se aproximaron y cuando estuvieron juntos, Altor comenzó a decir:
- ¿Por qué esta agresión?
- Nuestro pueblo ha sido atacado por vuestros soldados y han sido destruidos cuatro poblados, respondió el general.
- Fue una operación de castigo por las hostilidades a las que nos han sometido robando y matando a mujeres y niños de este asentamiento.
- Vuestro pueblo siempre dominó al otro lado del río, si abandonan esta orilla nos marcharemos, de lo contrario les obligaremos a regresar a sus tierras.
- No avanzaremos mas, solo protegemos el paso, dijo Altor.
- Pueden protegerlo desde la otra orilla, contestó el general.
- No podemos marcharnos, pongan precio y nosotros le pagaremos el valor de esta porción de tierra, con grano, oro, incluso esclavos.
- No hay precio; regresen.
- ¿Significa guerra?, dijo Altor
- Tu pueblo la ha provocado.
- Entonces guerra, pero ustedes la han provocado y Dios nos dará la victoria.
- Mañana, estarán todos muertos, respondió el general de Jabel.
Al día siguiente unos dos mil guerreros intentaron tomar el asentamiento, pero los arqueros de Altor atrincherados en las azoteas de las casas, causaron muchas bajas y el enemigo regresó para planificar un ataque más contundente.
Mientras tanto Tubalcaín cruzó el puente con diez mil hombres acampando en las inmediaciones del asentamiento, y Jabel que vio la maniobra, preparó su ejército para una gran batalla al amanecer del día siguiente.
Jabel que conocía bien la ventaja de sus hombres en las luchas abiertas, consideraba una locura la defensa que su medio-hermano intentaba realizar; pensaba que los éxitos anteriores le habían cegado y no veía la diferencia que verdaderamente existía entre sus hombres y los elegantes soldaditos.
Estaba seguro que pronto le estarían suplicando que perdonara sus vidas y pensaba poner duras condiciones.
A la mañana siguiente, Jabel, seguro de la victoria de sus aguerridos hombres, los lanzó a un choque frontal sin más precauciones que abarcar toda la línea de defensa donde se encontraban apostados los soldados, para evitar ser rodeados y atacados por la espalda.
Los soldados situados en primera línea veían con estupor como aquella masa imparable se precipitaba contra ellos.
Se quedaron inmóviles hasta que el fuerte toque del cuerno y el redoble de los tambores les dio la señal para blandir sus armas.
Tan pronto como se produjo el choque, las endebles armas y escudos de los guerreros eran cortadas como hojas y sus portadores morían atravesados por las poderosas y largas espadas de los soldados.
Pronto el ejercito enemigo cedió en su intento y se retiraba aterrorizado tan rápido como sus pies les permitía correr.
Tubalcaín ordenó perseguirlos y continuaron derribándolos hasta que casi todos los guerreros fueron abatidos.
Jabel huyó de aquel desastre a sus dominios en el interior con la mayor rabia que jamás había sentido. Maldijo a Tubalcaín por aquellas poderosas armas y a sí mismo, por no haber empleado otra estrategia más efectiva. Descubrió que mientras no consiguiera armas de aquel terrible material, nadie podría combatir contra Tubalcaín.
Tubalcaín continuó su avance a través del país; dominando, creando asentamientos y reclutando mas hombres para su ejercito.
Jabel y la reina Leviatán, en su último reducto, pactaron con otras naciones enemigas informándoles del peligro que se avecinaba, y prepararon un frente común para resistir al naciente imperio.
Fabricaron espadas y lanzas de bronces más gruesas para resistir al hierro, acostumbrando a sus hombres a utilizarlas, equilibrando en parte la ventaja del enemigo, a pesar del inconveniente de su peso.
Los refinados ciudadanos no habían empleado nunca la misma estrategia en ninguna de sus batallas, por lo que resultaban imprevisibles las dificultades que les iban a plantear.
Aleccionaron a sus hombres para que fueran muy obedientes y respondieran rápidamente a cualquier señal de retirada para evitar ser victimas de algunas de las trampas.
El ejército de Tubalcaín, en la batalla final, avanzaba inexorable a un enfrentamiento suicida: Sus hombres de cabecera llevaban un paso lento pero firme, protegido con grandes escudos para evitar ser alcanzados por las flechas, con sus espadas colgadas al cinto y portando una extraña herramienta que expelían un líquido ácido sobre el enemigo que quemaban sus caras, pelos y ropas, cegándolos, de modo que se mataban entre ellos mismos. Parecía como si Dios los hubiera puestos en confusión y se mataban unos a otros sin hacer caso de ninguna señal de retirada ni de cesar la lucha.
Jabel, favorecido por el viento, había provisto a sus soldados de bolsas de polvo irritante, que lanzaron cegando a los soldados, logrando finalmente restablecerse y que sus guerreros se replegaran evitando el desastre.
Animado por este equilibrio de la batalla, se determinó a continuar la lucha, pensando que sacaría ventaja de la moral de sus hombres que se creyeron capaces de vencer.
Los jinetes de Tubalcaín se retiraron de la formación a izquierda y derecha del grueso de la infantería, y Jabel que advirtió el movimiento, ordenó a su caballería cubrir el paso para no sufrir un ataque lateral, pero no se percató que cada caballo enemigo transportaban dos soldados, de modo que antes de enfrentarse la caballería, desmontaban formando grupos de arqueros, a la vez que se retiraban para recoger otros soldados y colocarlos en situaciones ventajosas.
Los arqueros de Tubalcaín en las privilegiadas posiciones repelieron la caballería que tuvo que replegarse y castigaron lateralmente al grueso de la infantería, que se vio obligada a responder tratando de abatir a los arqueros.
Como el centro quedó debilitado, las fuerzas de Enoc, penetraron con ímpetu por ese lugar, ganando terreno y dejando aislados en grupos a los guerreros enemigos.
Jabel para evitar que fueran destruidos ordenó tocar retirada, momento en que las maquinas catapultaban piedras de fuego que impedía el regreso ordenado de los guerreros.
El fuego cerró definitivamente la retirada y los guerreros desesperados se volvieron con todas sus fuerzas para contraatacar, vendiendo cara sus vidas, pero entonces, los soldados que habían sido instruido para proferir un eslogan en la lengua enemiga, les decían: “rendirse y viviréis”.
Ante esa alternativa, la primera fila arrogaba sus armas y cuando los posteriores vieron que eran respetados siguieron su ejemplo.
Aquel día no solo fue una gran victoria para Tubalcaín, sino que además, incrementó considerablemente sus fuerzas.
Jabel maldecía la estrategia de su medio-hermano y recordó los juegos de guerra que aprendieron de niños. En verdad el ataque parecía uno de estos juegos que nunca pensó que pudieran llevarse a cabo en la realidad.
Jabel desapareció para siempre y nunca mas se supo del general, mientras que Tubalcaín continuó su avance hasta dominar todo el mundo conocido.
Sus hazañas y sus métodos de guerra fueron entonados como epopeyas durante muchos años, y recordado y elogiado como el Emperador mas importante de toda la historia antigua.
La Tierra llegó a ser de un solo lenguaje y sus habitantes se regían por una misma ley.
Nunca antes ni después de él, existió otro rey tan grande que Dios hubiera bendecido como a su único hijo sobre la tierra.
Orgulloso de las grandes hazañas de su hermano, Jubal le compuso una canción para entonarla en las celebraciones religiosas:
Para redimir la tierra
Luz de los rayos del sol
Que con vara de hierro reina
La cruz de cuatro elementos
Son de su imperio la enseña:
“La tierra de sus entrañas
Le dio las más duras piedras
Rompiendo los cráneos
De los que buscan querellas.
El agua que es su aliada
Le ha prestado su fuerza
Y ruge como un león
Para asustar a su presa
El viento dirige sus naves
Uniendo tierras con tierras
Y esparce por todo el mundo
Un soplo de vida nueva.
El fuego es su ayudante
Templa sus armas de guerra
Sus enemigos más fuertes
Perecen sobre la hoguera”
Que solo puede vivir
Todo aquel que se someta
Por ser al servicio de Dios
Que lleva la espada puesta
Logró instaurar la paz
No existen muertes violentas
La ley y la justicia
Entre sus brazos sujetas.
La campaña para difundir el conocimiento y que todos los pueblos se rigieran por las mismas leyes, tomó muchos años a los habitantes de la ciudad de Enoc, que Tubalcaín iba dejando como gobernadores por el mundo.
Diamela y las esposas de otros generales, no quisieron quedarse esperando a sus esposos tanto tiempo, y decidieron acompañarlos durante toda la campaña. Tubalcaín lo permitió, asumiendo la responsabilidad por el retraso que podría ocasionar, y el riesgo de la perdida de vidas.
Entre las mujeres se encontraba Palacra, que terminó por alcanzar una entrañable amistad con la reina.
La guerra fue inolvidable. Las innumerables victorias llenaron de gozo a aquellas gentes, que buscaron siempre la forma de celebrar tan grandes acontecimientos.
Tan solo, existía algún dolor, cuando debían separarse porque Tubalcaín designaba alguno de estos generales para gobernar las poblaciones que iba sometiendo, pero el gozo superaba por mucho las separaciones, y siempre prometían volver a juntarse durante las fiestas de peregrinación a la ciudad de Enoc, que se convirtió en la capital del mundo, la ciudad de Dios y su templo.
Conforme Tubalcaín iba conquistando nuevos territorios, Jubal enviaba monjes para implantar la religión llevando la salvación a sus habitantes.
Jubal desarrolló la idea de que todos los hombres fueran iguales, llevándola a sus últimas consecuencias:
Un dios hecho hombre, nacido de una virgen en un hogar humilde, dedicó toda su vida ha ayudar a los demás. Sus enseñanzas tan elevadas como las estrellas eran una guía perfecta para vivir. A pesar de su bondad tuvo muchos enemigos, sin embargo él hizo el bien por todas las personas y enseñó a sus seguidores que hicieran el bien a sus enemigos y oraran por los que los persiguen.
Este hombre dios nunca luchó contra el poder constituido, enseñaba a sus discípulos que no fueran parte del mundo, y declaró felices a los que soportaban la injusticia por causa de su nombre.
Habló siempre la verdad y de su boca no salió engaño.
Su amor por los demás llegó a ser tan grande que murió para salvar a la humanidad, pero Dios, su Padre, lo resucitó y después de efectuar muchos milagros y señales se lo llevó al cielo con Él.
Imitando la personalidad de él, no era necesario aprender leyes, porque siguiendo su ejemplo se cumplía con todas las leyes que existían y cualquier otra que los hombres inventaran en el futuro.
La nueva religión tuvo mucho éxito y fue una ayuda de inestimable valor para sostener el gobierno de Tubalcaín.
Las personas eran esclavos de este dios que había muerto por ellos y en agradecimiento, dedicaban sus vidas a vivir la vida del dios.
Muchos pensadores se dieron cuenta que la idea contenía veneno, porque con ella las personas dejaban de ser ellas mismas, como si un invasor se hubiera introducido en sus mentes. Comprendieron que siguiendo un sistema de leyes continuaban siendo ellos mismos, pero imitando al dios, sacrificaban su propia vida.
Los que no deseaban copiar la nueva personalidad creada y hacerse sumisos al poder constituido, debían simular ser verdaderos seguidores del dios hombre y que cumplían con los requisitos de la religión para evitar ser eliminados.
Aquel fue el engaño más grande, que soportaron casi sin percatarse de ello las personas de ese mundo.
Aquella idea religiosa terminó siendo el arma mas poderosa que nunca jamás tuviera un ejercito para mantener controlada la población, y mas valiosa que ninguna otra que se haya inventado después
Era tan útil ese control de las mentes, que cuando los independentistas salvajes lucharon para recuperar sus tierras, no lucharon contra aquel sistema religioso, sino que se lo apropiaban para su beneficio.
Después de la conquista del mundo, y gracias al sistema religioso implantado por Jubal, el gobierno de Tubalcaín consiguió establecer la paz durante muchos años, pero con el tiempo se desarrolló una raíz venenosa que con la ambición de independencia fue infectando los numerosos pueblos sometidos.
Pronto olvidaron la prosperidad conseguida por el nuevo sistema, y empezó a prevalecer la idea de que estaban dominados por un invasor al que pagaban tributos, que consideraban injustos.
Cuando hubieron desarrollado una mejor agricultura por el uso de las nuevas herramientas y establecido un día de descanso semanal; disfrutado de música y entretenimiento, cultivado la pintura, la literatura y otras artes, dejando de ser un mundo salvaje y llegando a ser un mundo civilizado, sucedió algo que enojó profundamente a Dios:
“Habiendo pues comenzado los hombres a multiplicarse sobre la tierra procreando hijas, viendo los hijos de Dios la hermosura de las hijas de los hombres, tomaron esposas de entre ellas”.
Los hijos de Dios, descendientes de Set, y los hijos de los hombres, descendientes de Caín, los noditas y los nefilím, comenzaron a mezclarse formando alianzas matrimoniales. La raza especial que Dios había creado, sus hijos directos desde Adán, fueron seducidos por las mujeres de otras razas.
Dios no tuvo éxito en crear una raza especial, para un sacerdocio santo y la maldad y la violencia creció hasta llenar la tierra.
Sin duda, la igualdad conseguida hizo iguales a todos los hombres y las mujeres, por lo que encontraron argumentos favorables para la unión de personas de todos los pueblos.
Sin embargo, por razones que no explicó, Dios había prohibido expresamente a los hijos de Adán que hicieran alianzas matrimoniales con mujeres de otras razas, pero quizás con el tiempo, y porque fue transmitida esta ley de padres a hijos verbalmente, fueron olvidando esta obligación y la desobedecieron.
Dios decidió que su espíritu no moraría en el hombre indefinidamente, porque al fin y al cabo, solo eran seres de carne y hueso, con debilidades propia de esa naturaleza, y determinó que su vida estuviera limitada a ciento veinte años.
Quinientos cincuenta años de edad tenía Tubalcaín y por cien años gobernó la tierra: siete años sobre la ciudad de Enoc y noventa y tres años sobre el mundo antiguo.
Y trabajó intensamente para mantener a la población unida: un solo Dios, un solo gobierno y una sola religión, pero solo por la fuerza del ejército fue posible mantener la unidad de su reino.
Hizo lo que era bueno y consiguió que la humanidad se comportara como una sola familia, hasta que sus días se acabaron y los hombres malvados aprovecharon que el rey había muerto para rebelarse contra su imperio. Y el mundo se llenó de violencia tan rápidamente como el fuego quema los campos secos en verano.
Aunque dejo un continente a cada uno de sus hijos, estos no controlaron la situación y fueron muriendo:
Europa gobernó veinte años, pero en la guerra contra los nórdicos lo sorprendió una tormenta de hielo que lo eliminó junto con todo su ejército.
África atravesando un desierto, quedó enterrado en una tormenta de arena, cuando sólo había gobernado veinticinco años.
Atlántida fue el mas prospero y mantuvo el orden sobre el continente cuarenta años, pero se lo tragó el agua y nadie supo mas nada de él hasta el día de hoy.
A Asia, su hija primogénita le dejó el más poblado de todos los continentes, y la casó con el hombre más fuerte de todo su imperio, para dominar aquella región cuya gentes se multiplicaban tan rápidamente como los roedores. Y consiguió vivir muchos años, aunque su rastro fue borrado de los registros por gobernantes posteriores, que quisieron ser más famosos que aquella hermosa reina.
A sus demás hijas encomendó el gobierno de las islas, pero no pudieron enfrentarse contra los tornados, los huracanes y las tormentas tropicales, y aunque también vivieron muchos años, desaparecieron sin dejar rastro.
De todos estos grandes gobernantes, solo quedaron sus nombres como prueba de quienes llegaron a ser los primeros colonizadores del planeta.
La nueva idea religiosa tuvo un efecto negativo en los ciudadanos porque procurando aparentar ser buenos imitadores del dios, se hicieron hipócritas y desdoblaban su personalidad según se encontraran en un lugar u otro.
La mentira llegó a ser tan natural que resultaba imposible diferenciarla de la verdad.
Los hombres para conseguir sus propósitos practicaron toda clase de engaño y maldades:
No respetaban la propiedad privada y el robo se convirtió en una práctica habitual en su forma de vivir. Robaban en el peso de mercancías, en los sembrados y ni siquiera la esposa del prójimo era respetada, de modo que cada hombre y mujer engañaba a su socio sin el menor pudor.
Y llegaron a ser tan malos que todo el tiempo su corazón planificaba maldades, sus pensamientos eran siempre malos.
Noema dejó de visitar el templo, aunque continuó visitando en compañía de Noe la Montaña Sagrada. En una de las ocasiones que se encontraban en su interior tuvieron una conversación cuyos efectos aun perduran:
- Noe, pienso que en el fondo de mi corazón siempre adoré al mismo Dios que tú y Éste nos ha unido.
- Cuando te vi adorar a Dios sin servirte del templo ni de imágenes, comprendí que buscabas al Eterno que nadie ha visto jamás, le dijo Noe.
- Los últimos cambios que ha sufrido la religión de la ciudad son muy significativos, y dejan claro, sin ninguna duda que no adoran al verdadero Dios.
- Me alegro que pienses así Noema, porque los habitantes de la ciudad creen que nuestro modo de adoración es muy simple y que nuestra religión es primitiva porque no tiene estructura eclesiástica. Que evolucionaremos algún día y adoptaremos sus costumbres, pero eso no sucederá nunca.
- ¿Cómo estás tan seguro de eso Noe?
- El Dios Altísimo me ha revelado su voluntad para los hombres y piensa efectuar un pacto eterno.
- No me habías comentado nada, esposo, dijo Noema un poco enojada.
- El Señor me dijo que esperara este momento para explicártelo. Debemos mantener el secreto para que podamos salvar a nuestros hijos dentro de ese pacto, le dijo Noe.
- Nuestros hijos están casados con mujeres que sirven a tu Dios.
- Si, pero debemos cuidar de que sigan sirviendo al Altísimo, porque tu sabes que la esposa de Cam, tu sobrina, hija del Sumo Sacerdote, está muy influenciada con las enseñanza de su religión.
- Confiemos que Dios les permita entrar en su pacto.
- ¿Cuándo efectuará el Señor ese pacto con nosotros, Noe?
- Todavía no me ha revelado ese detalle, pero debemos guardar el secreto hasta que él nos de instrucciones.
Cuando decidió abandonar el trabajo, muchos le pidieron que continuara, pero él sabía que debía abandonar la ciudad junto con su familia y se desplazó al asentamiento que construyeron a la entrada del puente que atravesaba el rió.
En aquel lugar, Noe ordeno construir un embarcadero al resguardo de la corriente del rió para que pequeñas naves pudieran quedar varadas sin peligro de ser arrastradas por la corriente.
Sus hijos no estaban muy conformes con el cambio de domicilio, porque en la ciudad gozaban de muchos beneficios, pero Noe y Noema los convencieron del cambio y los mantuvieron ocupados en la obra de hacer crecer el asentamiento y sobretodo el embarcadero, que debía servir como puente entre ellos, las poblaciones costeras, y las lejanas naciones separadas por el mar.
La obra era en verdad ambiciosa y decidieron acometerla. Y de todos modos, la ciudad no estaba tan lejana, por lo que podían regresar a ver a familiares y efectuar negocios, incluso pasar tiempo en ella y disfrutar de espectáculos y otras fiestas.
Los habitantes de la ciudad quisieron que los hijos de Noe ejercieran de satán, confiando en volver a tener personas justas para este trabajo tan importante, pero ellos decidieron seguir a sus padres y rechazaron el trabajo.
La ciudad estaba en verdad demasiado corrompida para ejercer de fiscal, de modo que a pesar del enorme esfuerzo que efectuó Noe, lo mejor era abandonarla a su suerte, esperando que algún día la justicia volviera a instalarse en aquella perla del mundo.
Los hijos de Noe: Sen Cam y Jafet, habían aprendido el arte de construir, porque sus padres los inscribieron en la escuela masónica, pensando sin duda que debían exportar el modelo de ciudad al mundo, para que la gente viviera al resguardo de viviendas dignas como las de ellos, y el embarcadero sería un buen nexo de conexión para efectuar ese trabajo.
Cuando la prosperidad se había instalado en toda la tierra: construidos puertos para que los barcos exportaran e importaran desde otros lugares de la tierra sus mercancías y objetos preciosos, las personas viajaran de un lugar a otro atravesando mares, alcanzando cotas de libertad jamás soñada. Cuando la humanidad se comportaba como una sola familia; murieron Tubalcaín y sus hijos, y poco a poco el sostén del mundo se vino abajo, como cuando a una casa se le rompe la columna principal que sostiene el edificio.
El mundo volvió a subdividirse indefinidamente hasta regresar de nuevo a unidades sociales tan pequeñas como las tribus, y la vida de los habitantes tenían muy poco valor. Las gentes se mataban por toda suerte de motivos. Y Dios volvió a enojarse con el hombre, así que habló de nuevo con Noe:
- “Voy a borrar de sobre la Tierra a hombres y a animales porque de veras me pesa haberlos hecho”.
- Pero Señor: ¿y si hay personas justas?, ¿vas a eliminarlas junto con los injustos?
- Tú has ejercido de satán mucho tiempo, ¿qué has visto?, preguntó Dios a Noe.
- He visto la maldad, Señor, pero perdona que continúe interrogándote, ¿si existieran algunos hombres justos, eliminarías al justo con el impío?
- ¿Que han hecho respecto del mandato que di de no crear ninguna imagen a mi semejanza, porque no existe nada semejante a mi?
- Hay personas que no adoran imágenes, dijo Satán en el papel contrario que estaba acostumbrado a representar.
- Noe, hijo mío, ¿no han creado a un hombre dios que dicen es mi imagen invisible?, ¿y no he prohibido yo que nadie cree nada semejante a mí?
- Pero eso no es una estatua de tu semejanza, dijo Noe.
- Eso es peor aún Noe. Al fabricar a un dios hombre semejante a mi, me están ultrajando, porque yo dije que nadie puede asemejarse a mi, han usurpado mi nombre
Dios tenía toda la razón y la legitimidad para juzgar adversamente aquel mundo y Noe arrodillado ante Dios dejó de pronunciar palabras.
Dios había visto el corazón de Noe, que era el único hombre justo que existía en la tierra, de modo que le reveló su juicio:
- Tú sabes que he limitado la vida del hombre a ciento veinte años, y que está próximo el tiempo para que se cumpla mi juicio, y mi juicio es inalterable, y no se han vuelto de su camino inicuo, así que voy a traer un diluvio de aguas que anegará la tierra y todo cuanto tiene en sus narices mi aliento de vida espirará.
- Voy a preservar a ti y tu familia, construye un arca, una embarcación de tres pisos de altura, suficiente para que podáis vivir en ella muchos días.
Noe y sus hijos hicieron compartimentos donde introdujeron crías pequeñas de todas las especie de animales que vivían en la tierra, alguna de las cuales, aun vivían de la leche materna. Introdujeron también toda clase de alimentos tanto para ellos como para los animales.
Dios marcó una diferencia entre los animales limpios y los inmundos, para que preferiblemente, durante el tiempo de permanencia en el arca pudieran alimentarse de carne que no fuera dañina para la salud de sus hijos, y por eso Dios le permitió que de los limpios, introdujera siete parejas de cada especie.
Después, un asteroide que cayó del cielo precipitándose contra el mar, rompió los manantiales de las profundidades acuosas, produciendo cuatro olas gigantes que cubrieron los continentes y llevó la muerte instantánea a aquella generación perversa. Y las fuertes precipitaciones de lluvia no cesaron durante cuarenta días.
Posteriormente, las aguas tardaron en replegarse a su lugar ciento cincuenta días, y de nuevo Dios hizo florecer la vida.
Dios se reveló de nuevo a Noe e hizo un pacto eterno diciendo:
- “Nunca mas volveré a exterminar a todo viviente. Mientras duré la tierra habrá sementera y cosecha, frió y calor, verano e invierno, día y noche”
- “Cuanto vive y se mueve os servirá de alimento. Solamente os abstendréis de comer carne con su alma, es decir su sangre. El que derrame la sangre humana, por mano de hombre será derramada la suya; porque el hombre ha sido hecho a imagen mía”
La ciudad de Enoc quedó sepultada, y en su interior guarda los tesoros de aquella civilización que las aguas se tragaron para siempre.
Los descendientes de Noe y Noema se extendieron por toda la tierra y las naciones tomaron sus nombres. Aún hoy, muchas naciones llevan los nombres de estos nietos de Noe, o se derivan de ellos.
Noema y Noe llegaron a ser reyes, no de una ciudad, sino del mundo y vivieron después del diluvio trescientos años.
- Abuelo, ¿así empezó el mundo?
- Sí, esta es la historia de la ciudad de Enoc y sus habitantes. Ellos aportaron a la humanidad el progreso y de ellos nació nuestro mundo. De hecho, los nombres de las naciones de hoy se derivan de los nietos de Noe:
- Galia que es Francia y Galicia que está en España desciende de Gomer, hijo de Jafet, Canaán hijo de Cam es actualmente Palestina, y Asur es Asiría, hijo de Sem, pero todo esto lo veremos mejor sobre un mapa.
- Abuelo, ¿y volvieron a construir ciudades?
- La siguiente ciudad nombrada en la Biblia es Nínive, construida por Nemrod, otro nieto de Noe. En esa época, perfeccionaron el ladrillo y construyeron miles de ciudades hasta infectar la tierra.
- ¿Y la religión mala de los habitantes de Enoc, todavía existe?
- Sí, hija. Primero dirigieron a la humanidad como gobernantes por derecho divino, sus leyes emanaban de Dios. Después perdieron la corona pero llegaron a ser un estamento importantísimo en todos los estados, controlando las mentes para que no se rebelaran contra el poder establecido y aceptaran su suerte en la vida. Y actualmente se le quiere independizar de la política, pero ellos han inventado un nuevo concepto de religión y crecen en pequeños núcleos o sectas, amenazando con desintegrar nuestra sociedad, para legitimar al gran poder religioso, y recuperar su hegemonía.
- Entonces abuelo, es imposible agradar a Dios. Nuestro mundo no nos lo permitirá.
- Todavía es posible, hija. ¿Recuerdas el Pacto Eterno que hizo Dios con Noe y su familia? Él solo quiere que seamos buenos con nuestros semejantes, con los animales, y que respetemos el entorno donde vivimos. Nos dio solo esos tres mandamientos porque quiere que seamos, libres.